Aquilino José Mata 26 de marzo de 2022
@aquilinojmata
Un día
se fue a buscar el sueño del Norte solo con su guitarra a cuestas, hoy forma
parte del equipo de cuatro músicos que trabajaron en la banda sonora de
“Encanto”, la más reciente película de Disney, nominada en las categorías de
banda sonora y canción original, además de mejor filme animado. Álvaro Paiva
Bimbo nos cuenta su hazaña de sueños, sacrificios y éxito.
Después
de una consistente carrera, trabajando como productor y orquestador de
numerosos artistas y grupos, en diferentes estilos, desde Gustavo Dudamel y
Luis Enrique, hasta Guaco, La Vida Bohéme, Nella, Ilan Chester y Los Amigos Invisibles, entre muchos otros, Álvaro
Paiva Bimbo se fue hace cinco años a los Estados Unidos a prácticamente
comenzar de cero en busca de nuevos horizontes. Hoy, su nombre suena con fuerza
por su trabajo en la película de Disney “Encanto”.
Llevaba
un bagaje importante, conseguido a través de una trayectoria eminente en largos
años de trabajo, que le proporcionaron nominaciones al Grammy y al Grammy
Latino. Atrás habían quedado los gloriosos tiempos de sus giras internacionales
con sus grupos Cabijazz, Kapicúa y la muy celebrada Movida Acústica Urbana
(MAU), que significó un renacimiento de la música folclórica venezolana y el
rock, que acercó al público joven a la rica tradición musical de su país natal.
Llegó el Encanto
Los
primeros años en el país del Norte no fueron nada fáciles. Trabajó en no pocos
oficios y algunos de ellos no tenían nada que ver con la música, hasta que en
2021 las cosas empiezan a enderezarse para él.
Fue
cuando lo llaman, luego de una larga espera, a formar parte, junto con otros
tres músicos, del equipo que la músico y compositora Germaine Franco integró
para componer la banda sonora de “Encanto”. Nada menos que la más reciente
producción animada de Disney, ambientada en Colombia y basada en el realismo
mágico. El filme narra la saga de una familia campesina que vive en las
montañas.
Este
fue su pasaporte de Álvaro Paiva Bimbo a las ligas mayores de la música para
cine en Hollywood.
Noche
de premios Óscar
La
película “Encanto” obtuvo tres nominaciones al Óscar, que este domingo 27 de
marzo se entregará en el Teatro Dolby de Los Ángeles. Y atención, además de
competir en el rubro de Mejor película animada, también lo hará en los de
Canción original (“Dos Oruguitas”, de Lin-Manuel Miranda) y Banda sonora. Es
decir, que el equipo de cuatro músicos creadores de la partitura, al que
pertenece Álvaro Paiva Bimbo, estará entre los cinco aspirantes a la estatuilla
en cada uno de esos dos renglones.
Y no
solamente eso. “No se habla de Bruno”, una de las canciones más difundidas de
la banda sonora, llegó al primer puesto de Billboard Hot 100, la principal
lista de popularidad musical en Estados Unidos. La canción encabezó además la
lista de “streaming” (descargas), que mide los temas más escuchados en radio y
los principales servicios de música en línea. Nada más y nada menos.
En
Caracas
En una
reciente visita que hizo hace pocos días a Caracas, conversamos con Álvaro
Paiva Nieto para El Estímulo. Vino a visitar a su familia, hacia la
cual se desprende en elogios, especialmente a su madre, para agradecerles su
educación y el apoyo que siempre recibió en todas y cada una de sus facetas
como músico desde que empezó sus estudios en el conservatorio.
“No
son muchas las oportunidades de que una persona de Los Chaguaramos llegue a
trabajar en una producción de Disney. Creo que he tenido mucha fortuna en
cuanto a la gente que me ha rodeado, empezando por mis padres y a mi abuela que
hablaba seis idiomas y leía muchísimo. A mí me enseñaron a leer a los tres años
y mi abuela me enseñó inglés como a los seis. Siempre tuve esa bendición de
estar muy bien preparado y rodeado”, recuenta.
