Ángel Lombardi Boscán 22 de julio de 2021
@LOMBARDIBOSCAN
“Este
General no tiene a su lado ni Intendencia, ni Plana mayor, ni nada; nada, y si
le sobran calumniadores en Madrid” Pascual Enrile sobre el General
Morillo, septiembre de 1818
Don
Pablo Morillo, “El Pacificador”, quedó gravemente herido en la Batalla de Semen
(16 de marzo de 1818), percance que lo alejaría del mando directo por casi todo
un año, delegando en sus subalternos toda la responsabilidad en la conducción
de la guerra. Naturalmente ninguno de ellos se atrevió a una ofensiva decisiva
sobre el campo dominado por los republicanos por la falta de medios y para no
contrariar las más fundamentales órdenes de Morillo, el cuál estableció
directrices para reorganizar al ejército con la incorporación de nuevos
reclutas venezolanos y hacer acopio de víveres y armamentos para organizar una
ofensiva decisiva sobre los llanos occidentales donde se enseñoreaba Páez, a
quién por mucho consideró su más peligroso adversario.
Si
bien el año 1818 fue muy positivo para Morillo y sus fuerzas; la situación de
los espacios ocupados por los beligerantes se mantuvo inalterada. Los
republicanos desde Angostura tenían bajo control todo el Sur del país con
Bolívar al frente en la dirección del nuevo gobierno pudiendo contar con los
cuerpos guerrilleros de Zaraza, Monagas, Cedeño y los de otros jefes operando
tanto en los llanos orientales como los del centro; mientras que Páez seguía
siendo dueño indiscutido de los llanos occidentales entre el Apure y Barinas, y
en las provincias orientales, Arismendi, Mariño y Bermúdez seguían manteniendo
en jaque el dispositivo militar realista que se organizó para contenerlos.
La
peligrosa herida que por poco le costó la vida al General Morillo y la
tenacidad de sus enemigos que a pesar de las derrotas se rehacían con una
pasmosa rapidez, influyó de manera determinante en la moral de los partidarios
del realismo. Uno de los grandes propósitos estratégicos de Morillo fue el de
intentar derrotar a Bolívar en una sola batalla. En Semen lo logró, pero aun
así, Bolívar pudo retirarse y volver a reorganizarse desde Angostura contando
en esta oportunidad con la inapreciable colaboración de los oficiales
británicos, que a partir de del año 1817 se fueron incorporando al lado de los
republicanos bajo el impulso habilidoso de las gestiones que venía realizando
el comisionado venezolano López Méndez en Londres.
Este
éxodo de soldados y oficiales extranjeros hacia el trópico tuvo dos razones.
Por un lado al acabarse la amenaza napoleónica en Europa muchos de ellos
quedaron sin empleos, y por otra parte, el mismo gobierno inglés estimuló su
arribo siendo consecuente con sus aspiraciones de relevar a España como la
potencia más influyente en la América del Sur.
Los
intentos por apresar a los principales cabecillas republicanos o lograr su
eliminación física se intentó en reiteradas oportunidades, aunque sin mayor
éxito. El ejército realista con unos efectivos que rondaban para ese entonces
los 13.000 soldados, en su mayoría criollos, no se resignó a perder la
iniciativa que había logrado en la campaña del año pasado. La temporada de
sequía era un buen momento para emprender una vez más operaciones militares que
todos llegaron a pensar en ese momento que serían decisivas.
Si hay
algo que hay que reconocerle a Morillo es que nunca fue un militar pusilánime y
que a pesar del abandono en que la metrópoli postró a su ejército, siempre
estuvo dispuesto a llevar la ofensiva sobre sus enconados enemigos. En los
primeros meses del año 1819, decidió operar por los confines del Apure que
estaba bajo control de la caballería de Páez, considerando que si le derrotaba
iba con ello ha tener el camino despejado hacia el sureste; también con esta
acción se procuró socavar las bases de abastecimiento que tenía el enemigo, ya
que con el control del espacio de los llanos se podía tener libre acceso al
abundante ganado que había ahí.
El tan
ansiado “golpe de gracia” sobre los rebeldes había que darlo directamente sobre
sus más importantes bases de operaciones y abastecimientos ubicados en el Sur
del país, que por cierto, era la zona más agreste e inaccesible. La proyectada
ofensiva militar quedó subordinada a los accidentes del terreno y al gigantismo
de la empresa.
