Por Patricia Fachin
Entrevista a Rafael Luciani;
Teólogo y Profesor en la Universidad Católica Andrés Bello y en el Boston
College School of Theology and Ministry
¿Cómo describe Ud. lo que pasa
en Venezuela en este momento? En este sentido, ¿nos pude explicar en qué
consistió la propuesta de Maduro de votar una nueva Asamblea Constituyente?
¿Cómo evalúa este proceso y cuáles son los argumentos de aquellos que son
favorables al cambio en la constituyente y de aquellos que son contrarios?
Hemos pasado de un régimen
mesiánico de corte totalitario que se fue montando con Chávez a una dictadura
cívico-militar que se consumó con el golpe de estado que dio Maduro, como lo
reconoció la propia Fiscal de la República, Luisa Ortega Díaz. Ella declaró en
Marzo de este año que se había roto el hilo constitucional después que el
Tribunal Supremo de Justicia desconociera a la Constitución de 1999 e
inhabilitara el poder legislativo que había sido electo por voto directo y
universal en el 2015 con una mayoría abrumadora a favor de la oposición
democrática.
Sin embargo, estamos
experimentando otro nuevo giro en el ordenamiento de la realidad política
actual luego de la instalación de la Asamblea Constituyente el pasado Agosto 4.
En la práctica, esta Asamblea funciona como una especie de junta de gobierno
que le permitió a Maduro, gracias a la asesoría cubana, reagrupar a todas las
fuerzas radicales del chavismo castrista que luchaban por espacios de poder.
Esta Asamblea fue declarada con carácter supraconstitucional por un período de
dos años, de modo que todos los poderes públicos existentes quedan sometidos a
sus decisiones cotidianas. Esto significa que puede destituir alcaldes,
gobernadores, poderes públicos y derogar leyes. Su origen no sólo es ilegal y
la forma de su elección inconstitucional —como lo han explicado las cátedras de
Derecho Constitucional de las Universidades públicas y privadas de Venezuela—,
sino también fraudulenta, porque así lo reconoció la propia empresa smartmatic
que provee los servicios técnicos al Consejo Nacional Electoral venezolano.
Esto que yo llamo una especia de junta de gobierno logró, tácticamente, la
depuración interna del chavismo mediante la expulsión de los grupos que
representan al chavismo democrático, dejando sólo en el poder al chavismo
cívico-militar castrista.
Tanto Maduro como el actual
vicepresidente, Arreaza, son las figuras más fieles al modelo castrista. Su
intención es reproducir el modelo político cubano y esto lo quieren lograr
mediante la Asamblea Constituyente. Su convocatoria de modo unidireccional por
Maduro no contó con el aval plebiscitario del pueblo, como soberano originario,
tal y como hizo Chávez cuando convocó a la Asamblea Constituyente de 1999 que
dio origen a la actual Constitución de Venezuela. Maduro, pasando por encima
del modelo político previsto en la actual Constitución, asumió una elección de
representantes por “sectores” ligados al “partido único del gobierno”, y no por
medio del sufragio universal, directo y secreto del pueblo venezolano.
Usted afirma que Venezuela
pasó de Chávez a Maduro, de totalitarismo a dictadura. ¿En qué aspectos el
gobierno de Maduro se aproxima y se distancia, o es una continuidad o una
ruptura, en relación al programa político iniciado por Chávez?
La actual crisis de Venezuela
no tiene su origen en Maduro, sino en el totalitarismo que fue montando Chávez
en la medida en que iba tomando el control absoluto de los poderes públicos
hasta el punto de gobernar por decretos presidenciales, sin necesidad de esos
mismos poderes. Tres aspectos aquí son importantes para entender esto. Primero,
la imposición de un pensamiento único. Chávez comienza a usar la expresión
Socialismo del siglo XXI a partir del año 2005, a pesar de que ese término no
existía en la Constitución de la República aprobada en 1999. Las críticas
fueron creciendo por lo que se vio en la necesidad de legitimar esta forma de
gobierno y convoca en el año 2007 a un referéndum para reformar la
Constitución. Pero Chávez perdió ese referendum. De este modo, al no contar con
el aval del pueblo, comenzó a implementar la reforma socialista cubana a través
de decretos presidenciales. Esto le permitió crear, de forma inconsulta y
unidireccional, el marco jurídico e ideológico que hoy vemos consumado en la
Dictadura de Maduro.
