Ismael Pérez Vigil 14 de diciembre de 2019
Muchas
personas afirman que en lo político el año 2019 concluye de una manera similar
a 2018, en lo que se refiere al pesimismo y desesperanza del país, en general,
y del sector opositor, en particular. Muchos elementos avalan esta percepción
ya que los objetivos planteados por la AN y Juan Guaidó en enero de este año
–cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– lucen
lejanos en este momento. Sin embargo, al hacer un balance del año, algo más
profundo, veremos que esta percepción de pesimismo y desesperanza no es del
todo sólida, pues se lograron algunas metas importantes.
El
balance político del año lo quiero hacer girar en torno al liderazgo y
necesariamente, entonces, tiene que ser en torno al líder opositor más
prominente. Además, porque después de casi un año, es normal y hasta necesario
cerrar este periodo con un balance de la actuación política de Juan Guaidó, a
quien se critica duramente, se le llena de calificativos e insultos, se le
culpa de todos los males que padece la oposición, se trata de enterrar su
liderazgo y hasta se le pide que renuncie como presidente interino. Criticar a
Juan Guaidó no es muy difícil, los errores de los que se acusa a la oposición
son variados, están a la vista y son innegables, pero no todos se pueden
atribuir en exclusiva a Juan Guaidó.
Entre
los errores podemos señalar: el fallido intento de ingresar la ayuda
humanitaria el 23 de febrero y las consecuencias colaterales que desató; el
fracasado llamado a la Fuerza Armada el 30 de abril; los fracasados intentos de
negociación y diálogo en República Dominicana –que la oposición abortó– y el
intento de negociación auspiciado por Noruega, que fue abortado por el régimen.
Siguió
a estos dos intentos fallidos de diálogo el intento de concitar una
intervención militar que pusiera fin al oprobioso régimen venezolano. En este
caso a Guaidó se le crítica no ser enfático en esta solicitud, no insistir
directamente con el gobierno norteamericano o el de los países vecinos. Tras
ser negada por los países que podían realizarla, ya hoy nadie apuesta a esa
alternativa y los que la propiciaron, en el sector radical opositor, guardan un
bochornoso silencio y culpan a Juan Guaido por el fracaso de esa “iniciativa”.
Después de eso, todos los esfuerzos de “intervención” externa se han
concentrado en una invocación al TIAR, que como hemos visto no irá tampoco en
el camino de una intervención militar y sus acciones no pasarán –al menos por
el momento– de tomar sanciones individualizadas y personalizadas contra
funcionarios del régimen, que no es poca cosa.
Pero,
lo más grave no son los hechos descritos, sino lo que ellos denotan: la
constatación amarga de que la oposición aún no tiene la fuerza para lograr el
objetivo de poner fin a este régimen de oprobio. Igualmente grave es constatar
los siguientes elementos: primero, que al desánimo desatado contribuyó sin duda
lo ocurrido entre el final del intento de diálogo promovido por Noruega y el 16
de noviembre, al abandonarse por completo, hasta esa última fecha, la
iniciativa de realizar demostraciones o actividades de protesta masivas contra
la dictadura o tratar de organizar a la gente en algunas iniciativas de
movilización y protesta. Es cierto que las razones para protestar son
innumerables y que hay protestas todos los días, pero estas son parciales,
aisladas, menores y sin conexión política que pueda afectar al régimen. Si no
hay conexión política en las protestas y propósito bien definido y expreso de
incrementarle el costo político al régimen por haber llevado al país al caos y
su gente a la miseria, no se logra mayor cosa, pues sabemos que poco les
importan las protestas en sí, en su contra, y las razones que tenga la gente
para hacerlo, simplemente porque al régimen no le importa la suerte que
corremos los venezolanos, mientras lo sustente la fuerza armada en el poder y
disponga libremente de los muchos o pocos recursos del país, sin rendir cuentas
a nadie. Por eso, es tan grave que durante varios meses ni siquiera se hizo el
intento por movilizar al país; resulta en un ominoso error de silencio
político.
El
segundo elemento que quiero destacar es que lo más criticable en la actuación
de la oposición, de toda la oposición, es la generación de expectativas que
estaban lejos de cumplirse y que conllevan desesperanza y frustración. Ese
error no se puede achacar solo a Juan Guaidó, lo es también de muchos otros
líderes –y lideresas– de oposición que hablaban de que faltaban “tan solo días”
y hasta “horas”, para que el régimen llegara a su fin. Hoy muchos de los que
generaron esas expectativas solo culpan a Guaidó por la permanencia del régimen
en el poder, pero no analizan sus propias responsabilidades y culpas en generar
esas falsas expectativas.
No
obstante todas estas críticas, hay que anotar saldos positivos, que resumo así:
1) Tras la juramentación como presidente interino, que incluso algunos
criticamos, Guaidó fue reconocido como presidente por más de 55 países, que aún
lo siguen reconociendo y algunos de esos países han tomado importantes
iniciativas en sancionar al gobierno ilegítimo de Venezuela; 2) el despliegue
diplomático e internacional del gobierno que encabeza Juan Guaidó ha sido muy
importante y exitoso en mantener la imagen de su gobierno, en profundizar el
apoyo internacional a Juan Guaidó y en desenmascarar a la dictadura venezolana
internacionalmente; 3) adicionalmente las giras de Guaidó por el exterior –tras
los eventos de 23F– y por el país, todo el año, han sido exitosas en mantener
el ánimo, infundir esperanza y convocar al pueblo a manifestar y movilizarse
contra el régimen; 4) a pesar de la infortuna que supone que millones de
venezolanos hayan dejado el país, debemos celebrar que su presencia en otros
países ha ayudado a comprender el verdadero alcance de la compleja crisis
humanitaria y de todo tipo que vive Venezuela; esos venezolanos en el exterior
son nuestros mejores emisarios, pruebas vivientes del temple del venezolano y
una reserva importante para la reconstrucción del país; y 5) por último es
importante destacar el esfuerzo de miles de personas, en todo el país, en el
exterior y en todos los sectores, por reunirse a discutir, a reflexionar, a
proponer en torno al futuro desarrollo de Venezuela y plasmarlo en el Plan País,
que falta que sea mucho más ampliamente difundido en 2020.
Un
corolario o reflexión final: líderes políticos hay muchos en el país y surgirán
otros en la medida en que las circunstancias lo demanden, pero tenemos que
rendirnos ante la evidencia y las encuestas que señalan que, a pesar de todas
las críticas y fallos que hemos enumerado, Juan Guaidó sigue siendo el líder
opositor que hoy suscita más simpatía y menos rechazo en la población. El saldo
positivo de Juan Guaidó es superior a sus fallos, sobre todo si constatamos que
algunas de las críticas que se le hacen no tienen fundamento sólido y los
errores no solo se le puedan achacar a él. Creo que se puede decir que el
liderazgo, que sin duda tiene, se lo ha ganado con trabajo y esfuerzo, a pulso,
para decir un lugar común, arriesgando mucho de su seguridad personal y capital
político.
Concluyo
con que, a pesar de los errores cometidos y la matriz de opinión en contra de
Juan Guaido, que el régimen y algunos opositores se empeñan en desarrollar, gracias
a su trabajo, cerramos 2019 con una mejor posición política que en 2018 y una
base más sólida para construir una oposición más efectiva en 2020.
En
la próxima entrega de este balance político de 2019, me referiré a los críticos
de Juan Guaidó.
Ismael
Pérez Vigil
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