Mario Valdez 25 de julio de 2021
@mariovaldez1
Corría
el segundo semestre del año 1994. Una tarde el diputado Pastor Heydra me invita
a visitar al presidente Carlos Andrés Pérez (CAP) en la nueva prisión. Había
salido del Junquito, tenía casa por cárcel, estaba cumpliendo su pena
domiciliaria en la quinta “La Ahumada”, ubicada en la urbanización Oripoto del
municipio El Hatillo, a 20 kilómetros de Caracas.
CAP
había sido destituido de la Presidencia de la República un año antes. Sus
enemigos políticos no lo dejaron concluir su mandato. El afán era someterlo a
un juicio por malversación y peculado. El 18 de mayo de ese año, la Corte
Suprema de Justicia (CSJ) le había dictado arresto preventivo en la cárcel del
Junquito, Pérez ya era un hombre de 71 años. Le salía el beneficio de arresto
domiciliario. Él se negaba a aceptarlo porque consideraba que era víctima de
una confabulación política.
Oripoto
es e por sí es una zona fría, pero esa tarde estaba lluviosa. Después de los
saludos y Pastor hacerle unos comentarios del Congreso Nacional y la política,
el Presidente Pérez – que era un hombre muy ameno, versado y gran conversador y
se notaba que se sentía a gusto con el diputado que además había sido ministro
de la Oficina Central de Información (OCI) al comienzo de su segunda gestión de
gobierno – le dice: “esta visita suya, me provoca tomarme un whisky. Seguro que
a ustedes no les disgusta Pastor”.
Nos
sirven tres whisky de una botella de Dimple (conocidas como tres filos).
Pastor, entre sus anécdotas y risas, le comenta que la situación en Acción
Democrática era crítica. El movimiento sindical, la CTV. Recuerdo que cuando le
mencionó a Jaime Lusinchi y le dice: el hombre está esperando sentencia; puede
terminar con una condenatoria, CAP le riposta: eso no puede ser, no se dan
cuenta que van a acabar con la democracia por esa sed de venganza.
Presidente
como ya usted sabe a Blanca Ibáñez y a José Ángel Ciliberto les dictaron
sentencia condenatoria por el caso de los 65 Jeeps. CAP se apura un trago y
larga una carcajada. Le dice, Pastorcito eso estaba cantado. Es que la gente no
aprende. Usted sabe de mi amistad de toda una vida con Jaime. En su momento le
dije: “Jaime, a las mujeres se les da joyas; dinero; pero no se les da poder”.
La CSJ
con Dios y con el diablo
La
extinta Corte Suprema de Justicia (CSJ) en esa época estaba compuesta por 15
magistrados. El ponente en el juicio contra CAP era el magistrado Luis Manuel
Palis que repartió entre los miembros del alto tribunal un proyecto
condenatorio de cuatro años de presidio, realmente sin pruebas que sustentaran
ese fallo.
Pasaron
más de dos meses con la ponencia – no encontraban cómo decidir. Buscaron una
salida salomónica. Tenían que complacer a las partes, quedar bien con Dios y
con el diablo. No tuvieron la valentía, el coraje de decidir en derecho con
justicia y equidad, porque la sentencia debía haber sido absolutoria, ya que
sin plena prueba nadie puede ser condenado. Pero por una parte, tenían que
complacer a “Los notables” que pedían la cabeza y sentencia condenatoria de
CAP.
Eran
sus enemigos, ya no los adversarios políticos. La presión pública, los medios
de comunicación y sus dueños Miguel Henrique Otero (El Nacional), Marcel
Granier (Rctv), entre otros, jugaron a la anti política, desprestigiando las
instituciones, a los partidos políticos y sus dirigentes. Por la otra, los
magistrados estaban conscientes que estaban condenando a un hombre inocente, no
había elementos probatorios ni de convicción para el fallo que iban a tomar.
Sabían que tenían que aplacar la ira de ese animal político que era Carlos
Andrés Pérez. La CSJ terminó dictando una sentencia condenatoria contra CAP de
dos años y cuatro meses.
El alto
tribunal tuvo tres años instruyendo y estudiando el expediente de CAP, tiempo
más que suficiente para analizar bien si había o no pruebas para sentenciar
como lo hizo. Nunca se demostró ni peculado ni malversación de fondos.
Salió
en libertad como un huracán. Durante el tiempo de encierro se creció su
posición de estadista e integracionista de América Latina. La sentencia no lo
inhabilitó políticamente. Siguió haciendo uso de sus derechos civiles y
políticos, regresó a la arena política, y resultó electo Senador por su estado
natal, Táchira. Lo demás es historia conocida.
Mario
Valdez
@mariovaldez1
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