Héctor Antolínez 15 de octubre de 2018
El director del Centro de Estudios
Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Benigno Alarcón,
señala que es vital que en la “orquesta” de la oposición se logre construir un
liderazgo único que sea capaz de conducir el accionar de los grupos que se
oponen al gobierno de Nicolás Maduro, ya que, de lo contrario, podría perderse
una ventana de acciones que nacen del desconocimiento de las presidenciales de
mayo, algo que, dice, pasará en enero.
Caracas.
Fue el pasado 18 de septiembre cuando el director del Centro de Estudios
Políticos de la UCAB, Benigno Alarcón, publicó una editorial en la que propone
la realización de unas elecciones primarias para elegir a un nuevo líder dentro
de los factores de la oposición, algo que, en su momento, aseguró era vital
para rearticular a la oposición, algo que, insiste, debe hacerse pronto.
En su
propuesta reconoce que existe un alto grado de desconfianza en la dirigencia
opositora y que precisamente por eso y para disminuir la posibilidad de
conflictividad entre dirigentes opositores, deben hacerse unas elecciones
primarias en las que las personas puedan votar por varios dirigentes a la vez,
dándole el liderazgo a aquel dirigente que sume más votos.
Toda
la propuesta tiene como objetivo el cambio democrático en Venezuela, algo que,
a su juicio, es posible, debido a que el Gobierno está en un “débil
equilibrio”; sin embargo, pide que no se malinterprete como que “está cayendo”.
Debe generarse presión y para eso es necesario, como él lo dice, “un liderazgo
unificado”, que la gran mayoría de venezolanos que quieren un cambio en el
país, y que está dividida en varias minorías, sumen sus fuerzas.
-¿Cuál
es la lectura que hace del panorama político actual en Venezuela?
Lo veo
así: el Gobierno está en equilibrio, como un bolígrafo parado sobre la mesa,
pero es un equilibrio muy débil. Tú mueves la mesa y se cae porque la base de
sustentación es muy estrecha. Está en un equilibrio muy precario, sí, pero
equilibrio al fin de cuentas, en el que, si nada se mueve, puede mantenerse por
mucho tiempo.
-¿Es
falso entonces cuando se dice que el Gobierno está consolidado en el poder?
Yo no
lo veo consolidado, está en un equilibrio muy precario, pero eso no quiere
decir que el Gobierno va a caer o que está a punto de salir, lo que quiere
decir es que si la situación se mantiene estable, el Gobierno también se
mantendrá estable. Pero si hay fuerzas que empiezan a mover, a hacer temblores,
así sean pequeños, pudiera desbaratarse todo ese equilibrio.
Digo
que el equilibrio es precario porque todos estamos conscientes de que la
situación económica es muy delicada y que la gente no puede proveerse de las
cosas que necesita para vivir, eso es innegable. Pero, con esa situación
delicada, el Gobierno se inventó una forma de ayudar a la gente en la situación
más difícil a cambio de su lealtad. Hay fuerzas que empujan hacia un lado y el
Gobierno empuja hacia el otro.
Hay
una gran mayoría que quiere un cambio en lo político, lo social y lo económico,
pero esa mayoría está fracturada en muchas minorías, todas empujan hacia lados
distintos y entonces el Gobierno puede mantenerse en equilibrio.
-¿De
esa idea parte su propuesta de buscar un liderazgo opositor unitario?
Exacto.
La gran mayoría demanda desarrollo político, pero esa demanda es muy difícil
empujarla en una misma dirección si no existe una sincronización de todas esas
fuerzas.
Si
tienes 80 % de la población que conforma una orquesta, pero cada quien toca por
su lado y con una partitura distinta, lo que va a salir no es música, es ruido.
Proponemos que la orquesta se unifique bajo un solo director de orquesta para
que la gente empiece a sincronizarse.
Actualmente
podría hablarse de una orquesta acéfala. Algunos dirían que eso no es así
porque sí hay líderes, pero entonces el problema es que tiene muchas cabezas y
así tampoco puede funcionar.
–
¿Cómo se hace entonces para seleccionar un único líder que comande la
oposición? Usted habló de unas elecciones, ¿siente que pueden hacerse en el
panorama actual?
Creo
que pueden hacerse si hay la voluntad política de entender que el país necesita
soluciones y las necesita ya. Una elección primaria es lo que estamos
planteando, pero no entre partidos únicamente, sino entre todo el liderazgo que
se sienta capaz de llevar a delante un proceso de transición. Implica la buena
voluntad de quienes quieren sacar el país adelante.
Es
fundamental que la gente decida por una razón básica: un Gobierno de transición
necesita un nivel de legitimidad muy grande. Es imposible dirigir un proceso si
no se confía en quienes lo dirigen. Si la gente no confía en el mando de
transición, la única forma de mantener la gobernabilidad es por la fuerza y
entonces eso ya no es un proceso democrático, y la idea es lograr una
transición democrática.
-¿Y
cree usted que las personas participarían en ese proceso? Pareciera que lo que
más interesa a la gente no es lo político sino lo económico
Yo
creo que la gente sí participaría en ese proceso. En un momento hicimos, desde
la UCAB, una medición en el mes de junio y esta nos dijo que había un
porcentaje muy alto de personas que estarían dispuestas a participar, y eso en
junio, a menos de un mes de una elección presidencial que todos rechazaron.
Cuando tú planteabas la idea de unas primarias con ese objetivo, un porcentaje
un poco mayor al que participó en la consulta del 16 de julio de 2017 decían
que estaban dispuestos a participar. La gente está dispuesta a hacer casi
cualquier cosa que los lleve a una solución.