Un segundo aspecto es la
imposición de una ideología militar. Chávez era el Presidente de la República
pero gobernaba como el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Esto quiere
decir que no se aceptaban las deliberaciones ni las disidencias. Los que se le
oponían quedaban totalmente excluidos de cualquier acceso a los servicios
públicos del Estado. La lealtad comenzó a ser más importante que la eficiencia.
Esto fue creando la dependencia entre los individuos y la figura caudillista
del Presidente. Este modelo puede ser legal en otros países, como en Cuba, China
o Corea del Norte, pero no podemos decir que sea un modelo democrático. En este
aspecto se distancia Maduro de Chávez, porque al no tener poder sobre los
militares, entonces tiene que negociar con ellos para poder mantenerse en el
poder. Hoy en día casi la mitad del gobierno, así como las grandes empresas
públicas, entre ellas el Arco Minero, están en manos de los militares. Cuando
Maduro comienza a perder el apoyo popular, hasta llegar hoy en día a tener un
80 % del país en su contra, se ve obligado a usar la fuerza represiva que la
ejerce a través de tres fuerzas oficiales, como son la Policía Nacional
Bolivariana, la Guardia Nacional y el Servicio Bolivariano de Inteligencia; y
una fuerza paramilitar, que son los Colectivos o grupos civiles armados que
controlan las zonas populares. Sólo así puede contener el malestar diario que
existe en el pueblo venezolano a causa de la escasez de alimentos y medicinas.
Chávez gobernaba sobre el
modelo ceresoliano de ejército-caudillo-pueblo, que se sostenía gracias a la
inmensa riqueza del petróleo que permitió la organización de las llamadas
“misiones”, por medio de las cuales se beneficiaban los sectores populares. La
bonanza petrolera le permitió la consolidación de un totalitarismo de Estado
mediante la ocupación de los poderes públicos, pero no tuvo la necesidad de
implementar una Dictadura porque contaba con su carisma como líder de la
revolución. Sin embargo, ahora que el petróleo no permite sostener este
proyecto, y no teniendo el carisma del caudillo, lo que le queda a Maduro es el
control político y la represión militar para mantenerse en el poder.
Un tercer aspecto a considerar
es la adopción del modelo político revolucionario cubano o castrismo. Esta
opción ideológica funciona sobre la continua purificación de sus propias filas
partidistas y la eliminación de cualquier disidencia opositora. El argumento
que sostienen es que cuando el pueblo se alza hay que usar las armas, porque
hay que salvar la revolución a toda costa, sin importar los medios que se usen.
Este llamado lo ha hecho el Presidente Maduro en varias oportunidades por los
medios de comunicación. Esto no se entiende si no recordamos que a partir del
año 2004 Chávez comienza a enviar a las promociones del Estado Mayor Venezolano
a Cuba para estudiar el modelo político del gobierno revolucionario cubano.
Estos son los militares que ocupan hoy los altos mandos y proclaman
públicamente: “patria, socialismo o muerte”. Pero también son estos los
militares con quienes Maduro ha tenido que negociar y otorgarles altas cuotas
de poder político y económico a través de ministerios y empresas públicas, para
poder mantenerse en el poder.
¿Cómo se posicionan los
entonces seguidores del programa de Chávez frente al gobierno de Maduro?
Maduro ha venido realizando una
depuración al interno del chavismo logrando expulsar, con éxito, a las fuerzas
democráticas del chavismo que no están de acuerdo con el modelo revolucionario
cubano que se está imponiendo. Estas fuerzas las representan hoy la fiscal
general de la República, Luisa Ortega Díaz —destituida por la Asamblea
Constituyente al ser acusada de “traidora a la patria”— y el ex-ministro de
interior y justicia Rodríguez Torres. La postura de las fuerzas políticas del
chavismo democrático encuentran eco en el sociólogo venezolano Edgardo Lander
quien reconoce que hay un cierre de todas las vías institucionales para
resolver el conflicto, porque el gobierno desconoce a la Asamblea Nacional, no
ha permitido el mandato constitucional de cambiar los rectores del Consejo Nacional
Electoral, ha cancelado el referéndum revocatorio y pospuso todas las
elecciones. Para Lander, representante de la izquierda intelectual venezolana,
“estamos muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática. Se utilizan
todos los instrumentos del poder en función de preservarse en el poder”.
