Orlando Viera-Blanco 24 de marzo de 2022
@ovierablanco
Escribo
lo que siento, lo que me motiva, lo vivido, lo que quiero vivir, lo no vivido.
Lo que quiero para otros o para mí. Escribo lo que río y lo que lloro. Porque
deseo compartir felicidad o tristeza, logros o carencias. Escribo para decir
cuánto los extraño. Si algo perdimos los venezolanos fue la cercanía, gozarnos,
impedidos de hacer algo tan simple, como visitarnos y abrazarnos, como antes…
La
Torrera
Alguien
me preguntó en estos días en medio de un frío inclemente: ¿Debes extrañar mucho
a Venezuela? Lo primero que vino a mi mente no fue precisamente el mar caribe
sino la imagen sonriente de mi tía Berta [mamama]. ¿Por qué? Porque ella
ha sido testigo de mi vida y fuego-luz-en mis laberintos. Quizás no
lo sabe. Es tiempo que lo sepa…
Quien ha gozado de una niñez feliz goza de una vida iluminada. Los recuerdos encienden la nostalgia que son ganas de dejar caminos sobre la mar…A los venezolanos nos robaron no sólo un territorio y nuestra identidad, sino nuestro derecho a abrazar, a compartir y besar a los nuestros.
Una
visita dominguera, al vecino, al amigo, a la abuela o la tía, dejó de ser
hábito para ser negación…Cada navidad, cada semana santa, cada tarde después
del colegio, tomaba mi bici rumbo a La Torrera [a casa de la tía Berta].
Primero en San Bernardino donde nos soltaban entre tierra, columpios y pelotas,
y después en La Trinidad entre caimaneras-en una redoma de piedra, monte y
asfalto-poesía, música y arepas. No se quien se alegraba más, si ella al
anunciar ‘suban a comer’ o nosotros, un ejército de hermanos y
primos que corríamos a la zafra…
Berta
Elena Viera Acosta de Torres, Médico, microbiólogo de la UCV, profesora por
décadas de su alma mater; séptima de doce hermanos [sigue a papá] es la piedra
angular de una familia extensa de linaje canario y crianza pastoreña en la
parroquia San José. Una mujer típica venezolana de los 60, generosa y exigente,
dulce y disciplinada, apasionada del estudio y la enseñanza, que se encontró
con un país que le dio crédito a esas virtudes y los cosechó con docencia,
inclusión y conocimiento. Por cierto, si a alguien valoran en países
serios, desarrollados y cultos, son a sus profesores retirados, madres o padres
ejemplares, ciudadanos honestos y trabajadores incansables. Valor que hemos
perdido y también extraño…
Ir a
la Torrera era llegar a un templo de aprendizaje. Mi tío “Tony”, su esposo por
6 décadas [el Dr. Jesús María Torres Solarte], cardiólogo y gran recitador,
hacía más ruido con su máquina de escribir y verbo que con su estetoscopio. Y
mis primeros pasos en la música y la poesía, fueron de la lírica de María
Teresa Chacín, Soledad Bravo o Simón Díaz o la prosa de Neruda, Vellejo o
Andrés Eloy…La tía Berta digna representación del matriarcado criollo,
persuadía al tío Tony llevar a cada hijo [4] más sobrinos, a
Don Disco en Chacaíto, el Palacio del Libro en el Silencio o Suma en Sabana
Grande a elegir un “souvenir”. Así me estrené con un LP de la Dimensión Latina
y el libro “nuestras zonas erróneas”, por lo que mi adolescencia fue
querer vivir y soñar con taboga, taboga mía, lidiando con mis zonas indómitas…
La
historia de la tía Berta es la historia de todas las tías de Venezuela.
Historia de un mestizaje maravilloso de plasma hispano y nativo, resiliente,
irreverente, infatigable. Su hermana mayor-quien inspira a ella y papá estudiar
Medicina [Cicita]-marchó muy joven siendo profesora del Liceo Andrés Bello.
Otro hermano mayor, el tío Fernando, también lo sorprendió la vida sin olvidar
que la abuela Felicita nos dejó pronto por hepatitis. Qué corazón
habría tenido el Abuelo Don Paco para criar 12 muchachos a solas. Ese es la
impronta de la tía y de todos. Cada hijo se convirtió en hermano, madre, padre
e hijo a la vez. Rastro que está en su mirada, en sus manos, en sus palabras.
Nunca ha fallado extenderlas [sus manos] a un hermano, un pariente, un
paciente. Un corazón infinitamente bondadoso, que no tiene edad…
Aprendiendo
a lavar nuestros platos…
La
primera vez que me pidieron fregar el plato después de comer fue en la Torrera.
“Preciosuras ayuden a María” decía. Igual aprendí
regresar libros a su lugar, limpiar discos antes u después de usarlos o
aplaudir el concierto en la llanura del maestro Juan Vicente Torrealba o
cantares de Serrat. La tía Berta disfrutaba ver a sus cuatro hijos, sobrinos y
muchachera, cantar y coser, jugar y leer…Un contemplar orgullosa y alegre que
aún llevó en mi memoria y mi corazón, como ejemplo febril de la Venezuela
horizontal y familiar. Por eso si alguien nos pregunta, qué extrañas de
Venezuela, respondo sin vacilar:¡nuestro gentilicio, nuestro sentido único de
igualdad!
Le
tengo a mi tía Berta un inmenso respeto y camaradería. Ella es mi taboga,
la reina de las flores, pero también la gran amiga. No le llamo tanto como
quisiera. El exilio es así, ausente pero presente. Pero igual le hablo
imaginariamente y adivino sus respuestas: sabias, suaves, ingrávidas y
sutiles,como pompas de jabón…con su recién estrenada cabellera blanca.
Escribir
es una maravilla decía porque dejamos pisada de admiración y amor de lo que
pasa y queda en esta peregrinación sin cuya inspiración, no vivimos, no
respiramos, no somos lo que somos…Escribo porque siento a Venezuela en cada
mujer como Berta, la aldea que fue y que anhelo. Parafraseando a García Lorca,
su presencia me ayuda a desechar tristezas y melancolías, por haber tenido una
vida amable, que tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar…
Escribo
para gozar, para permutar melancolías por alegrías, porque la vida ha
sido amable…Muchos días la he tenido a mi lado y aun ausente me ha enseñado,
comprendiendo y redimiendo mis zonas erróneas.
Hoy te
rio y te lloro a la vez querida tía. Al decir del poeta granadino, porque
me da la gana, porque así atesoro tu luz mi
preciosura, para vivir y soñar, para ser libre…Te veo pronto. Bendición.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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