Por Simón García
Aunque la política se anude
al presente, hasta los aprendices conocen que sus actos tienen consecuencias y
que al hacer un movimiento hoy, deben anticipar su día después. No pueden
refugiarse entre las patas cortas de una redundante acción y reacción. Por eso
el buen político debe desplegar, según Aristóteles, tres atributos básicos:
fines nobles, capacidad de previsión y fuerza para realizar lo planeado.
No se necesita ser Tirisias
para saber que el gobierno intentaría despeñar la unidad de la oposición.
Flexibiliza condiciones
electorales porque necesita flexibilización en las sanciones. Su apertura, con
intención de dominio, no cambia su naturaleza autocrática, solo la adecúa a los
cambios geopolíticos. Abre posibilidades a la oposición porque busca
posibilidades para la continuidad del régimen. No piensa en el país sino en sus
propios intereses.
Una vez que el CNE
restableció la tan exigida tarjeta de la manito y nadie la asumió, el gobierno
pasó a profundizar la grieta que allí se evidenció. Percutó su rutina táctica:
victimizar a una parte de la oposición para ponerla a pelear entre ella.
Aumentar la reticencia al diálogo, a la negociación, a la vía electoral y poner
a esos sectores en la casilla, fuera de todo, allí donde María Corina reina en
la pureza estéril.
La peor respuesta a la
provocación del «Ministerio del Embuste» es hacer lo que ellos quieren: impedir
compromisos hacia una transición, cerrar la entrada a la supervisión
internacional y lograr que el G4 retroceda a la abstención. Si se retorna
a los argumentos de legitimidad y a las ilusiones violentas, el gobierno avanza
varias jugadas para disminuir la posibilidad de que las fuerzas democráticas
aprovechen el proceso electoral para poner orden en sus filas, salirse del
guion de Maduro y apuntar a lo que los cubanos quieren y no pueden, mientras
nosotros aún podemos, pero no terminamos de querer.
El gobierno trabaja para que
una parte de la oposición se retire de la negociación. Aplica las técnicas de
dividir a la oposición porque le asegura el mayor número de victorias en
noviembre.
La oposición aprende
fatigosamente la otra mitad del arte de la política, la misión de unir a un
país desesperado por las crisis creadas por el régimen. La cuesta es escabrosa
porque la oposición debe tener éxito en lograr que los ciudadanos vayan a
votar, desaprendiendo la furia abstencionista que les inculcó.
El duelo soterrado entre dos
concepciones sobre cómo debilitar las bases sociales y culturales del
autoritarismo ya no tienen un punto de equilibrio. No hay disyuntiva, el voto
es la calle de la oposición, mientras las focas de la vieja política se aíslan
de la gente y de las oportunidades de cambio.
El pueblo chavista sabe lo
que comienzan a comprender algunos de sus dirigentes: o reformas democráticas o
destrucción irreparable del país. Si Maduro no cambia, el país le cobrará sus
fracasos.
Pero si la oposición se
devuelve y no ensancha su nuevo camino, perderá y deambulará como focas de la
rutina y de una política más acá de sus parceladas visiones.
Simón García es analista político.
Cofundador del MAS.
18-07-21
https://talcualdigital.com/politica-para-despues-por-simon-garcia/
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