“Luego
me tocaron excelentes maestros en la primaria, en el bachillerato y después en
el conservatorio Pedro Nolasco Colón, en Santa Mónica, donde estudié. Gente que
tenía unos salarios paupérrimos e igual venía de Guarenas, o de La Guaira, o de
San Antonio de los Altos a darme clases a mí y me forjaron una formación muy
sólida. Tan sólida que luego entro, en 2001, en Nueva York, becado en la Manhattan
School of Music, una de las escuelas más importantes del mundo. Y todo eso se
lo debo a ellos”.
“Todo
lo que ha pasado después pienso que es una consecuencia natural de que tuve esa
suerte. Lo que he hecho es tratar de estar a la altura de lo que a mí se me
dio, siempre he sentido ese compromiso. Tú sabes lo que ganan los profesores de
la UCV y mi mamá solita, porque mis padres se divorciaron cuando yo nací y él
tiene cinco hijas, por lo que ella sola le echó pierna para que yo saliera
adelante”, recalca.
-¿Cómo
fue tu experiencia de inmigrante desde el momento en que llegaste a Los Ángeles
hace cinco años, hasta que se te presenta la oportunidad de “Encanto”?
“Fue
durísima. Llegué a Los Ángeles y ni siquiera fui el último, es que no sabía en
donde estaba la cola para ponerme de último. Estaba por mi cuenta y riesgo, sin
saber cómo se entraba a la industria, cuáles eran los parámetros, qué se
requería. Sabía que tenía la preparación y que la música que escuchaba de las
películas y las series era la que yo sabía, era mi única certeza. Naturalmente
que me tocó como emigrante una experiencia muy dura, más dura de lo que
calculaba”.
“Trabajaba
en una tienda vendiendo instrumentos, me tocó cargar escenografías, repartir
comida, limpiarle los zapatos a un compositor, limpiarle la lancha a otro
compositor, me tocó ofrecerme de voluntario en un estudio de medicina
experimental como conejillo de indias y así miles de labores no relacionadas
con la música. Y lo hice con todo el gusto y con todo el amor del mundo. Siempre
tratando de hacerlo lo mejor posible. Sabía que en algún momento, si aguantaba,
alguien iba a darme algún chance. Lo que necesitaba era una oportunidad y
poquito a poco fueron dándose esas oportunidades”.
“Vivo
solo allá, mi esposa todavía vive aquí y es durísimo, sobre todo porque uno
está sufriendo, pasándola mal, trabajando un montón de horas para poder
sobrevivir. Pero tengo mucha fe en Dios y creo que me ha dado el aplomo para
aguantar. Es en 2021 cuando las cosas empiezan a enderezarse para mí, de 2017
al 2020 la cosa fue bastante ruda”.
-¿Cómo
llegaste a “Encanto”, a tener ese contacto con Germaine Franco para hacer ese
trabajo, con tanta competencia que hay allá?
“La
competencia es feroz. En esa lucha por entrar a la industria, me di cuenta que lo
que había que hacer era conocer gente y para hacerlo me inscribí en la Sociedad
de Compositores y otras instituciones afines. Esas organizaciones promueven
proyecciones de todas las películas con sus compositores, un poco para hacer
publicidad para los premios, lo que le da a uno la posibilidad de irlos
conociendo”.
“En
una de esas proyecciones me presentaron a Germaine y luego sucedió que hubo un
amigo, un compañero de generación que también estaba intentando entrar, que
empezó a trabajar con Germaine y me prometió que me contactaría con ella. Ese
proceso duró años, hasta que empezaron a trabajar en el proyecto de “Encanto”,
donde necesitaban a alguien más ducho en la música colombiana y latinoamericana
y que supiese bastante de orquestación y también de música pop, por el tema de
las canciones. Todas esas cosas son prácticamente las áreas mías de
experticia”.
