BBC News Mundo 22 de julio de 2021
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Entre
los más de 5,6 millones de venezolanos que han salido de su
país en los últimos años por la hiperinflación, la escasez, la violencia, la
persecución, los salarios bajos y la falta de oportunidades, muchos son niños.
La ONG
World Vision pidió a varios niños venezolanos que fotografiaran su nueva vida,
y las imágenes se recogen en el fotolibro Habitar.
En BBC
Mundo hablamos con dos de ellos para que también pusieran palabras y explicaran
qué sienten tras haber abandonado Venezuela y empezado de nuevo con su familia
en otro país.
Juan
David, 11 años, Cúcuta (Colombia)
Nos
vinimos a Cúcuta hace dos años por la situación del país y cuando nos quitaron
a mi hermana Bárbara. Los chicos eran muy malos y nos amenazaron y nos quitaron
la casa y nos vinimos a Colombia.
[Su
madre me cuenta, sin querer explicar demasiado delante del niño, que fue
secuestrada y que le quitaron a una de sus hijas. Ella se marchó a Cúcuta
primero con otra de sus hijas y más tarde fue a buscar a Juan David y a otros
dos hijos]
Cuando
se fue mi mamá me quedé muy triste porque era mi mamá y no la iba a ver.
Venezuela
me gustaba, me la pasaba jugando con mis amigos a pelota, béisbol, fútbol y
también me gustaba porque era un campo y comíamos mucha fruta. Nos la pasábamos
de arriba para abajo con mi mami recogiendo fruta, buscando leña para cocinar y
me encantaba mucho porque era como una novela.
[Juan
David y su familia están en una vivienda muy pobre similar a la que habitaban
en Venezuela. No pagan arriendo porque no está apta para vivir y no hay gas.
Cocinan en un fogón, por lo que Juan David, como en Venezuela, debe ir a
buscar leña]
El
viaje a Cúcuta fue una noche en un autobús. Dormimos en el asiento, hacía mucho
frío. Yo quería amanecer para ver llegar a Colombia, pero no lo logré y el
sueño me venció.
Cúcuta
es casi igual a Venezuela porque estamos en la frontera, es muy parecido.
Aquí
es más fácil conseguir comida pero aquí los nombres de los dulces son
diferentes a Venezuela.
Lo que
más me gusta de Cúcuta es que se ve el deporte de fútbol y es muy similar y no
estoy tan preocupado. Lo que me da mucha risa es que aquí a la bodega le dicen
tienda.
Cuando
mi mamá me decía que fuera para la bodega, yo preguntaba: «Buenas, ¿dónde
queda la bodega? Y me decían: «No sabemos quées una bodega». Poco a poco
fui aprendiendo cómo eran los idiomas aquí, la forma de hablar.
Extraño
muchísimo a mis amigos y a mis familiares que dejé en Venezuela.
Gracias
a mi mama nos va muy bien y no me costó mucho adaptarme.
[Su
madre recoge botellas y tapas de plástico que luego vende a una recicladora.
Con lo que gana, dice, tiene para el desayuno y el almuerzo, algo que sería
imposible en Venezuela]
Yo
siempre he querido ser el hombre de la casa. En Venezuela quería ayudar a mi
mamá, trabajar, comprar la comida y ayudarla como si fuera un niño de 18-19
años, un adulto ya.
En la
escuela me va muy bien, gracias a dios. Me encanta la matemática y le digo a la
profe que me ponga matemática. Como en Venezuela era más importante el trabajo
que los estudios, yo no sabía tanto y le dije a la profe de aquí que me
enseñara a leer.
De
mayor me gustaría ser abogado y a la vez psicólogo para ayudar a los niños que
necesitan la ayuda de los adultos y para que vivan en una casa estable,
apoyarlos y que no estén pasando tanto trabajo.
[Su
madre es voluntaria en varias organizaciones que orientan a los migrantes
venezolanos]
Ser
abogado ha sido el sueño de toda mi vida: ayudar a las personas a que tengan
sus derechos. Mi mamá me dice que tengo que estudiar y leer muchísimo. Para ser
abogado hay que leer muchos artículos. Mi mamá me ayuda a aprender porque con
mi abuela en Venezuela era trabajar, trabajar y trabajar.
