Por Manuel Guevara B.
El pasado
30 de julio, la mayoría de los venezolanos decidimos abstenernos en los comicios
para elegir a los miembros de una nueva Asamblea Nacional Constituyente
convocada fraudulentamente por el presidente Nicolás Maduro, sin cumplir lo establecido en la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela,
que obliga a realizar una consulta previa al pueblo para saber si quería
o no una nueva Constitución, tal como se hizo en 1999.
Más allá
de que la Constituyente no es necesaria ni resolverá ninguno de los problemas
del país, la convocatoria de Nicolás Maduro violentó la máxima de que solo el pueblo puede convocar una
Asamblea Nacional Constituyente, y se establecieron sin consulta, unas bases
comiciales que violaron principios democráticos como la universalidad del voto,
cada persona un voto; y el principio de la proporcionalidad del número de
miembros a elegir, dependiendo de la población; al establecerse las elecciones
sobre criterios municipal y sectoriales
que determinan q un pequeño municipio elige lo mismo que un gran municipio; y estableció
que millones de venezolanos emitieran un voto, mientras que otros, emitieron
dos votos.
Por estas
razones distintos sectores opositores, encabezados por la Mesa de la Unidad, y
otros sectores cercanos al Psuv, decidieron
abstenerse.
Adicionalmente,
y no menos graves que las anteriores razones, con la complicidad de las
rectoras del Consejo Nacional Electoral, se organizaron y realizaron a la
carrera unos comicios donde se acortaron los lapsos para la realización de las
diversas etapas del cronograma electoral, y se violentaron todos los criterios
técnicos y mecanismos de control del propio organismo electoral, que
garantizaban resultados que reflejaran con transparencia y seguridad la opinión
de los electores.
En estas
elecciones, a diferencia de -por ejemplo- las elecciones parlamentarias de
diciembre 2015, no hubo capta huellas,
no se utilizó tinta indeleble, no se realizaron muchas de las auditorias
técnicas establecidas en los protocolos del CNE, no hubo testigos de la
oposición, no hubo observación nacional ni internacional, no hubo auditorias
posteriores; se facilitó el voto múltiple, permitiéndose votar en centros
electorales a distintos al establecido; mecanismos de control que garantizaron
en las parlamentarias de 2015 unos resultados incuestionables.
Por estas
irregularidades técnicas y procedimentales, aparte de lo fraudulento de la
convocatoria y de las bases comiciales adoptadas arbitrariamente, los
resultados anunciados de la elección del pasado 30 de julio, despertaron sospechas
muy bien fundadas de fraude electoral: hay cada día más certeza de la manipulación
de las cifras y de intervenciones para elegir a algunos candidatos en
detrimento de otros, de acuerdo con las conveniencias políticas de las rectoras
del CNE y del presidente Nicolás Maduro.
La certeza de fraude electoral, en los resultados anunciados por Tibisay
Lucena la noche del 30 de julio, que la mayoría de los venezolanos tuvimos desde
el primer momento, se ha incrementado tanto por las declaraciones del rector
principal del CNE, Luis Emilio Rondón, como por la empresa SmartMatic que
desarrolló y opera la plataforma
tecnológica del sistema automatizado de votación empleado en Venezuela.
Muy
distinto al Fraude Constituyente de Maduro es la situación que se presenta hoy con
respecto a las elecciones regionales, a realizarse en diciembre de 2017.
Las
elecciones regionales son un derecho establecido en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela. Desde 2016 la Unidad Democrática ha venido
exigiendo al CNE y al régimen, la realización de las elecciones regionales
previstas en la Constitución en diciembre de ese año. En el 2016, el CNE de manera arbitraria e
inconstitucional decidió posponer dichas elecciones, para evitar una
contundente derrota por parte de los candidatos de la MUD; igualmente el CNE decidió suspender la
convocatoria del referéndum revocatorio del presidente Nicolás Maduro, que de
haberse realizado hubiera significado su salida inmediata del poder. Desde entonces, la lucha por las elecciones
regionales forma parte indisoluble de la defensa de la Constitución, de la
defensa de la descentralización amenazada por el centralismo del régimen de
Nicolás Maduro, de la defensa del voto y de la defensa de la democracia.
Finalmente,
y como respuesta a la creciente presión nacional e internacional, el CNE anunció,
junto con la convocatoria fraudulenta de
la ANC, convocar para diciembre de 2017
las elecciones regionales, estableciendo
que la inscripción de los candidatos se haría entre el 8 y el 11 de agosto; es
decir, pocos días después de la elección fraudulenta de la inconstitucional Asamblea
Nacional Constituyente. Las elecciones
para alcaldes y concejales quedaron así automáticamente postergadas para 2018.
De manera
aviesa, el régimen de Nicolás Maduro, a
través de las 4 rectoras del CNE,
convoca al mismo tiempo dos eventos electorales muy distintos: uno inconstitucional como es la Asamblea
Nacional Constituyente, y otro perfectamente apegado a la Constitución de la
República como son las elecciones regionales para elegir 24 gobernadores de
estado.
Sin duda,
en un contexto de la crisis económica, social y política mas grave de nuestra
historia, y de mas de cien días de protestas en todo el país, que han arrojado
mas de cien personas asesinadas, varios alcaldes enjuiciados y condenados por
el TSJ, miles de heridos, detenidos y encarcelados arbitrariamente, el régimen
inicia la realización de elecciones para gobernadores, en búsqueda de dos
objetivos fundamentales:
El primer objetivo:
dividir a la MUD, buscando fracturar a la mayoría opositora y debilitar en
consecuencia las luchas que desde hace mas de cien días se vienen realizando
contra la ruptura del hilo constitucional y la convocatoria de la ANC. El
segundo objetivo: avanzar en su proyecto totalitario controlando las 24 gobernaciones
de estado, confiando en que la mayoría
opositora no acudirá a los comicios, como respuesta a la dictadura y represión de
los cuerpos de seguridad. Perderíamos las gobernaciones de Amazonas, Lara
y Miranda, bastiones de lucha.