La
ausencia de mapas y planos actualizados de esa geografía fueron suplidos por
los espías y baquianos del lugar, expertos conocedores de inhóspitos y
precarios caminos tanto terrestres como fluviales. La campaña de los llanos en
ese año 1819 tuvo su vertiente anfibia por los centenares de ríos y caños que
se interponían entre los movimientos de tropas, convirtiéndose la mayor parte
de las veces, en obstáculos insalvables. Ante la ausencia de ingenieros y
zapadores dentro de las filas realistas, en número suficiente, el vadeado de
los ríos se hizo muchas veces en las propias grupas de los caballos, o cuando
la profundidad de las aguas y la distancia entre una orilla y otra lo
ameritaban, en frágiles e improvisados lanchones construidos con la madera
existente en las zonas aledañas. No está de más decir que estos obstáculos
contribuyeron a que las fuerzas de Morillo no se pudieran internar llano
adentro como en un principio se aspiró. Además, los realistas tampoco tuvieron
unas “fuerzas sutiles” respetables que pudiesen garantizar el dominio de los
principales ríos y caños navegables de la zona. Era evidente que el dominio de
los ríos era un requisito fundamental para aspirar movilizar la numerosa tropa
con todos sus pertrechos sobre las posiciones enemigas.
Además,
Morillo bien sabía que este movimiento de su ejército debilitaba el control y
vigilancia del centro del país y le restaba fuerzas al teatro oriental, en el
cual a duras penas se podía mantener a raya a las fuerzas republicanas que activamente
allí estaban operando. El movimiento hacia el Sur conllevaba unos riesgos muy
serios ya que las bases y líneas de aprovisionamiento se extendían largamente,
y la misma precariedad de la intendencia realista, poca confianza ofreció en
ser capaz de atender adecuadamente las necesidades del ejército dentro de una
larga campaña caracterizada por los constantes movimientos de tropa dentro de
un terreno laberíntico y de muy difícil acceso.
Las
esperanzas de Morillo y la clave de toda su estrategia en esta campaña de los
primeros meses del año 1819 se concentró en provocar al enemigo instalándose en
su propio territorio y fijarlo en una gran batalla que con su desenlace le
aniquilaría por completo. Luego de ese hipotético triunfo Angostura caería y la
guerra se habría ganado.
Bolívar,
ya convertido en un auténtico rayo de la guerra, una vez más adelantándose a
los movimientos de su adversario, “voló” hasta el Apure en marzo de 1819 para
reunirse con Páez y coordinar el mejor plan militar para repeler la ofensiva
que los realistas se proponían llevar a cabo; ya en ese entonces los
republicanos se hacían acompañar por significativas fuerzas británicas formada
por oficiales y soldados. Una actitud pasiva les hubiera condenado a cederle la
iniciativa a Morillo y sus fuerzas.
Morillo
a todas estas, luego de ocupar Calabozo y San Fernando de Apure, los centros
poblados más importantes de los llanos occidentales y centrales, se apostó en
Achaguas al lado del río Apurito, convirtiendo ese lugar en su centro de operaciones.
El objetivo más inmediato era ocupar el Apure y acabar con la caballería
llanera de Páez.
Tanto
las fuerzas realistas, como las republicanas, bajo el comando de Bolívar y
Páez, tuvieron algunos encuentros que unas veces les eran favorables a unos y otras
veces a los otros. En el combate del Trapiche los republicanos fueron
derrotados por el jefe realista José Pereira; mientras que en el de La Gamarra
Bolívar hizo lo propio sobre las fuerzas del mismo Pereira. Morillo desde
Achaguas avanzó hacia el sur queriendo atravesar el río Arauca pero fue
derrotado por Páez en el famoso combate de las Queseras del Medio el 2 de
abril. Las órdenes de Bolívar fueron tajantes hacía Páez y otros subalternos:
no librar una batalla decisiva con Morillo; evitar a toda costa ser “fijados”
por los realistas y con ello quedar emplazados para una gran batalla. Estas
órdenes se cumplieron cabalmente y de esta forma la caballería llanera, a
expensa de su gran movilidad, pudo siempre hostigar al enemigo encontrando
seguro refugio en las inmensidades del llano adentro. En cambio, la infantería
realista, nunca se atrevió a moverse hacia los intrincados caminos del sur por
no contar con una caballería lo suficientemente robusta.
Al
estar próxima a llegar nuevamente la temporada de lluvias, y reconociendo los
insuficientes medios de sus fuerzas, Morillo decidió replegarse hacia Achaguas
y Calabozo posponiendo cualquier movimiento que le alejara de sus principales
bases de aprovisionamiento. También esta decisión estuvo influida por las
noticias que le llegaban sobre la presencia de una importante fuerza de
mercenarios extranjeros que había desembarcado en la isla de Margarita y se
disponía atacar la costa con la colaboración de las fuerzas republicanas del
sector.
La
apertura de tantos frentes que atender a la vez quebró toda esperanza realista
en poder llevar a cabo una ofensiva decisiva sobre los enemigos ubicados en el
Sur del país, como en un principio se tuvo previsto. Morillo bien sabía que la
guerra en Costa Firme estaba ya irremediablemente pérdida y que sólo un milagro
podía salvar la causa del rey.
Ángel
Lombardi Boscán
@LOMBARDIBOSCAN
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