A mí
volver a Venezuela no me gustaría porque la situación está muy dura. No pienso
ir porque si voy, vamos a repetir otra vez lo mismo.
Mucha
gente se va. Es como si estuvieran abandonando Venezuela, como si Venezuela ya
no existiera.
Valeria,
12 años. Manta (Ecuador)
Yo soy
del Llano, del estado Cojedes y ahora estoy en Ecuador, en
Manta, en la provincia de Manabí.
El
viaje para llegar aquí fue de 5 días y fue una experiencia muy cálida
porque era la primera vez que salía del país. Fue en agosto de 2019, recuerdo
justico la fecha y no creo que se me vaya a olvidar, porque ahí fue cuando
empezó mi aventura, el viaje.
Estaba
entre triste y emocionada porque me dolió mucho dejar a mi abuela en Venezuela.
Fue doloroso porque había dejado a mi familia atrás, pero también tenía
alegría por ver a mi papá
Dos
años antes de que yo viniera con mi mamá y mi hermano se vino acá mi papá.
Cuando
mi papá se fue sí fue un poco doloroso porque fue el primero que se fue del
núcleo familiar y ese día fue triste. Me acuerdo que mi abuela me
dijo: «Hay que ser fuerte para que él sea fuerte».No podíamos llorar.
Nos
marchamos de Venezuela por la situación del país. Ya no era como era antes: se
iba la luz, se iba el agua… Una vez se fue la luz 5 días, y el gas iba y venía.
Mi
papá y mi mamá hacían todo para que no nos faltara la comida, Cuando mi papá
mandaba el dinero íbamos de una tienda a otra a conseguir todo lo más barato.
Así hace mucha gente en Venezuela: se va uno y le manda dinero a los otros.
A
mí me encantaba el Toddy, una cocoa lo llaman aquí. Es una bebida de
chocolate y en el supermercado había mucho. Cuando se puso crítica la cosa,
dejamos de comprar esas cosas, ya no tantos dulces. Me daba cuenta de los
cambios cuando íbamos a comprar. Íbamos buscando las cosas más baratas de
tiendita en tiendita, así hace todo el mundo: buscar lo más necesario y lo más
barato.
De
Ecuador lo que más me ha gustado es la playa, porque estamos en la zona de la
costa.
Lo que
más me llama la atención es la forma de hablar. Por ejemplo, en Venezuela es
cambur, y aquí es guineo. Las cosas cambian mucho. Si son la misma
cosa, ¡deberían tener el mismo nombre! Es como conocer un nuevo
idioma.
Aquí
nos han recibido bien, no ha habido la primera persona que nos discrimine por
ser venezolana.
Ecuador
ya se convirtió en un segundo hogar. Cuando sea grande voy a volver, pero de
visita.
Claro
que me gustaría volver a Venezuela a ver a mis amigos, a mi familia. Lo que más
extraño es a mis amigos y familiares. Es difícil saber cuándo va a cambiar,
puede que sea en un año, en cinco, quién sabe. Mi mejor amiga me
dice: «Vale, ¿cuándo tú vienes?» Y yo: ¿cómo saber?
Es muy
triste que la gente tenga que salir de Venezuela y que mi familia haya tenido
que separarse. Yo tuve que dejar a mi abuela, a mis familiares atrás. Esa parte
es triste y sería muy bueno que volvamos allá porque veo muchas tradiciones que
son de allí y aunque las hemos imitado aquí, no es como hacerlas allí.
Por
ejemplo las hallacas [una especie de tamal, plato típico de Navidad en
Venezuela] En diciembre toda la familia se reunía en el patio de un tío
que era grande. Y ahora como cada quien está en una parte del mundo pues no nos
podemos reunir. Esas tradiciones como que se fueron deshaciendo y es triste,
pero trato de ser positiva.
En los
primeros días sí que me pegó bastante, pero si uno se pone a ver el lado
triste, hace que la situación sea peor. Entonces trato de ver el lado más
alegre.
Tomado
de: https://eldiario.com/2021/07/21/como-viven-los-ninos-la-odisea-de-emigrar-de-venezuela/
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