Orlando Viera-Blanco 27 de julio de 2021
@ovierablanco
“El
escritor inglés Roger Scruton dijo:” la civilización es conservación”. Elevemos
esa visión como respuesta a la hegemonía de la disputa, la guerra y el
cataclismo global. Conservemos las cosas buenas del mundo”.
La era
de las redes sociales [RRSS} nos ha sumergido en aguas muy turbulentas. Se ha
desviado el curso del debate calificado, habitable, respetuoso. Eugénie Bastié
en su libro “La Guerra de las Ideas, una investigación al corazón de la
inteligencia francesa” ilustra sobre la historia de los intelectuales galos,
animando una reflexión sobre el peligroso destierro del buen análisis vía las
RRSS. Sin duda la globalización de la opinión está creando sensibles
distorsiones que permutan tendencia por certeza. Es la “ética” de la repetición
por la verdad”.
¿Era
mejor antes?
Al
decir de Regís Debray, la historia del debate intelectual francés se resume en
cuatro etapas. La primera-post revolución francesa-hacia finales del siglo XIX
e inicio del XX, concentrada en el foro universitario desde la Sorbonne. Las
aulas, los auditorios, los teatros, las plazas, espacios abiertos, donde el
debate presencial era asumido por celebridades académicas; les caschiers de la
quinzaine [los taquilleros de la quincena]. Péguy celebra el «análisis del
presente sin aferrarse a un pasado que niega el espíritu del hombre y rinde
tributo a la ideología sistémica».
Una
visión metafísica, cósmica, moralista, detenía el afán materialista y
utilitario sembrado por el ideal revolucionario y la izquierda marxista post
revolución y postguerra. Una primera ola de intelectuales franceses rescató la
belleza, la razón y la espiritualidad del hombre libre por pensante. Era la
respuesta de los moralistas a los pragmáticos. Diría en su momento el diputado
español Juan Donoso Cortes en su discurso en defensa de la dictadura ante el
parlamento español [1847] “la república [revolución francesa] el día de su
victoria se declaró también en quiebra. La república había dicho que venía a
sentar en el mundo la dominación de la libertad, la igualdad, la fraternidad,
esos tres dogmas que no vienen de la república, sino que vienen del Calvario
[…] Y bien, señores, “¿qué ha hecho después? En nombre de la libertad ha hecho
necesaria, ha proclamado la dictadura; en nombre de la igualdad, con el título
de republicanos de la víspera, de republicanos del día siguiente, de
republicanos de nacimiento, ha inventado no sé qué especie de democracia
aristocrática, y no sé qué género de ridículos blasones; en nombre de la
fraternidad ha restaurado la fraternidad pagana, la fraternidad de Eteocles y
Polinices, y los hermanos se han devorado unos á otros en las calles de París,
en la batalla más gigantesca que dentro de los muros de una ciudad han
presenciado los siglos. A esa república que se llamó de las tres verdades, yo
le desmiento; es la república de las tres blasfemias, es la república de las
tres mentiras…”
Fue
entre “la moral republicana-revolucionaria y la justicia del hombre libre” como
nace un debate a viva voz en el Siglo XXI, de la derecha positivista y
nacionalista vs. la izquierda proletaria y victima. Ambas corrientes acuñaron
la ideología y la teoría del poder absoluto del Estado. Ya Raymond Aaron
respondía a los ideales confusos y abstractos de Sartre, “quien soslayaba el
bien con la verdad”. El “bien” del valor colectivo sobre la verdad del hombre
capaz, que defiende su derecho a no agonizar o inmolarse por las prédicas
hegemónicas, sistémicas e irreconciliables, defensoras del estado militante,
supremo y planificador. Nace un antes y un después. El antiguo régimen del
leviatán vs. el nuevo régimen del ciudadano de la polis.
Un
nuevo orden. El justo medio.
La
segunda etapa según Debray vino con la revolución de la imprenta y los grandes
escritores en tabloides. Fueron las décadas de los 30 a los 60, cuando entra
una tercera ola, the mass mediation, concentrada en la radio, la TV y el mundo
demoscópico, el de la borrachera Democrática al decir de Alain Minc. Pero la
historia aún no había sido redimida. El debate dejó de ser célebre y reservado
a ensayistas para trasladarse a destacados moderadores de radio y tv. Esto hizo
de las ideas una oferta intelectual súbita, espontánea, repentina, si acaso
desechable e infecunda. Surge el carisma y la telegenia como virtud.
La
hegemonía de la dialéctica y el populismo encontró respuesta en un nuevo orden
social mercantilista, liberal, impulsado por la desmitificación-al decir de
Francois Dosse-del igualitarismo profético y lírico. Surge una visión
estructuralista donde la lucha de clases es anciennes [vetusta] y el
fundamentalismo capitalista toca un consumismo egoísta. Hora de ir al justo
medio.
Back
to the future [regresar al futuro]
Llegamos
a una cuarta etapa. El internet de las cosas…Las RRSS convertidas en una mega
plataforma de opinión e información donde ambas son terriblemente inexactas. A
pesar de proliferar “la información” y los contenidos, las tendencias imponen
la agenda. La globalización determina la frontera entre el bien y el mal.
Chantal Moufe habla de librarla batalla contra la nueva hegemonía del
pensamiento.
Volvemos
a un contrato digital que anula al hombre con libre albedrío. El bien digital
masivo vs. la verdad individual. La confrontación, la hostilidad, el conflicto
o la guerra de las ideas vs. la pluralidad, la libertad, el respeto, la
tolerancia y buen debate de las ideas…que es expresión inteligente y
civilizada.
El
escritor inglés Roger Scruton dijo: “La civilización es conservación”. Elevemos
esa visión como respuesta a la hegemonía de la disputa, la guerra y el
cataclismo global. Conservemos las cosas buenas del mundo. El hombre nuevo no
existe; salvemos aquél que nos trajo al mundo civilizado, justo y moderno. Los
accidentes históricos los seguiremos superando con el buen debate de las ideas,
sin ofensas, sin descalificación, sin posturas extremas.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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