Por Gioconda Cunto de San Blas
La noticia del
fallecimiento del rector (USB) Enrique Planchart me sorprende mientras escribo
estas líneas. Defensor incansable de la autonomía universitaria, durante sus
últimos años y sin que lo doblegaran sus problemas de salud, mantuvo con
firmeza su posición rectoral como testimonio de la institucionalidad debida al
cargo y desafío a la pandilla que usurpó funciones académicas, en asalto a las
normas constitucionales autonómicas.
Su firme actitud contra
la barbarie antiuniversitaria se enmarca dentro de los cánones que
reiteradamente en estos días se han hecho públicos a través de manifiestos como
el de la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (Fapuv), la declaración de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) y sus Relatorías Especiales y los documentos de
Scholars at Risk (SaR), todos los cuales expresan preocupación por la
situación de la autonomía universitaria y la libertad académica en Venezuela.
En un plan de
destrucción por diseño, nada dejado al azar, el régimen avanza en contra de la
universidad autónoma, libre, plural y democrática. Beneficios laborales
eliminados, sueldos miserables, convenios colectivos firmados sin participación
tripartita, estructuran un paquete de violaciones a acuerdos gremiales suscritos en el pasado. Y son
razones, entre otras, para la erosión a la mitad de su planta profesoral,
huidos del país en procura de horizontes más amables, dejando atrás salones de
clase y laboratorios de investigación, que inactivos y abandonados, han
comenzado a ser pasto de pillajes.
Más grave aún, las acciones
dirigidas a destruir la universidad abierta a todas las corrientes del
pensamiento universal buscan imponer un modelo educativo politizado y dirigido
a adoctrinar más que a educar.
El régimen intenta
controlar a la sociedad del conocimiento a través de leyes como la Ley de Educación Universitaria, proyecto en discusión
actualmente en la Asamblea Nacional, en el marco de «construcción de una
sociedad socialista», a través de un proceso de «hegemonía cultural para la
superación de la sociedad capitalista».
No en balde, el Índice de Libertad Académica en Venezuela apenas
alcanza a 0.20 sobre 1, muy por debajo de 0.77 exhibido por el promedio de
países de América Latina y el Caribe. Razones sobran para esa baja valoración.
Los documentos arriba mencionados las señalan: incumplimiento de leyes
internacionales suscritas por Venezuela en favor de la libertad académica;
limitaciones a la autonomía universitaria; señalamiento de profesores y
estudiantes por expresar ideas libertarias académicas; y en casos más graves,
detención arbitraria, arresto, violencia, entre muchas otras acciones
antiuniversitarias.
Entonces, no es de extrañar que las instituciones reclamen exigencias a los efectos de garantizar el retorno a las libertades de pensamiento, expresión y cátedra, indispensables para la vida universitaria.
Son parte del menú de
exigencias: suspender acciones encaminadas a arrestar, acusar, ejercer
violencia contra quienes ejercen pacíficamente su derecho a la libertad
académica; garantizar presupuestos adecuados para el ejercicio de la función
académica; liberación de profesores y estudiantes presos por razones
relacionadas con la libertad académica.
En su documento, la
CIDH destaca el rol trascendental que tienen las universidades como centros de
pensamiento crítico y de intercambio de ideas. A su vez, resalta la estrecha
relación existente entre la libertad académica y la construcción y
consolidación de una sociedad democrática. Tal como ha expresado la Relatoría Especial sobre la Promoción y Protección
del Derecho a la Libertad de Opinión y de Expresión de las Naciones Unidas,
«sin libertad académica, las sociedades pierden uno de los elementos esenciales
del autogobierno democrático: la capacidad de autorreflexión, para la
generación de conocimientos y para la búsqueda constante de mejoras en la vida
de las personas y en las condiciones sociales».
Es lamentable que en
este año 2021, cuando deberíamos estar celebrando con regocijo los 300 años de
la Real Cédula de Felipe V que eleva el Colegio Seminario de Santa Rosa de Lima
a Real
Universidad de Caracas, a cumplirse el próximo 22 de diciembre, tengamos
más bien que estar luchando contra los atropellos de quienes tienen en la
ignorancia una fórmula infalible para la sujeción social, receta ya denunciada
por el Libertador en 1827, al transformar la colonial Universidad de Caracas en
republicana Universidad Central de Venezuela: «El más preciado instrumento para
la conservación y defensa de la libertad es una universidad capaz de formar
hombres libres para dirigir la vida colectiva en búsqueda del beneficio común».
Gioconda Cunto de San Blas
es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y
Naturales. Investigadora Titular Emérita del IVIC.
29-07-21
https://talcualdigital.com/la-universidad-venezolana-y-su-via-crucis-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
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