Se han producido encuentros
muy positivos entre las fuerzas de la oposición y el chavismo democrático.
Recientemente hubo uno muy importante en la Universidad Católica Andrés Bello.
Creo que este es el camino hacia una reagrupación de las fuerzas políticas
democráticas por la vía de una unidad táctica o unidad nacional superior que se
conforme entre los líderes opositores y los de este chavismo democrático
naciente.
Hay relatos que dicen que la
población venezolana está pasando hambre y enfrentando una serie de problemas
sociales a causa del racionamiento de comida y remedios en el país. ¿Qué
informaciones tiene Ud. sobre esta situación?
En Venezuela hay hambre y la
gente se muere por falta de medicinas. Cuando me dicen en el exterior que estoy
exagerando, les invito a que vayan a Venezuela y vivan un par de meses
padeciendo alguna enfermedad. Verán que tendrán que recurrir a amigos en el
exterior para conseguir ciertas medicinas o morirán. Por ejemplo, quien no
tiene hoy los medios económicos para conseguir pastillas de hipertensión en el
exterior y pagarlas a un precio elevadísimo, ya sabe que está destinado a
morirse de un infarto en breve tiempo porque no hay este tipo de medicinas en
todo el país. El gobierno no permite el ingreso de ayudas humanitarias y menos
si proceden de Caritas u otras entidades de la Iglesia Católica. Esta fue,
precisamente una de las exigencias que puso el Vaticano al gobierno venezolano
y que causó que el gobierno no siguiera con el proceso de diálogo en diciembre.
En el 2012 la FAO registraba sólo un 5 % de hambre en Venezuela. Hoy, en el
2017, a casi un 75 % de la población no le alcanza el dinero para comprar la
canasta alimentaria básica cada mes y no come tres veces al día. Según estudios
recientes de Caritas de Venezuela cerca de un 30 % de los niños están en riesgo
de desnutrición actualmente.
Para dar una idea del grave
deterioro social y del fracaso del modelo económico, antes de Chávez, en 1998
por ejemplo, la pobreza era de un 60 %. Hoy, en el 2017, la pobreza supera el
70 %, hay casi 30.000 muertos por año, tenemos un parque industrial reducido
—sea por la vía de la expropriación o el cierre— a un tercio de lo que existía
y padecemos una hiperinflación que supera el 800 %. Un profesor a tiempo
completo en cualquier Universidad venezolana gana alrededor de 50 ó 60 dólares
al mes. Esto sucede en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.
El país que tuvo el mejor sistema público de educación y de salud de toda América
Latina.
Se dice que la Iglesia tiene
posiciones divergentes en relación a la crisis de Venezuela, recientemente Ud.
declaró que no hay fisuras en la Iglesia en este momento. ¿Por qué, según su
opinión, no hay más fisuras? ¿En cuales puntos fundamentales había divergencia
anteriormente?
Hubo individualidades a lo
largo del período de Chávez que apoyaban de forma incondicional al proceso
revolucionario porque hubo una narrativa que iba en dirección del
reconocimiento del pobre en una sociedad donde había separaciones muy grandes y
donde nunca hubo una interacción sociocultural e interclasista real. Hoy, sin
embargo, lo que queda son voces individuales, algunos pocos curas, que
defienden incondicionalmente al proyecto de Maduro, mientras reciben beneficios
económicos del mismo gobierno, como viviendas, carros y guardaespaldas, aunque
parezca fantasioso. Sin embargo, la Iglesia venezolana nunca padeció división
ni fisuras.
