Editorial
Por El Nacional
El 31 de enero no fue “un
gran día”, como había pronosticado el lunes Jorgito Rodríguez parafraseando “a
ese gran cantautor catalán Joan Manuel Serrat”. Se nota que Jorge sí es un
intelectual de valía y no como insiste Jaime Bayly en negarle tal honra, boxeando
ante las cámaras con Rafael Poleo.
Mal ejemplo escogió Jorge,
el negociador oficialista, porque en Cataluña no quieren a Serrat porque canta
en español y, por si fuera poco, en este momento se ha armado la de Dios es
grande en Barcelona porque el “president” Carles Puigdemont reculó y teme que
Rajoy lo meta en chirona por haber proclamado vía exprés la independencia
catalana. El acto independentista resultó más aparatoso que la salida del
clóset de Kevin Spacey, el de House of Cards.
Pero sigamos con lo nuestro,
el diálogo en Dominicana, que Jorge insiste en inflar hasta lo indecible. Ahora
resulta que estas conversaciones que Maduro daba prácticamente por culminadas
(“faltan apenas un par de asuntos”) se han convertido en un culebrón, como
dicen en España. Y vaya qué clase de culebrón. En cada capítulo (o viaje a
República Dominicana) van muriendo los personajes, o salen de la trama no por
un conflicto sino por cansancio, fastidio o porque se sienten mal del estómago.
El canciller de México tiró
la toalla porque, como es lógico, en su país lo necesitan para asuntos más
importantes que escuchar a Jorgito and his sister. Ayer abandonó por las
mismas causas el canciller de Chile, que ya tiene suficiente con las charlas
sobre dieta de la señora Bachelet.
Los representantes de la
oposición han ido desertando (como dicen los cubanos cuando sus deportistas
huyen a Estados Unidos) ya sea porque Maduro adelantó la fecha de las
elecciones presidenciales y eso es jugar sucio (¿alguna vez ha jugado limpio?),
otros porque les molesta la presencia de alguien en la delegación opositora y
eso es suficiente para decir “ya vuelvo” y darse a la fuga.
Resulta por demás doloroso
que algunos negociadores no entiendan que un diálogo de tanta importancia (o
por lo menos así lo anuncian) se reduzca a una carrera de 100 metros planos
ganada en fracciones de segundos. Sería interesante que repasaran las
innumerables y larguísimas reuniones dedicadas a solo establecer los protocolos
de las “reuniones preparatorias” para encaminar el fin de la guerra en Vietnam.
Salvando las distancias, que
son bastantes, en el caso de Venezuela no puede aspirarse a convertir en
pacíficas y bondadosas ovejas a una lumpen burguesía que flota en un mar de
privilegios gracias al petróleo, a la cual se le quiere rebajar un porcentaje
de sus ganancias ya de por sí infladas, groseras y perjudiciales para el resto
del país. Es como exigir, por las buenas, a los príncipes sauditas que regalen
el petróleo.
Este diálogo ha resultado
tan irracional que hoy por hoy significa lo mismo llegar a un acuerdo o lo
contrario. De la manera en que ha sido concebido y con las infinitas ventajas
que se le han dado a Nicolás Maduro y a su camarilla de civiles y militares, el
oficialismo lleva la voz cantante hasta el final. Veamos esta joya de Jorgito:
“Saludamos el esfuerzo que ha hecho la oposición, que a pesar de las amenazas
se ha mantenido firmemente discutiendo con nosotros”.
01-02-18
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