Yo
creo que sí habría participación. El rechazo no es a participar en elecciones,
el rechazo es a participar en elecciones con este CNE. Si la gente siente que
hay una elección que abre el camino a un posible proceso de cambio, manejada no
por el CNE sino por sectores con credibilidad, estoy seguro 100% de que la
gente participaría masivamente. Creo, además, que sería una elección que
abriría un proceso de cambio.
Tener
un liderazgo único también tendría otra ventaja: los gobiernos no son de un
liderazgo monolítico y si hay una expectativa cierta de que el cambio se va a
producir, habría actores del lado oficialista que estarían dispuestos a
negociar las condiciones de ese cambio y para eso ahora tendrían a alguien con
quien hablar. Hoy en día, si alguien del Gobierno quisiera hablar para unas
elecciones libres, con quién habla. Porque lo cierto es que si se habla con A,
no necesariamente se esté hablando también con B o C.
Usted
en su editorial propuso una elección de votos múltiples. ¿Por qué?
-Hicimos
la propuesta que para algunos es difícil de digerir, pero yo creo que no
representa ninguna dificultad para el elector, que es que la gente no vote por un
candidato, sino por dos o tres. Esto tiene una ventaja: reducir la pugnacidad
entre quienes compiten en la elección porque si un candidato quiere obtener
buena parte de los votos de otros candidatos, no puede atacar a los dirigentes
porque así no tendría los votos de sus electorados.
-¿Este
proceso ayudaría a disminuir el rechazo que hay en torno a la dirigencia
opositora?
Creo
que sí. Una cosa que va a pasar, por lógica elemental. Si los únicos candidatos
que se presentaran en ese proceso fueran los que todos conocemos, la gente
entre esos escogería al que piensa que es mejor.
Nosotros
desde el día uno hemos dicho que esa elección debería ser totalmente abierta,
en el sentido de que puedan participar, incluso, quienes están inhabilitados,
presos y quienes están fuera del país. Hay gente que se pregunta cómo alguien
que está preso puede liderar un proceso. Bueno, no hay que olvidar que, en el
caso de Sudáfrica, Nelson Mandela estaba preso y pudo negociar el proceso de
transición.
-¿Qué
pasaría si el Gobierno, ante señales de una rearticulación de la oposición,
lanza un proceso electoral nuevo para agarrarlos mal preparados?
Creo
que es una opción y que por eso se tiene prisa en hacer esto. En esta elección
primaria yo también incluiría una consulta y, aunque a muchos no les gusta,
sería la que Lenín Moreno propuso. Le preguntaría a la gente si quiere una
nueva elección presidencial. Entonces, si tengo una consulta y elección
primaria en la que va a participar un número de personas igual o mayor al de
los que participaron en la elección presidencial de mayo, es muy difícil
negarle al país esa posibilidad. A partir de allí al Gobierno se le pone muy
complicado decir que no porque, además, hay una buena parte de la comunidad
internacional que no reconoció esa elección.
-¿Y
qué pasa si se lanza un referendo para aprobar una nueva constitución y la
oposición aún no se ha articulado?
Ahí
tenemos un problema grave. Creo que si la oposición no se articula, no va a
estar preparada para una elección ni para un referendo, y lo que vamos a ver es
lo mismo que vimos en la última elección presidencial: una parte de la
oposición que llama a no votar y otra diciendo que es la última oportunidad y
que hay que votar en el referendo o en una elección presidencial. De esa
manera, el único resultado posible es salir derrotado. Es unos de los motivos
por los que hay que apresurarse para articular a la oposición.
Hay
personas que señalan que la forma de articularla es a través de un acuerdo. Yo
creo en los acuerdos porque llevo 20 años enseñando negociación en pregrado,
pero el tema es que el resultado del acuerdo puede no tener legitimidad. ¿Cuál
es mi temor? Que se tenga un acuerdo entre cúpulas partidistas y que la gente
no reconozca ese acuerdo.
-¿Si
nada de esto ocurre, qué pasa con el liderazgo actual de la oposición?
Va a
ser reemplazado por un liderazgo nuevo o alguien del liderazgo actual va a
destacar sobre el resto, pero es un proceso de canibalización dentro de la
oposición misma que va a dejar unos cadáveres en el camino, en el sentido
figurado, y va a dejar solo unos pocos sobrevivientes y eso va a ser muy
costoso para todos. Mientras esos sucede la oposición se sigue deslegitimando,
la gente sigue viendo con mayor desconfianza al liderazgo político, el país
sigue retrocediendo en el proceso y no tendremos soluciones a la vista.
-¿Cuánto
tiempo cree usted que tiene la oposición para reaticularse y salir del limbo en
el que está desde finales de 2017?
A esta
ventanita de oportunidades que veo empujando por una elección presidencial para
tratar de decir que la de mayo no se reconoce y no es válida, a ese proceso le
doy de aquí a enero. Si esa ventana se cierra, creo que se podrán abrir otras,
habrá otras oportunidades, pero lo de pujar por una nueva elección presidencial
desconociendo la anterior, que es el discurso de la mayoría de la oposición, se
cerrará, y entonces la oposición tendrá que pensar en otras cosas y con unos
niveles de debilidad mucho mayores. Para enero, yo lo que veo son números
mayores de migración, gente haciendo maleta porque esperaba algo para este año
y no pasó.
Lo que
podría pasar es que se entraría en un paréntesis como el de 2002, que entre ese
año y 2006 no pasó prácticamente nada, y ese año porque era uno electoral, pero
mucha gente fue a votar a regañadientes, y el primer evento de triunfo fue en
2007, con la juventud negándose a reconocer la reelección indefinida.
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