Hay que comprender que la
Iglesia en Venezuela, hasta la mitad del primer período del ex presidente
Rafael Caldera, a inicios de los años 70, jugó un papel muy importante en el
desarrollo del país. Por ejemplo, en la educación y en la formación de líderes
sociales. Hubo una generación de emprendedores formada dentro de la estructura
de la Iglesia Católica. Hacia mediados de los 70 empieza un quiebre, quizás
inadvertido, en el que se va separando la Iglesia como institución de la
Iglesia como pueblo de Dios. Ese quiebre se fue dando gradualmente y fue
adquiriendo proporciones de división entre el mundo diocesano y el de las
congregaciones religiosas, cada uno con pastorales muy diferentes. Ahí se va
dando no una Iglesia popular, como sucedió en otros países de América Latina,
pero sí una presencia de la Iglesia en las comunidades y en los barrios que no
era 100% institucional. Sin embargo, un dato muy particular de la Iglesia
venezolana es que nuestros obispos nunca han sido, como en otros países,
inquisidores dogmáticos o políticos, sino que han tenido una actitud muy
pastoral de respeto y diálogo con las distintas posiciones y visiones que
coexisten en la Iglesia venezolana. Esto es lo que evitó que nunca tuviera
éxito el intento de Chávez en crear una Iglesia paralela.
La posición actual de toda la
Iglesia luego del autogolpe de Maduro ha sido muy clara y coherente con una
visión democrática del país. La Conferencia Episcopal Venezolana denunció que
para el gobierno «todo gira en torno a lo político, entendido como conquista
del poder, olvidando las necesidades reales de la gente» e instó a «preguntarse
muy seria y responsablemente si no son válidas y oportunas, por ejemplo, la
desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los
poderes públicos nacionales y/o internacionales y las protestas cívicas». A
esto se le sumó la voz de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de
Venezuela reconociendo «la falta de autonomía entre los cinco poderes públicos:
Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano», y subrayó «la
indolencia del gobierno nacional ante la situación crítica que vive nuestro
pueblo, demostrando una vez más que solo le interesa la lucha por mantenerse en
el poder» en un contexto de «inminente dictadura». También la Compañía de Jesús
en Venezuela, a través de la revista SIC del Centro Gumilla, que representa a
la teología de la liberación en Venezuela, hizo pública su posición oficial:
«nos enfrentamos a una dictadura como ciudadanos y como cristianos», la cual se
consuma con «las decisiones asumidas por el Tribunal Supremo de Justicia en
Sala Constitucional de fecha 28 y 29 de marzo que suponen un claro golpe de
Estado y un desenmascaramiento definitivo del gobierno como una dictadura».
Luego del fraude electoral que llevó a la instalación de la Asamblea Nacional
Constituyente el pasado 4 de agosto, el jesuita José Virtuoso, Rector de la
Universidad Católica, se refirió a esta Asamblea como la “constitucionalización
de una dictadura militar socialista, como lo ha dicho la Conferencia Episcopal.
Vamos a tener una transformación de la Constitución y ese cambio es para
consolidar a un régimen autoritario, muy centralizado en la figura del
Presidente, con poderes omnímodos sobre el Estado y desde el Estado a la
sociedad. Y yo creo que las sociedades no tienen salida con un modelo de ese
tipo. Esta sociedad que ha luchado en contra de ese modelo va a seguir en
rebeldía”. De hecho, el propio Papa Francisco, a través de la Secretaria de
Estado, pidió la “suspensión” de la Asamblea Constituyente. Esto molestó a
muchos en el alto gobierno y ahora ven al Papa como un opositor.
¿Es posible estimar cuantos
son los presos políticos hoy en Venezuela? ¿Por qué razones ellos están presos
y en qué condiciones se encuentran?
La persecución política hoy en
Venezuela no es sólo a la oposición, sino también al chavismo democrático. Es
una persecución ejecutada por el Estado contra cualquier tipo de disidencia
respecto del modelo revolucionario cubano. Los tribunales militares son usados
para enjuiciar a los disidentes. No se recurre a los tribunales civiles.
