Por Hugo Prieto
De los balances
urgentes que el país necesita para salir del abismo en el que caímos, sobresale
uno -lamentablemente no es el único- que refiere al campo político y al papel
que la izquierda ha jugado desde la derrota que sufrió en los años 60. Partidos
políticos que se dividen una y otra vez, quiebres institucionales, ausencia de
crítica y una proverbial insistencia en el error… sin ensayo. La equivocación
fatídica más reciente fue subirse al autobús de Hugo Chávez.
En la destrucción que
estamos viviendo, la izquierda ocupa un asiento VIP. He querido hablar de este
tema con Trino Márquez*. La izquierda, que disfrutó de espacios de poder a
partir de las elecciones de 1973, lo desechó todo en el cesto de la basura y
asumió el papel de víctima maltratada. Pero el silencio, la complicidad y el resentimiento
-esa enfermedad del alma que no tiene cura- siguen su curso como el remanso de
un río, cuyas aguas cloacales lo contaminan todo. La historia ha sido cruel
porque nos enseña sin ahorrarse los costos más elevados de una pavorosa crisis
que parece interminable.
En una ocasión, el
poeta cubano Octavio Armand, no sin una expresión de ironía en el rostro, me
dijo que mientras la guerrilla en Cuba se alzó en armas en contra de una
tiranía despiadada, en Venezuela lo hizo contra de un Gobierno legítimamente
electo. ¿Usted cree que, en términos electorales, la izquierda fue consecuente
con el juego democrático y la institución del voto?
La izquierda que
entendió la derrota de los años 60 -el Carupanazo, el Porteñazo, la invasión
por Machurucuto, la invasión por Falcón-, la izquierda que entendió que la
estrategia desarrollada por Fidel Castro y por la dirección del Partido
Comunista y del MIR había sido derrotada, fue leal con la democracia a partir
de los años 70, fue la izquierda que participó en las elecciones de 1973,
cuando salió electo Carlos Andrés Pérez por primera vez. Y fue una izquierda
que se incorporó, de manera leal, a las discusiones en el Congreso de la
República y que asumió la lucha electoral, dentro del esquema del Estado
republicano que se diseña en la Constitución del 61. Esa izquierda, además,
internalizó los valores de una democracia con rasgos republicanos, liberales y,
por supuesto, democráticos. Sin embargo, hubo una izquierda residual que nunca
aceptó la derrota de los años 60. Que siempre enarboló la lucha armada como una
vía legítima para alcanzar el poder, que siempre asumió una crítica despiadada
de lo que ellos llaman «la democracia burguesa», y que siempre creyó en el
modelo (la teoría del foco) establecido por Fidel Castro y el che Guevara para
América Latina, pero anterior a eso por el modelo maoísta, que fue el que le
permitió a Mao Zedong tomar el poder en 1949.
Entonces, ¿podríamos
hablar de dos izquierdas?
Sí. Dos izquierdas
distintas. Una socialdemócrata, que creía en los valores republicanos, incluso,
en los valores liberales, en el sentido de que al Estado hay que ponerle
límites en su actuación. Y una izquierda insurreccional, revolucionaria, muy
autoritaria, que nunca aceptó plenamente la derrota de la lucha armada. Esas
dos izquierdas coexistieron durante mucho tiempo. La izquierda democrática fue
muy exitosa y su expresión más acabada fue el MAS. Durante la década del 70, el
MAS eclosionó y tuvo una gran relevancia en la lucha política nacional.
Mientras que la otra izquierda, la izquierda insurreccional, representada por
Bandera Roja, por la OR (Organización de Revolucionarios) y otras
organizaciones, algunas de ellas se legalizaron después del triunfo electoral
de Luis Herrera Campíns, una de ellas -la OR- tenía un frente legal, la Liga
Socialista, donde militaba Jorge Rodríguez padre, David Nieves y una figura que
todavía existe, que se llama Julio Escalona.
El MAS y la Causa R
crecieron electoralmente en los años 80, incluso durante la crisis de la
democracia, recrudecida en los años 90. Esa izquierda ganó gobernaciones
importantes (Zulia, Bolívar, Aragua). Una década después esa izquierda abandona
esos espacios de poder para subirse al autobús de Chávez. ¿No resulta
paradójico a estas alturas?
Lo primero que habría
que decir es que un sector de la izquierda sigue adherido al proyecto
democrático. Dentro del MAS, por ejemplo, hubo una discusión muy intensa y
dirigentes históricos (Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Freddy Muñoz)
detectaron en Chávez una figura nociva, una contrafigura que iba a destruir la
democracia. Otros sectores, creo que estaba allí Felipe Mújica, más tendidos a
la izquierda, no vieron ningún peligro y fueron ellos los que terminaron
apoyando la candidatura de Hugo Chávez. Pero el MAS se dividió en esa
oportunidad. Es decir, la discusión dentro de la izquierda fue muy intensa y un
sector institucional se mantuvo como defensor de la democracia representativa.