“Fue
allí cuando mi amigo le dijo a Germaine, que aún a sabiendas de que poseía una
larga lista de aspirantes, que escuchara mi música, porque yo era venezolano y
había hecho ese trabajo por muchos años. Él, poquito a poco y sin decirme a mí,
le fue mostrando mi música a ella, que me pedía con excusas diferentes. Me
pedía mi música de cine épica y yo se la mandaba; la de raíz folklórica
venezolana “bien rajada” y entonces yo le mandaba Capicúa, todo con el pretexto
de que audicionaría. Y así le fui mandando casi que todo mi trabajo…”.
“Y un
día mi amigo me llamó y me dijo: “¿Qué estás haciendo?” Yo le contesté: “Aquí,
limpiándole los zapatos a William Goldstein”, un compositor famoso que ya tiene
80 años. Él me contestó: “¿Te puedes venir al estudio The Village?”. Quedé
sorprendido. Se trata del estudio donde han grabado Rolling Stones, Pink Floyd,
John Meyer, Lady Gaga, etcétera. Y agregó que allí me iba a entrevistar
Germaine. Terminé de limpiar los zapatos (ríe), me fui para allá y ella, nacida
en El Paso, Texas, y hablando un español medio “pocho”, me saludó por mi
nombre. Me dijo: “Escuché toda tu música y estoy muy impresionada. Me gustaría
que trabajaras con nosotros en la nueva película de Disney. Por supuesto que
casi me desmayo, y desde luego que le dije que sí y comenzamos en ese mismo
instante en lo que sería hoy el soundtrack de “Encanto”.
-¿Cuántos
músicos integraban el equipo de Germaine Franco para “Encanto”?
“Germaine
es una rareza, porque ella es una persona que tiene equipos pequeños.
Normalmente en Hollywood se utilizan equipos de 15, 20 o 30 personas
escribiendo. Germaine usa solo dos compositores adicionales, por lo menos en
esta película es así. James Carroll y yo, mientras Ian Le Cheminant es su
asistente más administrativo y luego tenemos gente que hace ingeniería de
sonido, que prepara las partituras y cosas por el estilo. Pero realmente
escribiendo música fuimos Germaine, James y un servidor.
-Tu
actividad allí fue como “programador adicional”, ¿en qué consiste eso?
“Ese
es el nombre técnico que Disney accedió a darnos, porque el estudio es muy
celoso con sus créditos. Ellos dicen que es para no meterse en problemas con el
sindicato. Yo debía tener crédito de compositor adicional, pero lo de “programador
adicional” fue lo que ellos accedieron a darnos”.
-¿Cómo
era tu rutina?
“Lo
que hicimos fue básicamente con respecto al score. Germaine escribió una suite
de temas, donde hacía un bosquejo. Como hacía John Williams, que decía: “quiero
que esta canción sea un tango, que use el tema 3 de la suite, trata de no usar
los cornos, trata que sea cuerda pizzicato” y te dan escena y tú la describes
sobre la música. Ese es más o menos el trabajo que le toca a uno. Y después que
habíamos hecho todo el score completo, nos llegaron las canciones de Lin-Manuel
Miranda. A esas canciones le hicimos todos los arreglos orquestales”.
“Y,
por supuesto, mientras más latina era la canción, Germaine más me las daba a
mí. Y como es un score tan latinoamericano, hicimos muchos arreglos, porque en
Disney piden muchas revisiones. Por ejemplo, en “No se habla de Bruno” fueron
más de once arreglos diferentes. Le hacías un arreglo y decían: “No, eso no,
hagan uno que sea más misterioso”. Y luego pedían: “Ahora queremos uno que sea
más salsoso”. Y así hasta que llegas a lo que le gusta a todos. Se hace con
gusto, pero se sufre de corazón”, (ríe).
-¿Qué
enseñanzas te dejó esa experiencia? ¿Cuáles son tus expectativas de cara al
futuro? ¿Te dedicarás exclusivamente al trabajo de bandas sonoras para cine?