Recientemente Maduro ordenó 25 años de prisión a quienes sean considerados
traidores a la patria. Creo que ninguna dictadura de derecha en América Latina
llegó a ese número de años de condena. Según las Organizaciones no
gubernamentales que trabajan por los Derechos Humanos, como el Foro Penal, y
los centros de Derechos Humanos de las Universidades como el de la Andrés
Bello, hoy hay más de 700 presos políticos. A esto se tiene que sumar los más
de 5.000 detenidos en menos de 4 meses que se encuentran en los calabozos del servicio
bolivariano de inteligencia o en los cuarteles de la Guardia Nacional. Muchos
de los cuales han sido sometidos a torturas, como lo denunció la Fiscal General
de la República. Entre los casos más terribles está el del jóven violinista de
23 años, Wuilly Artega, que pertenece al sistema de orquestas de Venezuela,
quien ha sido encarcelado y torturado por tocar violín en una protesta
callejera. O la Señora Lisbeth Añes que fue enjuiciada por un tribunal militar
por el hecho de llevar comida, medicina y ropa a los presos políticos. La
Iglesia ha verificado las condiciones en las que se encuentran estos presos
pero no se ha logrado ninguna respuesta de parte de las autoridades. Nunca
antes habíamos visto la crueldad con la que atacan a los manifestantes y les
disparan a quemaropas. Lo único que lo explica es la tesis del ideólogo
izquierdista argentino Borón, a quien Maduro sigue: “si una fuerza social
declara una guerra contra el gobierno se requiere de éste una respuesta
militar”.
Recientemente Ud. declaró que
un camino menos traumático para la crisis venezolana sería un acuerdo sobre una
transición que incorpore las fuerzas del chavismo político no castrista, los
militares y la oposición democrática. ¿Por qué ésta le parece la mejor
alternativa?
Los que sostienen realmente a
Maduro en el poder son los militares. No tiene apoyo popular para sostenerse ni
cuenta con la unidad monolítica que antes tenía en las filas del chavismo. Lo
único que le queda es la fuerza bruta represiva militar. No estamos diciendo
que se dé un golpe de Estado. Hay que rechazar categóricamente cualquier
intento de golpe de Estado, sea provocado internamente o por injerencias
externas. Y en el caso venezolano ya estamos viviendo y padeciendo la
injerencia de los militares y el personal cubano que controla las aduanas, las
notarías y la inmigración, e incluso la sala situacional del gobierno. Ni la
injerencia de Cuba ni la de Estados Unidos deben ser aceptadas. Ninguna, venga
de donde venga.
La única salida viable, si no
queremos que el chavismo castrista regrese al poder en pocos años, tiene que
ser negociada entre la oposición, el chavismo democrático y los militares para
conformar ya, de modo público, un nuevo Gobierno que represente lo que el
pueblo pedía en 1998. El reto está en crear una “unidad nacional superior”, más
allá de la actual Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Pero esta unidad
nacional superior debe incluir a otra instancia de la sociedad venezolana que
hizo posible la impresionante consulta popular que se realizó el día 16 de
Julio. Se trata de los movimientos sociales, las organizaciones no
gubernamentales y la sociedad civil en general que, junto a los partidos
políticos, pero sin someterse a ellos, lograron montar la estructura logística
y táctica que permitió que mucho más de 7.000.000 venezolanos expresaran
pacíficamente su rechazo al actual modelo político y el deseo por una
transición democrática ya. Esto es algo completamente nuevo en Venezuela, digno
de ser estudiado a nivel latinoamericano. El mismo pueblo se reunió, se
organizó, votó y decidió su propio destino. Y fue un acto interclasista, es
decir, en el que participaron por igual todas las clases y sectores sociales
del país, sin distinción. Eso es lo que le dio tanta fuerza al 16 de Julio. Por
ello, todo se dio de forma voluntaria, pacífica y disciplinada. Este elemento
que existió en los años 60 y 70 tiene que volver a la política venezolana, que
los partidos representen y den liderazgo a los distintos sectores sociales del
país.
¿Elecciones regionales en Dictadura?