Recordemos las definiciones de Teodoro, él hablaba de una izquierda borbónica,
que no olvidaba ni aprendía y una izquierda liberal. Digamos, Teodoro asumió,
durante gran parte de su vida, el proyecto democrático, reconoció los errores
que había cometido en la década de 1960. En su libro Proceso a la
Izquierda hizo un balance muy descarnado de lo que ocurrió en esos años.
No dudaba en llamar (a la izquierda residual) cavernícola y sobre todo muy
autoritaria. Era una izquierda que no creía en la alternancia del poder, en la
división de poderes. Por el contrario, creía en el Estado unitario y de la
eternización de la casta dominante en el poder. Teodoro fue muy crítico de esas
posturas y por eso no apoyó las proposiciones de Hugo Chávez.
Podríamos mencionar el
caso de la Causa R, que también había aceptado el juego electoral y la
democracia representativa. Hubo personalidades que fueron consecuentes, pero
los aparatos políticos, los aparatos de control, los aparatos ideológicos, no
lo fueron. Se pusieron al servicio de Hugo Chávez. Sin ninguna crítica, sin
mayores reflexiones sobre cuál era la propuesta del señor Hugo Chávez. ¿Tiene
una explicación sobre eso?
En efecto, hay un
sector en la izquierda que jugó al oportunismo más rampante, más descarado, que
había asumido política e intelectualmente la derrota de los años 60, la derrota
de la lucha armada, que entendía que el camino para Venezuela era la democracia
representativa, si bien había que mejorarla y perfeccionarla, que incluso apoyó
los proyectos de reforma política e institucional promovidos por la Copre, a
partir de mediados de los años 80, que se entusiasmó con el proyecto de
descentralización política y administrativa del Estado y con la propuestas de
reforma de los partidos políticos, que también se entusiasmó con la reforma del
Poder Judicial, que apuntaba a garantizar su autonomía, frente a un Poder
Ejecutivo, tan poderoso como el que ha habido en Venezuela, sobre todo después
de la nacionalización petrolera. Hubo una izquierda que se entusiasmó con esas
reformas democráticas y que lucharon por impulsarlas.
Una de las propuestas de la Copre fue la elección directa de gobernadores y alcaldes. Un paso fundamental para la reforma institucional del Estado.
Esa izquierda participó
activamente en las elecciones regionales. Por eso, Carlos Tablante, un
militante del MAS, resultó electo en la gobernación de Aragua; Andrés
Velásquez, de la Causa R, en la gobernación de Bolívar, y Lolita Aniyar (MAS)
en la del Zulia. Ese liderazgo regional tenía proyección nacional. Dentro de
ese cambio institucional tan importante, la izquierda -más a la izquierda- de
la socialdemocracia (representada por AD) se comprometió con la democracia y
con las reformas que iban a remozar el Estado democrático, el Pacto de Punto
Fijo y la Constitución del 61. Pero hubo otra izquierda que se mantuvo
indeleble y firme en sus posturas pro cubanas, pro fidelistas. Que creía que el
poder había que tomarlo para construir una democracia distinta a la democracia
representativa. Que había que construir un Estado distinto al Estado
republicano y una sociedad distinta a la sociedad liberal. Que había que
redefinir la democracia representativa para llamarla democracia directa y
participativa. Esa es una izquierda que no fue leal con la democracia y la que
se entronizó en el poder a partir de 1998, cuando ganó Hugo Chávez. Si revisas
lo que fue Quinta República y lo que luego se llamó el chavismo, hubo allí una
mezcla muy extraña, sectores encumbrados de la clase media, sectores
empresariales (industriales importantes), desencantados con AD y Copei y con el
segundo gobierno de Caldera. Pero el núcleo central de ese movimiento estaba
constituido por residuos de la izquierda insurreccional. Allí estaba Tercer
Camino de Douglas Bravo y sectores de la Liga Socialista, donde militó el señor
Nicolás Maduro. Además de sectores que nunca abandonaron la idea del entrismo
en las Fuerzas Armadas, que vieron a las Fuerzas Armadas como un trampolín para
destruir la democracia representativa.
La propuesta de
democracia directa y protagónica está perfilada en las posturas del teórico
argentino Ernesto Laclau.
Y también en el primer
apoyo teórico importante de Hugo Chávez, el señor Norberto Ceresole. Además del
italiano, Tony Negri.
Todo esto desemboca en
la idea de que un solo hombre (un caudillo) podía gestionar las demandas y el
malestar de sectores importantes del pueblo, que había sido defraudado, una y
otra vez, por las democracias endebles, cuyas instituciones eran ineficaces y
corruptas. La izquierda estaba en conocimiento de eso.
