Elizabeth Gutiérrez 18 de julio de 2021
El
talento de un gran artista, difícilmente se puede expresar a través de las
palabras. Sin embargo, los hechos son capaces de revelarlos por sí solos. El
venezolano Samuel Marchán migró hace más de 30 años y desde
aquel momento, se convirtió en un explorador de sonidos. Una viola, mucha
perseverancia y entusiasmo sin límites fueron sus compañeros para iniciar un
camino con múltiples desafíos, pero con gratificantes experiencias.
Quería
ser militar, aunque el tiempo le enseñó que la música era su vocación.
Esta elección no fue una casualidad, pues logró dirigir e inspirar a cientos de
niños con su “orquesta de papel” en Nueva York. Su admirable labor
resuena al ritmo de nobles sentimientos, compromiso desmedido y una motivación
infinita: Los recuerdos de su tierra natal.
El profesor Samuel,
originario de Mérida, tuvo su primer acercamiento con la música
desde muy joven. Estudió en el conservatorio Simón Bolívar y
tocó en la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas. Junto a sus
hermanos, creó el cuarteto bautizado como “Los Hermanos Marchán”. “Somos
fundadores de orquestas juveniles de la primera generación”, cuenta.
Recuerda
que gracias a Joen Vásquez descubrió cuál era el instrumento
que debía tocar. “El sonido de su viola me cautivó. Me enamoré de la
viola, quería tocar como él. La música se ha convertido en una
forma de vida. Te enseña a ser mejor ciudadano, a ser más sensible”,
manifiesta Marchán.
Acordes
de un sueño
Los
cuatro hermanos fueron de gira a Nueva York y decidieron
probar suerte en un escenario desconocido. Samuel se encontró con la
oportunidad de estudiar en unas de las escuelas musicales más prestigiosas del
mundo, The Juilliard School, donde también
obtuvo una beca.
Según
refiere Marchán, el comienzo fue difícil. Carecía de recursos para pagar
vivienda y comida, pero asumió el reto y no dio tregua a su objetivo. “Los
milagros de Dios tienen nombre y apellido. En las instalaciones de
la Juilliard, aparte de estudiar, era el pintor. Pintaba la
escuela, limpiaba, aprendí a reparar las paredes y puertas, con eso me ganaba
la vida. Era la forma de mantenerme”, expresa.
Con su
ímpetu, tenacidad y entrega logró graduarse en Juilliard.
Además, cursó un master en la NYU y ha representado el modelo
de las orquestas infantiles y juveniles venezolanas tanto en Nueva York como Nueva
Jersey. Posteriormente se dedicó a aprender el método Suzuki,
estrategia innovadora que implementa con sus estudiantes. Actualmente, es el
fundador y director del East River Music Project en Santa
Teresa.
“Descubrí
el método Suzuki, muy efectivo, trabajando con niños desde temprana edad.
Lo estudié y desde hace 25 años lo estoy aplicando. Combinándolo con mi
experiencia, me ha funcionado. Me encanta trabajar con los niños y
guiarlos a conocer cómo se toca un instrumento. Ver el brillo en sus ojitos es
algo que no tiene precio. Por eso soy feliz”, enfatiza.
Orquesta
de papel
Es una
iniciativa que arrancó en Venezuela y tomó fuerza en Nueva
York, gracias al concepto que desarrolló el profesor Marchán. La
combinación de sonidos y emociones son la base del proyecto, que utiliza para
fomentar el aprendizaje mediante prácticas entretenidas y promover un impacto
social positivo.
Samuel
diseñó las partituras perfectas para hacer y enseñar música de una manera
distinta. Emplea vasos de plástico, cajas, pelotas, serruchos, y
ligas para enseñar a los más pequeños a tocar el violín. “Hay cosas bonitas con
este programa: La integración comunitaria, el acercamiento de los padres con
sus hijos y entender que en la orquesta de papel el sonido no se genera
con el instrumento. Eres tú quien genera tu propio sonido. Es algo que me
enseñaron ellos. No lo podía creer. Es un proceso fascinante”, afirma el
artista.
Músico
virtuoso
Cambiar
vidas a través de la música se convirtió en su gran pasión. Al
compás de su buen humor, el violista Samuel Marchán recorre
hasta Chinatown, Nueva York, en bicicleta y ayuda a decenas de
niños a cristalizar sus sueños. No obstante, trabaja en una serie de proyectos
con un talentoso equipo de artistas. “Viene el Festival de verano de Nueva
York, serán tres conciertos durante la primera semana de agosto, y
entrenaré a maestros con la metodología que he venido implementando”, explica.
Marchán se
mantiene aferrado a sus raíces y agradece el legado de sus mentores.
Asimismo, rememora con orgullo e interpreta la melodía de grandes compositores
de su tierra, mientras la nostalgia lo invade y con lágrimas en sus ojos
asegura: “Salí del país hace 31 años, pero Venezuela está 24/ 7 en mi
corazón”.
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