Para ser honestos, haría falta
una reforma integral del sistema electoral venezolano si queremos elecciones
libres y transparentes. Tomemos en cuenta que la mayoría de los partidos
opositores se encuentran actualmente “ilegalizados” por decisión del Tribunal
Supremo de Justicia y los líderes principales de la oposición se encuentran
inhabilitados, detenidos o exiliados. El problema es que estamos en medio de un
gran dilema, porque las dictaduras no dan espacio para alternativas utópicas, o
no serían dictaduras. Si la oposición inscribe a sus candidatos para una
elección, entonces, es probable que la Constituyente suspenda esa elección o
hagan un nuevo fraude, porque Maduro tiene un rechazo de más del 80% del país y
la propia empresa smartmatic que trabaja para el Consejo Nacional Electoral
denunció que se había manipulado la data electoral para la Constituyente. Pero
si la oposición decide no participar, entonces tolerará las elecciones con la
seguridad de que sus candidatos ganarán al no tener oposición alguna y se
apoderará de todos los municipios y gobernaciones que hoy en día están en manos
de la oposición. Este dilema, puesto por el mismo gobierno para ganar más
tiempo en el poder y disipar las protestas, ha hecho que algunos factores más
radicales de la oposición se separen de la mesa de la unidad democrática.
Por ello, la única vía que
tiene la oposición para salir de este dilema y recuperar de nuevo la confianza
de la gente es construyendo una “unidad nacional superior”, como la llamaba el
Papa Francisco cuando era Cardenal en Buenos Aires, que no sea sólo de los
partidos que conforman a la oposición, sino que incluya también al chavismo
democrático y haga una alianza estratégica con la sociedad civil, pues esta
última fue la que hizo posible la logística y la movilización para lograr la
consulta popular el pasado 16 de Julio. Esta “unidad nacional superior e
interclasista” supone, entonces, asumir las distintas vías de lucha al mismo
tiempo. Por una parte, la Asamblea Nacional tiene el deber de nombrar a los
nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral, cuyos plazos están vencidos. Al
hacer esto, seguramente la Constituyente enjuiciará a los nuevos rectores, como
lo hizo con los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia que la Asamblea Nacional
nombró para sustituir a los que actualmente gozan de un nombramiento ilegal.
Pero simbólicamente este gesto es muy importante porque significa que la única
autoridad soberana y constitucional está ejerciendo lo que el pueblo le ordenó
el 16 de Julio en la consulta popular. Paralelo a esto, se puede ir a las
regionales, haciendo uso de la misma logística y estructura que la sociedad
civil montó para el 16 de Julio. Y, a su vez, deben continuar las protestas
pacíficas en las calles como lo establece la Constitución aún vigente. En fin,
sería un error de la oposición pensar que si no va a las elecciones es
ganancia. Frente a una dictadura asesorada por otra que tiene más de 50 años en
el poder no se puede pensar tan unidireccionalmente.
De ahí la importancia de
construir ahora una “unidad nacional superior e interclasista”, nombrar un
gobierno transitorio, poner rostros a los líderes de la transición y hacer un
pacto para la transición donde los partidos pongan a un lado sus personalismos
y ambiciones, para dar espacio al chavismo democrático y a la sociedad civil, y
que sea una propuesta interclasista, es decir, que incluya a todos los sectores
sociales del país. Ante una dictadura no vale la tesis que algunos han
sostenido de ir conquistando espacios poco a poco. En fin, si la oposición va a
las elecciones con una “unidad nacional superior” organizada y las gana, y
luego el gobierno comete fraude, como lo hizo con la Constituyente, y no
reconoce o cambia los resultados, estará exponiendo al mundo la naturaleza
dictatorial del gobierno y la reacción internacional será la de no reconocer
estos resultados, como ya lo ha hecho con la Constituyente. Esto será ganancia
para la oposición y para el pueblo venezolano, aunque no se vea con claridad en
este momento, pues una réplica de la dictadura cubana perjudica a toda la
región y no es sólo un problema interno de los venezolanos. La presión
internacional ha venido minando a la dictadura y hay que seguir trabajando en
ese sentido. De otro modo, está el peligro latente de comenzar a ver el
surgimiento de grupos anárquicos y terroristas que nadie podrá controlar. Esto
es muy peligroso y hay que evitarlo a toda costa.
¿Por qué, según su opinión la
Santa Sede es hoy una de las únicas instituciones internacionales que todavía
puede intentar una negociación con el gobierno venezolano?