Esa izquierda, de la
que estamos hablando, es muy mesiánica. Después de 40 años de dictadura
comunista seguía admirando a Fidel Castro. Decía que Pinochet era un dictador
despiadado, pero que Fidel Castro era un demócrata que no había podido
desplegar su proyecto social por culpa del bloqueo de Estados Unidos. Esa es
una izquierda que siguió apegada al caudillismo, al personalismo, al Estado
centralista, vertical. No creo que se pueda hablar de una izquierda homogénea,
sino de una izquierda con grandes grietas. Por eso me gusta la definición de Teodoro,
que habló de la izquierda borbónica y la izquierda progresista, porque, en
efecto, hay una izquierda que alguna vez fue marxista, que alguna vez creyó en
la dictadura del proletariado, como creyó Teodoro, pero que luego se desprendió
y entendió que la dictadura no era buena, pusiésele el apellido que se le
pusiese. La dictadura terminaba siendo tiránica, acabando con las libertades y
los derechos humanos. Tal como ocurrió en Cuba. Yo creo que es muy importante
agarrar el bisturí y hacer esa disección entre esas dos izquierdas.
Trino Márquez retratado por Lara Blacklock | RMTF
Las organizaciones de
izquierda que se plegaron al proyecto de Chávez fueron desechadas, apartadas a
un lado. En sus inicios, es cierto, el Movimiento Quinta República era muy
variado, pero luego de 20 años, el chavismo se muestra compactado, decantado.
Uno ve que figuras del PPT, de Tupamaros que, al cabo de unos años, o Hugo
Chávez o Nicolás Maduro le dijeron… hasta aquí llegó el autobús, bájese.
Eso pasó hasta con el
Partido Comunista, al que le dieron una patada.
Sí, pero ninguna de
esas organizaciones ha hecho un balance, una autocrítica de lo que ocurrió. El
proceso político venezolano, desde la izquierda, merece una reflexión.
El PPT que dirige
Rafael Uzcátegui, el Partido Comunista y otras organizaciones, que, en su
momento, integraron el gran Polo Patriótico, fueron excluidas porque en
principio se negaron a integrarse al PSUV (2007), la organización que Hugo
Chávez crea bajo la idea de que sea el partido único de la revolución, un
partido hegemónico como llegó a ser el Partido Comunista de China o el Partido
Comunista de la Unión Soviética. Una de las primeras decisiones que toma Lenin
(después del asalto al Palacio de Invierno) es el cierre de la Duma
(Parlamento) y acabar con los partidos políticos. Esas fueron las decisiones
que se adoptaron porque había que crear un partido único. Esa es la idea de
Fidel Castro. De hecho, en Cuba, están eliminadas constitucionalmente las
organizaciones opositoras y existe solo el Partido Comunista de Cuba. Esa idea,
la del partido único de la revolución, es la que asoma Hugo Chávez en el año
2007. Lo que ocurre es que estas organizaciones, empezando por el Partido
Comunista, dijeron: «No, nosotros no nos vamos a disolver dentro del partido
que propone Hugo Chávez, porque el Partido Comunista es una organización creada
en 1931».
No se disolvieron en el
PSUV, pero se disolvieron en un torrente autoritario, en esta exponencial
concentración del poder. A fin de cuentas, perdieron toda esa significación que
habían ganado en los años 80. Los sectores de izquierda, aunque estemos
hablando de la izquierda borbónica, también dilapidaron un capital
político.
Yo creo que el problema
es que esa izquierda, ¡esa izquierda!, no asumió nunca el proyecto democrático,
que incluye muchas cosas, entre otras, no solamente creer en el voto popular,
sino en que tú necesitas un Estado que se pueda controlar, que tenga «checks
and balances», como dicen los gringos, que tenga organismos contralores, que el
Ejecutivo sea controlado por el Legislativo, que el Poder Judicial sea,
realmente, un árbitro entre los dos poderes, que la sociedad -a partir de sus
organizaciones de base, de sus organizaciones políticas, de sus sindicatos, de
sus gremios, de sus asociaciones vecinales, de sus organizaciones estudiantiles
y ligas campesinas- tenga capacidad de control sobre el Estado. Esa oposición
de la que tú hablas no cree en la independencia de los medios de comunicación.
Por el contrario, cree que los medios de comunicación tienen que estar
maniatados y subordinados a leyes que provengan del Ejecutivo nacional en el
Gobierno. El problema es que esa oposición no asume las consecuencias de la
democracia factual. No entiende que las minorías tienen que ser incorporadas y
respetadas.
Cuando uno entiende que
la izquierda democrática tiene cabida legítima en el sistema político -por más
diferencias que se tengan o existan- entonces son tus adversarios políticos,
pero no tus enemigos, y eso solo es posible en la democracia representativa. El
único espacio que le brindaba a esa izquierda retrógrada cabida, espacios de
deliberación y de poder político.