¿Frente a
esta compleja realidad, en el marco de
la cual se convocan elecciones regionales,
luego de un escandaloso fraude constituyente, qué deben hacer los
sectores democráticos que enfrentan al régimen de Maduro?
La primera
y comprensible actitud que surge de muchos venezolanos ante el fraude y la
confusa y compleja de la situación, es negarse a participar en unas elecciones
con unas rectoras del CNE, al servicio de la dictadura, que fueron las responsables del escandaloso
fraude constituyente de Nicolás Maduro.
La segunda actitud que surge en muchos venezolanos ante las denuncias de
fraude electoral el 30 de julio, es exigir a la Asamblea Nacional el cambio de
las rectoras del CNE, sin lo cual no sería aceptable participar en las elecciones
regionales.
Con todo
respeto, considero que ambas actitudes, válidas y respetables, lógicas dado
tanta arbitrariedad y abuso, nos
conducirían a desenlaces que en el futuro inmediato, no favorecerían el proceso
de acumulación de fuerzas para desplazar por la vía democrática, pacifica y
constitucional a la dictadura de Nicolás Maduro y no favorecerían las luchas
por la recuperación democrática de Venezuela.
No
participar en las elecciones regionales convocadas por el CNE, contempladas en
la Constitución, negaría de facto una de
las principales exigencias de los sectores democráticos desde 2016 que eran la
convocatoria a elecciones regionales. Seria entregarle al régimen, por forfeit,
las 24 gobernaciones en juego. Sería repetir el error histórico del 2005, cuyas
consecuencias todavía estamos pagando.
Recordemos que la actual
conformación del CNE, con cuatro rectores del oficialismo y uno del
sector democrático, fue una consecuencia
de una Asamblea Nacional controlada por el Psuv.
Para
muchos caraqueños, las gobernaciones de estado no son valoradas como instancias
de importancia, a diferencia de lo que piensan los habitantes del Zulia,
Táchira, Aragua, Mérida, Sucre, Lara, etc.
para quienes contar con un buen gobernador, es fundamental para la vida
cotidiana, para la resolución de los problemas y para el progreso de sus
regiones. Además, no hay que desestimar
la importancia que tendría para un nuevo gobierno contar a su lado con la mayor
parte de las gobernaciones y alcaldías.
En el caso contrario, la férrea oposición de estas instituciones sería
un gran obstáculo para el proceso de recuperación del país.
La MUD no
es el único actor político enfrentado al régimen de Nicolás Maduro. Varios partidos y grupos regionales van a
participar, independientemente de lo que decida la Mesa de la Unidad. En todos los estados del país, existen
candidatos a la gobernación, que vienen trabajando promoviendo sus
candidaturas, y esos candidatos inscribirán sin duda sus candidaturas y
participaran en el proceso electoral regional.
Exigir un
nuevo CNE como condición indispensable para inscribir candidatos y participar
en las elecciones regionales, es aspirar a una ilusión. Ya hemos visto que ha
pasado con los magistrados del TSJ designados por la Asamblea Nacional: tres
magistrados presos, varios asilados en la embajada de Chile y el resto
escondidos. Mas allá de la constitucionalidad de esos nombramientos, la
eficacia política de la decisión de elegir nuevos magistrados del TSJ es casi nula. Algo igual pasaría, lamentablemente, con
nuevos rectores del CNE designados por la Asamblea Nacional.
Si la Mesa
de la Unidad decidiera abstenerse, el régimen se abocará a realizar “como sea”
las elecciones regionales. La estrategia
del régimen para mantenerse en el poder está clara: dividirnos, estimular la desesperanza, procurar que no
participemos y controlar las 24 gobernaciones y luego las 335 alcaldías de todo
el país.
Si la MUD
decidiera participar, el régimen tendrá con toda seguridad que suspenderlas o
anularlas, porque sabe que en alrededor de 20 de las gobernaciones perdería, teniendo
que pagar el altísimo costo político de esa nueva arbitrariedad.
No es
fácil la coyuntura y la disyuntiva que tienen enfrente las fuerzas
democráticas. Enfrentamos un enemigo
perverso, sin escrúpulos y con muchos recursos.
El camino es siempre luchar; luchar en los distintos tableros: en la
calle, en la Asamblea Nacional, en la comunidad internacional, en los gremios y
comunidades, en las empresas e instituciones y en el plano electoral. Todos son importantes.
Qué
necesitamos:
·
Necesitamos antes que nada, ponernos de
acuerdo.
·
Analizar con frialdad la compleja situación en
la que estamos y tomar las decisiones con el mayor consenso posible.
·
Necesitamos un discurso unificado.
·
Necesitamos un discurso y una actitud amplia
hacia los sectores críticos del chavismo que vienen oponiéndose a la dictadura.
·
Necesitamos mantener la protesta en la calle,
por los distintos problemas que nos aquejan: escasez, hambre, inflación,
inseguridad, falta de medicinas, presos políticos, servicios públicos.
·
Necesitamos monitorear las actividades de la
constituyente y enfrentar las decisiones que puedan tomar.
·
Necesitamos seguir luchando para recuperar la
democracia y las libertades.
·
En este momento, la tarea es inscribir los
candidatos; luego se acordara un mecanismo para alcanzar las candidaturas
únicas.
·
Necesitamos Unidad y más Unidad
Nota
final: La pertinencia de estas opiniones y reflexiones están sujetas por
supuesto a la evolución de los acontecimientos, en pleno desarrollo.
03-08-17
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