La mayoría de los países que
tienen relaciones diplomáticas con el Estado venezolano han manifestado su
negativa en reconocer cualquier decisión que sea emanada por la Asamblea
Constituyente. Por ejemplo, han dicho que si los créditos que pida la Nación a
entidades extranjeras no son aprobados por la Asamblea Nacional, la única
soberana y constitucional, elegida por voto directo y universal en el 2015, no
serán otorgados al gobierno. Sin embargo, el camino de la presión internacional
no puede reducirse sólo a lo económico. Tiene que verse con otra óptica más
amplia y de tipo geopolítico. Y es aquí donde el Vaticano tiene un rol
importante.
El drama venezolano pasa,
necesariamente, por Cuba. Digo esto porque he insistido en que el chavismo que
gobierna es el castrista. El Vaticano puede ejercer presión o iniciar
negociaciones con Cuba sobre el caso venezolano. Este diálogo con Cuba pudiera
contribuir, al menos, a presionar al gobierno venezolano para que reconozca la
crisis y abra un “canal humanitario” porque la gente se está muriendo. La
apuesta del Vaticano debe estar en esa dirección. El Papa Francisco cuenta con
la estatura moral y la credibilidad internacional suficiente para captar la
atención a nivel internacional sobre el tema humanitario y lograr el envío de
alimentos y medicinas a Venezuela. Esto minaría aún más al gobierno y
permitiría salvar muchas vidas que hoy están en peligro de morir.
¿Cómo evalúa las sanciones del
gobierno Trump a Venezuela?
Trump es la versión
capitalista del totalitarismo de Chávez. Tiene una idea absoluta del poder y
usa vías paralelas, y no oficiales, para gobernar. Actualmente controla todos
los poderes públicos y usa la política del amigo y el enemigo de Shmidt como lo
hacía Chávez. Lo peor que pudo haber hecho es amenazar a Venezuela de una
posible invasión militar porque eso sólo beneficia al discurso
anti-imperialista castrista que sigue el gobierno. Pero ya, tanto la oposición
como la Iglesia, se han pronunciado en contra de la advertencia que hizo Trump
al gobierno de Venezuela sobre una posible invasión militar. También se han
pronunciado en contra de esto todos los países de la región. Sin embargo, no
olvidemos que las relaciones entre Maduro y Trump no son tan malas como
aparentan y aparecen en los medios. Maduro contribuyó con 500.000 dólares a la
campaña de Trump, a través de la filial de PDVSA en EE.UU., que es CITGO.
Además, Estados Unidos es el primer socio comercial de Venezuela y Venezuela es
dueña de una de las redes de distribución de gasolina más grandes de todo
EE.UU. Las sanciones que ha puesto el gobierno de EEUU no han sido al Estado
Venezolano ni a sus ciudadanos, sino a figuras políticas que están involucradas
en corrupción y narcotráfico internacional. Si Colombia es el primer productor
de droga del mundo y EEUU es el primer consumidor, hoy Venezuela es el primer
país de tráfico aéreo de la droga. Esto cambia la imposición internacional
frente al gobierno venezolano.
La acción internacional debe
seguir el camino que se inició con la Declaración de Lima, mediante la cual se
ratificó el desconocimiento a la fraudulenta Asamblea Constituyente, se
reconoció la legitimidad de la Asamblea Nacional electa en el 2015 por voto
universal y secreto, y se confirmó a la Fiscal Luisa Ortega Díaz como única
Fiscal General de la República. En este último caso se le está dando un
respaldo, por parte de la comunidad internacional, al chavismo democrático que
quiere sobrevivir luego de este drama que vivimos. Esto último es muy
importante si queremos una transición viable. Pero la comunidad internacional
debe sumarse al esfuerzo, en colaboración con el Vaticano y la Iglesia
venezolana, de presionar más para que se abra ya un canal humanitario, y puedan
ingresar alimentos y medicinas al país.
Fuente:
http://www.reflexionyliberacion.cl/ryl/2017/08/18/el-drama-venezolano/#.WZe0JWi4Cq4.twitter
20-08-17
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