Julio Castillo Sagarzazu 23 de marzo de 2022
Así
nos lo recuerda Mercedes Sosa en su maravillosa canción. En Venezuela, lo
dijimos meses atrás, ha comenzado una transición. No es la que muchos queremos
y tampoco la que muchos pensamos que nos sacará del atolladero, pero hay una
transición. Los signos son múltiples, pero hay uno muy simbólico que ha
ocurrido a finales de la semana pasada. Se trató de la “devolución” del Sambil de
La Candelaria a sus legítimos propietarios.
Si se
nos pide con apuro cual es el marco de esa transición y cuál es el modelo que
la inspira, podemos decir, como también lo hemos dicho en notas pasadas, es el
que está contenido en la ley que eufemísticamente se llama Ley Antibloqueo.
Esa ley no necesita un análisis de exegética jurídica, en realidad, es un programa político. El modelo que está diseñado allí, lo podemos definir en pocas palabras: esa norma tiene el objetivo de crear un «capitalismo de panas», una suerte de oligarquía a lo Putin, en lo que se refiere a la formación de la nueva élite gobernante. Toma elementos del modelo chino en lo referente a su característica de capitalismo salvaje sin controles, sin sindicatos, con «Zonas Económicas Especiales» (concebidas como burbujas para la inversión de los nuevos panas).
Estos
modelos, obviamente, están adaptados al trópico. Tiene su dosis de represión
bananera y fortalecimiento del aparato policial pero ayudado de los pranes que
son los encargados del control social. También tiene el añadido de las
amistades peligrosas del régimen dentro y fuera del país; la zonas opacas donde
gobiernan grupos irregulares; la destrucción de Guayana con el arco minero; el
comercio ilegal de materias primas y pare usted de contar.
Estos
cambios de los que hablamos son el resultado de la bofetada que la mano
invisible del mercado al rostro del régimen y la que les ha hecho ver que había
que darle un escape a las iniciativas que la propia gente ha venido
construyendo por la vía de los hechos. En efecto, los venezolanos se las han
arreglado, por ejemplo, para derogar por su cuenta el control de cambios y de
precios. Esos que decía Aristóbulo no se podían eliminar porque los tumbaban.
Se dieron cuenta de que las colas, el desabastecimiento y la economía
controlada, eran más letales enemigos que Dólar Today, que al final terminó
cotizando por debajo del cambio del BCV (ironías de la vida…) Terminaron
entonces haciéndose los locos con el aparataje normativo que era el legado de
Chávez y optaron cumplir la máxima aspiración de todo neoliberal de manual:
«Dejar hacer, dejar pasar».
Era
natural que este «viraje» comportara cambios importantes en la economía y en la
percepción de la gente sobre su situación personal. Hay más movimiento; hay
libre circulación de divisas; los anaqueles están llenos; hay burbujas de
actividad económica por todas partes. Por supuesto que la gente tiene que
sentir que ha mejorado individualmente.
Hace
meses, también decíamos que esta mejoría, antes que ser mala para quienes
aspiramos un cambio en el país, puede ser más bien positiva. ¿Por qué? Pues
porque cuando la gente se libera de los controles sociales y se siente más libre
en lo personal, también puede sentirse más libre en lo colectivo. Y eso, si la
dirección política opositora sabe interpretarlo, puede convertirse en una
aliciente para que la gente pueda regresar a luchar por los inmateriales de la
democracia y la libertad, mientras va satisfaciendo sus más primarias
necesidades materiales. ¡Claro! Como ha quedado dicho, la dirección política
opositora debe interpretar estos nuevos signos.
¿Podemos
decir que los está interpretando?
Veamos:
Habíamos comenzado diciendo que todo cambia. Y ahora tenemos que decir que
también la dirección política de la oposición ha venido cambiando. ¿Cuánto?
¿Para bien? ¿Para mal? Tratemos de dilucidarlo: Para ello nos serviremos de una
anécdota: Hace algunos meses, a un buen amigo, partidario de invasión
extranjera para «solucionar» los problemas del país, le hacia la advertencia de
lo espantoso que sería aquello. Le puse como ejemplo que si había una
intervención militar en Venezuela el aeropuerto de La Carlota y la Casona
serian objetivos ineludibles y que yo no podía estar de acuerdo con ello
porque, entre otras cosas, mis nietos viven en La Carlota. El amigo me dio a
entender que esa sería uno de los precios que había que pagar por nuestra
libertad. Casi me cuesta la amistad con él. Pues bien, ese amigo, hoy en día es
partidario de ir a las elecciones incluso si no hubiera condiciones para ello.
¿Por qué ha ocurrido esto? La respuesta la tiene Mercedes Sosa. Porque “Todo
cambia”…
Hoy
día, prácticamente toda la oposición, (de regreso de la formula «todas las
opciones están sobre la mesa»), señala hacia las elecciones presidenciales como
el Rubicón que hay que pasar para llegar al cambio político del país. En estos
momentos hay matices (que no por matices son menos importantes) sobre cómo
abordar el tema. Algunos dicen que hay que esperar el 2024 y otros que hay que
hacerlas «cuanto antes». Ya veremos cómo se dilucida este diferendo. El tiempo,
como siempre, tendrá la última palabra en esta materia.
Casi todos
también tienen la vista puesta en México como el mecanismo para llegar a
acuerdos. Todos se dan codazos por tener sus posaderas en las sillas de esos
encuentros aunque, en público, manifiesten diferencias de criterios sobre la
manera de abordar el tema. Este, también, es otro cambio significativo.
Como
es natural, tratándose de elecciones, el tema de la candidatura ocupara un
lugar especialísimo. En este punto, pareciera inevitable que se realicen unas
primarias para escoger el abanderado principal de la oposición. ¿Por qué
decimos «principal»? Porque también será inevitable que la picaresca política
criolla se manifieste con los más variados argumentos en contra de las
primarias, esperando que el régimen le reconozca los servicios prestados con el
Zelle de rigor para montar otras candidaturas.
Pero
recordemos que estamos hablando de cambios. De manera que es imposible cerrar
esta nota sin referirnos a la madre de todos los cambios: La nueva situación
geopolítica del planeta con la invasión de Putin a Ucrania y sus espantosas
consecuencias.
Venezuela
es una pieza importante de este ajedrez geopolítico mundial. Podemos tener una
oportunidad de oro para que la presión de los aliados internacionales de las
fuerzas democráticas, obligue a un nuevo ambiente que pueda permitir la
realización de las elecciones libres que aspiramos. Sobre ese tema, debería
estar incidiendo hoy la oposición venezolana.
Hay
que apurarse porque si bien es cierto que «Todo cambia», también lo es que
cambiará en el sentido correcto, solo si hacemos las cosas correctamente. De
otra manera, esos cambios seguirán ocurriendo y pasándonos por encima y en la
dirección que no es la que le conviene a nuestro país.
Julio
Castillo Sagarzazu
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