Esa izquierda no
entendió la naturaleza autoritaria del proyecto político del chavismo. Algunos
de esos sectores quizás pensaron que era posible controlar a Hugo Chávez. Pero
no entendieron la dimensión del personalismo y del militarismo y, por lo tanto,
el autoritarismo que encerraba el proyecto chavista. A pesar de la claridad con
la que habló Hugo Chávez todo el tiempo. Al entronizarse, al cohesionarse, el
proyecto chavista como un proyecto hegemónico, excluyente, ellos quedan
descolocados, porque tenían dos opciones: se plegaban de manera incondicional
como segundones o pasaban a una oposición que nadie entiende. ¿Cuál es la
oposición que dirige Rafael Uzcátegui? No tiene ninguna resonancia, ninguna
proyección. El Partido Comunista tampoco, creo que ni siquiera sacó un diputado
en las últimas elecciones legislativas.
¿No es una ironía que
haya sido Hugo Chávez, primero, y luego Nicolás Maduro, quienes le hayan dado a
la izquierda «borbónica» una lección de lo que es el leninismo?
No solamente de
leninismo, sino de estalinismo. Porque esto es una cosa estaliniana lo que ha
impuesto el señor Nicolás Maduro. Aunque no del todo, porque el Partido
Comunista de la Unión Soviética era una columna dentro del andamiaje del poder
soviético, que además lo tenía controlado en ese imperio que era la URSS. Eso
no tiene nada que ver con el PSUV. Un partido que tiene el 11 por ciento en las
preferencias populares y que se ha convertido en una máquina electoral,
exclusivamente. ¿Pero dónde están los sindicatos importantes en el PSUV? ¿Dónde
está el PSUV en el movimiento gremial, en el movimiento magisterial, por
ejemplo? Aquí lo que hay es una versión degradada del estalinismo. Una versión
pervertida, porque esto, más que estalinismo, es militarismo. La columna
vertebral del gobierno de Nicolás Maduro descansa en dos pilares, por un lado,
las Fuerzas Armadas y por el otro los grupos paramilitares, regulares e
irregulares.
¿Cuál cree que es la
influencia del castrismo en Venezuela?
Me acabo de leer un
libro, La Invasión Consentida, que describe -con un sólido apoyo
documental-, la manera en que los cubanos fueron ocupando todos los espacios
-política, social, económica, cultural e institucional- del país. Es alarmante
el poder de los cubanos dentro de la estructura del Estado y el control que
tienen sobre instituciones como los cuerpos de seguridad y las Fuerzas Armadas.
Sigue siendo enorme la presencia cubana, la presencia del fidelismo, aquí en
Venezuela. No tengo duda de que la presencia cubana es importantísima y el
trade off es el envío de cargamentos de petróleo -a pesar de la pronunciada
caída de la producción de PDVSA- por la asesoría en seguridad y políticas
represivas.
Han transcurrido más de
20 años del chavismo en el poder. ¿No cree que a estas alturas se pudiera
escribir una versión actualizada de «Proceso a la Izquierda»? ¿Por qué no se ha
escrito ese libro? ¿Por incapacidad intelectual? ¿Por cobardía política? ¿Por
dejadez? ¿O por una combinación de estas tres cosas?
Yo creo que se combinan
varios factores. Un intelectual «orgánico», para utilizar la expresión de
Gramsci, como lo era Teodoro Petkoff, no es fácil de reproducir. Un pensador
como él no lo veo en el campo de la izquierda. Diría que esa es una primera
razón. Y la otra es que quienes podrían asumir este balance crítico y esta
ruptura radical con el autoritarismo, con el militarismo, que representa Hugo
Chávez y de forma más degradada Nicolás Maduro, este saldo de cuentas con el
pasado, es difícil hacerlo si no estás plenamente convencido de que se cometió
un error gigantesco con Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Que el país cometió un
enorme error, creo que fue un país que se dejó llevar por el resentimiento, que
se dejó engañar (y auto engañar) porque los problemas del período democrático
se abultaron de manera interesada. Se creó la leyenda negra de la democracia
representativa. Se denostó del Pacto de Puntofijo y de la Constitución del 61.
Y, bueno, reconocer que esos fueron gravísimos errores es difícil.
***
*Trino Márquez. Sociólogo. Profesor titular de la UCV.
Doctor en Ciencias Sociales, con posdoctorado en esa disciplina (UCV).
Ensayista. Autor de varios títulos, entre otros: Hugo Chávez, Caudillo,
Cómo el populismo destruyó la democracia venezolana, El ascenso de Hugo Chávez
al poder. Articulista permanente en distintos portales. Asesor de
Consultores 21.
25-07-21
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