“Lo
primero fue que aprendimos muchísimo, tanto de la parte musical con Germaine,
que es una compositora muy experimentada, que trabajó 15 años con John Powell y
en muchas películas. Es un gusto trabajar con ella porque es muy buen músico,
que no siempre es el caso con los compositores. Un buen músico ejecutante, me
refiero. Ella es percusionista, toca la marimba, el vibráfono con cuatro
baquetas, que es muy avanzado y conoce el lenguaje académico, pero también el
del jazz. Tenemos backgrounds similares, yo sigo trabajando con ella”.
“Aprendí
mucho de Germaine, de su manera de ver las cosas, de cómo se lidia con una
situación en la cual no tienes muy buenas cartas que jugar en la negociación.
Estás con dos directores blancos, estás con Disney, que es un “work” de gente
blanca. Eres latina y eres mujer. Ese manejo profesional y argumentado en base
al objetivo final, de verdad que yo me quito el sombrero ante el aplomo de
Germaine y de su manera profesional y seria de hacerse escuchar. Aprendí mucho
de eso. La velocidad del film me dejó también impactado. Creo que soy rápido,
pero cuando entré ahí estimo que estaba muy por debajo del tiempo que se
esperaba de mí. Eso me hizo aprender a escribir con más velocidad”.
-¿Y en
torno a tus expectativas?
“Veo
la composición para cine como un trabajo, yo no la veo como mi obra como
artista. Sigo haciendo mis discos y mis proyectos. Tengo miedo, te confieso,
porque la composición para cine consume mucho tiempo, de que cada vez me quede
menos tiempo para seguir componiendo. Pero tengo la ilusión de que voy a poder
seguir sacando discos con Cabijazz, de poder seguir haciendo una gira con
Amigos Invisibles; de hecho, Dios mediante la semana que viene estamos
produciendo un tema con ellos, quiero seguir con María Teresa Chacín, quizás
grabar algo que tenemos años soñando con hacer juntos. Sigo componiendo para
orquestas, grupos de cámara y para solistas. Estoy muy feliz porque siempre
soñé con trabajar como compositor de cine y televisión en Hollywood, y bueno,
poquito a poco vamos entrando”.
-¿Cuáles
son tus referentes en la composición para cine?
“Pienso
que Enio Morricone es el non plus ultra. Fíjate que mis referentes son más de
la música clásica y también de gente como Aldemaro Romero, porque era como el
artista total, como el Da Vinci de esta ápoca. Mucha gente no sabe que “Quinta
Anauco” es la música de una película y es una obra maestra. Aldemaro lo mismo
te hacía una suite sinfónica, que te tocaba un joropo en el piano a trío. Que
te tocaba de pronto una balada en jazz, como te componía una canción con un
lenguaje conversacional, pero igual de alto vuelo poético. Yo aspiro a eso,
quizás porque soy venezolano”.
“De
los compositores que más me gustan de cine, Enio Morricone me parece que es el
número uno; John Williams, por supuesto, debe ser el más completo. Y de los
nuevos me gusta mucho un francés, Alexandre Desplas, que hace las películas de
Wes Anderson. Y siempre me gustó Danny Elfman, pues la integración de su música
con las películas de Tim Burton no tiene rival. Ni siquiera la junta
Spielberg-Williams me parece que es tan poderosa como la junta de Tim Burton
con Danny Elfman. Es importante cuando la música de Hollywood no suena a
siempre lo mismo y eso es lo que a mí me interesa. Yo tengo una personalidad un
poquito Alfa y creo que si voy a tener un futuro en esto, va a ser así”.
-¿Cuáles
son los principales desafíos que se le presentan a un compositor de música para
cine?
