Carlos Ismayel 23 de julio de 2021
@CYsmayel
Ya
nada sorprende en este país en dónde el régimen trae de cabeza a millones de
venezolanos. La tragedia es global, no hay rincón en Venezuela en el qué no se
registre un sismo de cualquier naturaleza que ponga en evidencia el
estremecimiento y las ruinas que van dejando a su paso esos movimientos
telúricos de una falsa revolución.
Como
diría mi abuela Emelina “no queda hueso sano”. Todo lo han quebrado. Son una
plaga que devora las siembras de aquellos agricultores emprendedores de la
Cuenca del Tiznado o de Tucupido, otrora orgulloso Granero del Guárico. Todo
eso lo han ido arrasando, sin contemplaciones. Sin el más mínimo reparo de
saber que se estaban llevando por delante la suerte de miles de trabajadores
que han dejado en la calle, “con una mano adelante y otra atrás”. No estoy
exagerando, simplemente articulo datos verídicos que recabo en El Sombrero, mi
pueblo natal, donde se cosechaban los tomates para abastecer buena parte del
mercado nacional, hoy muy pocos siembran, lo que refleja el desmadre que ha
producido este proyecto diabólico que cayó como una centella destructora sobre
el suelo patrio.
En medio
de esa avalancha de agresiones, atropellos, insultos, vejaciones,
expropiaciones, confiscaciones, asaltos y pare usted de contar, se han empinado
mujeres y hombres que se quedaron sin tierra, sin fincas, sin hatos o sin su
humilde conuco, pero aún les queda la dignidad que no regatean ante un régimen
que se cree capaz de poder comprar todo, inclusive, los principios de los seres
humanos decentes de mi país. Cada vez que me acerco a un cementerio comercial
-antes centro comercial- a la Plaza de Los Samanes de San Juan de Los Morros,
lo que se escucha es el eco del lamento de muchos comerciantes que están en la
carraplana después que la locura del autoritarismo liquidó la propiedad privada
en Venezuela. Son comerciantes que trabajaban sus negocios levantados a pulso
por sus padres o abuelos, y hoy, esa herencia bien habida, es reducida a
comercios cerrados o solitarios como consecuencia de las políticas económicas
impuestas por esta tiranía y, sobre todo, por las patadas a las leyes y
preceptos constitucionales que han pisoteado sin el mas mínimo recato.
Sabiendo
lo que han sufrido los parceleros de Calabozo, que llegaron a crecer económica
y socialmente, gracias a sus exitosas siembras de arroz; estando al tanto, como
lo estoy, de las nostalgias de los criadores de cerdos o de pollos que hicieron
de sus granjas en Altagracia de Orituco empresas rentables; recordando los
espectaculares desfiles de ganado de raza buena, en la Feria de Valle de La
Pascua, el mes de Febrero de cada año, en honor a la Virgen de La Candelaria,
no puedo dejar de imaginar que estarán pensando esos agricultores o ganaderos
de mi Guárico, ¿que pasara por la cabeza de esos cientos de comerciantes? que
hoy están arruinados cuando vieron en la tarima de Fedecámaras, como invitada
estelar, a quien usurpa cargos en el tren ministerial de Maduro.
Señores
de Fedecámaras, ¿Que les pasó? ¿Se les nubló la mente? Es necesario
refrescarles la memoria como bien lo dijo Antonio Ledezma, «En Fedecámaras han
debido reponer el video en dónde aparece Chávez enloquecido, en la Plaza
Bolívar de Caracas, ordenando expropiar empresas, fábricas o comercios y aquel
día de 2001 en que promulgó la Ley de Tierras que dio pie a la ruina del sector
agropecuario»
Señores
de Fedecámaras, la dignidad es el bien más grande que puede atesorar un mortal,
sobre todo hoy que hay tantas desviaciones de orden ético y moral.
Por
eso mi aplauso para todos los que siguen resistiendo, con la cabeza erguida,
sin declinar sus valores ni arriar sus banderas, aun limpias, a pesar de tanto
barro desparramado.
Carlos
Ismayel
@CYsmayel
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