Freddy Marcano 15 de agosto de 2017
@freddyamarcano
Tema
recurrente, la antipolítica ha pisado los terrenos de la confusión. Son ya
muchas las definiciones, conductas y acusaciones que la caracterizan,
incurriendo en el pecado aún se diga hacer política. Y, por supuesto, en la
coyuntura actual, tiende a agravar las cosas bajo una dictadura que fue peculiar
mientras se fingía democrática, protagónica y participativa, y, ahora, es una
experiencia de la barbarie cuando se ha agotado todo histrionismo.
Grosso
modo, la antipolítica es anomia, espectáculo y desinstitucionalización.
Significa que, respecto a la política, incumple con sus más elementales y
universales reglas, como – por ejemplo – la del debate entre las partes
interesadas y la implementación de decisiones compartidas. Lo más importante
hoy en día, es el sensacionalismo, la noticia por intrascendente y efímera que
fuese, creando ilusiones y expectativas pasajeras. Por consiguiente, no
encuentra un cauce institucional adecuado, sino que, cambiante, dependiendo de
las figuras o de los figurones mediáticos del momento.
A
juzgar por el gobierno, le importa un bledo que su continuidad en el poder
dependa de las reglas constitucionales, pues, simplemente, las violenta y no
sólo se inventa una constituyente a su medida, sino incurre en un fraude
electoral absolutamente inauditable. Lo fundamental es montar la escena,
instalar a los numerosísimos y falsos constituyentistas en el recinto de la
Asamblea Nacional para que digan disparates como eso de tomar por las armas la
Casa Blanca en New York, en la voz del hijo pródigo que, por el solo apellido
que ostenta, siendo el único mérito, habla y hablará las veces que le venga en
gana frente a sus otros colegas, por más calificados que se digan. Además, ni
para ellos hay modos institucionales para hacerse sentir, sabiéndose en una
constituyente que tampoco es institución, sino un vulgar parapeto montado por
la desnuda dictadura que no teme – precisamente – desnudarse. ¿Qué es una raya
más para el tigre?
De
observar a la oposición, cada partido decide su destino sin ni siquiera avisar
a sus aliados por mucha MUD que haya, añadiéndole el retiro de la mesa, pues,
cada quien se siente – autosuficientes y sobrados – como la encarnación misma
de toda la pluralidad, decidiendo fechas, marchas, etc. Lo esencial es acaparar
las cámaras y las redes sociales, transmitir una línea política inconsulta a
través de un programa radial y, a falta de marchas para promoverse, con sus
selfies y videos, bien estará la campaña electoral para las regionales. Una
revisión de las listas de los candidatos, no por casualidad, no expone a los liderazgos
naturales regionales, sino pareciera cuotas de los partidos que quedaron
después de legitimarse.
Freddy
Marcano
@freddyamarcano
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