“Creo
que todo el mundo puede escribir música, esa es la verdad. Pero no todo el
mundo puede escribir música cuando no tiene ganas. El desafío principal es
levantarte un día que te sientes mal y ese día debes entregar cinco minutos de
música épica, heroica, triunfal, escribirla rápido y que además algo así suene
inspirado. En Hollywood todo es para ayer en la mañana. Ese es el desafío. No
te sientes bien un día, te duele una muela o una rodilla y ese día tienes que
escribir la música. Tienes sueño y quieres acostarte a dormir, pero no puedes.
Esa noche tienes que terminarla. Ese es el desafío”.
-¿Qué
proyectos desarrollas actualmente en la música?
“De
cine, estamos haciendo una película. No recuerdo el nombre pero es con con
Nicolas Cage. Y cuatro películas más: una para Neflix, una para Sony y otras
para Lionsgate. Seguimos haciendo “Little Ellen”, con Ellen de Generes, para
HBO Max. Estamos haciendo un documental para ESPN sobre “Capítulo 9”, que es la
ley que logró la paridad de presupuesto de género en las universidades, sobre
todo en deportes y cultura. Gracias a Dios, en cuanto a cine estamos haciendo
bastantes cosas”.
-¿Y en
otros ámbitos?”
“Hace
menos de un mes salió un tema que produje para Ronald Borjas. Voy saliendo de
aquí para Miami para producir un tema que escribí especialmente a petición de
los Amigos Invisibles. Voy a sacar una malagueña para cello, que escribí
durante la pandemia y que me la grabó un gran cellista venezolano que es
concertino de la Sinfónica de Bogotá. Estoy revisando para publicar mi
Concierto para piano y orquesta. Y grabo, poquito a poco y remoto, pero estamos
avanzando, en el disco nuevo de Cabijazz. Creo que todo eso me va a tener
ocupado este año”.
-¿Cómo
ves la música que se está haciendo actualmente en Venezuela?
“La
gente que se quedó en Venezuela tiene mucho aplomo y hace su trabajo con mucha
seriedad. Gente como mi compañero de Kapicúa, Jorge Torres, que sigue
trabajando con un nivel impresionante. Hay unos muchachos de Barquisimeto, que
se llaman Onda Guara, a los que hay que ponerles el ojo. Bueno, todos los
grupos de rock que siguen trabajando y haciendo cosas cada vez con más
identidad, que es algo que pienso le faltaba al rock venezolano, desde
Caramelos de Cianuro, hasta Vargas, Los Mesoneros y Okills, cuyo disco es muy
interesante, porque lo llamaron “Dimensión Caribe”, en tributo a la Dimensión
Latina y Adrenalina Caribe”.
“Me
gusta mucho estar en contacto con todos ellos. A pesar de que ya no se pueden
hacer discos, me parece que la gente está tratando de entender el tema del
streaming y lo está haciendo muy bien y con cosas de mucha calidad. Eso me
alegra, porque en los momentos de crisis es cuando el ser humano ha sido más
creativo. Pienso en Brasil y la música popular brasilera; por supuesto, en
Cuba; pienso en todos los compositores rusos: Tchaikovsky, Prokofiev,
Shostakóvich, en medio del horror de Stalin. Creo que aunque la cosa esta muy
dura a nivel sociopolítico y económico, estamos en un gran momento creativo en
Venezuela”.
-¿Cómo
fue trabajar en “Encanto” en la etapa más dura de la pandemia?
“Difícil.
Con máscara todo el tiempo dentro del estudio, con muchísimas restricciones
para grabar a los músicos, restricciones a veces insólitas por parte del
sindicato; con dificultad de comunicación para las reuniones. Por unos meses
estuvimos cada uno en su casa, lo cual es muy engorroso cuando se trata de
trabajar en equipo. Muchas complicaciones técnicas trajo la pandemia. Y a nivel
humano también, porque uno se va sintiendo asfixiado. En lo particular, a mi
mamá le dio Covid y yo, hijo único, tratando desde allá de resolver todos los
asuntos. Fue una prueba, un test de fuego. Creo que todos salimos fortalecidos
y crecimos”.
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