Luis Ugalde S.J. 24 de marzo de 2022
Hay
momentos en los que la Humanidad se ve obligada a escoger entre la vida y la
muerte. Este es el dilema ante la guerra criminal de Putin contra Ucrania.
A los
católicos los 40 días de la Cuaresma nos ponen a escoger entre la vida o la
muerte, entre el dios diabólico al que Jesús dice No y el Dios-amor al que no
solo dice SÍ, sino que da su vida y nos invita a donar la nuestra para ganarla
con pleno sentido.
El evangelista Lucas presenta en el capítulo 4 el dilema de Jesús en su misión de Hijo de Dios. Guiado por el Espíritu va al desierto y allí el demonio lo tienta ofreciéndole triunfos personales, egocéntricos, centrados en su poder y dominación del mundo. “Si te postras ante mí - le tienta el demonio- todo será tuyo” (Lucas 4,7). Si Jesús desea ser Dios con poder de dominio como dueño del mundo, aceptará esta oferta diabólica que convierte a la humanidad en un infierno. El Nazareno responde con un No radical. Ese no es su Dios; él se siente llamado a ser Hijo de Dios-amor. El reto de su vida es reflejar al Padre como amor encarnado humanamente, de manera que quien lo vea a él en su condición humana vea a Dios.
Lucas,
en el mismo capítulo nos muestra a Jesús que movido por el Espíritu, va el
sábado a la sinagoga de Nazaret y lee ante la comunidad lo que el profeta
Isaías nos presenta como la verdadera identidad del Hijo de Dios: “El Espíritu
del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a
los pobres, me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a
los ciegos para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de
gracia del Señor” (Lucas 4,18). Jesús emocionado reconoce su identidad y
vocación liberadora y da un SÍ rotundo. Ese es su modo de ser Hijo de Dios-amor
cuyo encuentro significa la liberación integral de toda persona y de la
humanidad.
Pero
el demonio no desistió y logró que los discípulos cayeran en disputas de poder
y ambición. Jesús les reprochó: “Ya saben que los jefes de los pueblos los
tiranizan y que los grandes los oprimen”. “No ha de ser así entre ustedes; por
el contrario, quien quiera ser el primero que se haga servidor de todos. Como
el Hijo del Hombre que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida por
muchos”. (Mateo 20 y Marcos 10).
La
última tentación de Jesús para que renunciara a su Padre, Dios-amor, fue en el
tormento de la cruz: Si eres el Hijo de Dios - se burlaban- baja de la cruz y
creeremos. Jesús lo venció al morir perdonándolos y mostrando que “nadie tiene
más amor que quien da la vida por otro”. Ese amor radical de Dios es más fuerte
que la muerte, como demostró el Padre resucitando a Jesús y poniéndolo como
camino y vida para toda la humanidad.
El
dilema de las personas y de la humanidad es aceptar a Dios-amor o por el
contrario sucumbir a la tentación diabólica de coronarse como dios-poder de
dominación, y de riqueza endiosada. Los 40 días de la Cuaresma cristiana son
para discernir cuál es nuestro Dios. Cuando en el corazón humano el poder y la
riqueza se convierten en valor supremo, son entronizados como dioses que
tiranizan y oprimen. Estas no son consideraciones celestiales alejadas del
mundo real. Ucrania vive en esa encrucijada porque quien quiere ser omnipotente
en una Rusia imperial, decide tiranizarla. También el pueblo de Venezuela está
crucificado por quienes imponen su poder como dioses supremos.
Alianza
entre racionalidad y muerte
Hace
dos siglos y medio la revolución cultural de la Ilustración aceleró la
transformación del mundo con su racionalidad científico-instrumental y
entronizó a la Diosa Razón con la convicción de que ella con su luz desterraría
la oscuridad y el mal del mundo, pues según ellos la única causa del mal es la
ignorancia. El tiempo ha demostrado que la racionalidad instrumental sola no
elimina el mal. Más aún, puede potenciar y multiplicar la capacidad de matar y
destruir, como demostraron las dos estúpidas y criminales guerras mundiales,
poniendo la ciencia instrumental al servicio de las potencias y elevando al
infinito la capacidad de asesinar a decenas de millones... Y eso no se acabó en
1945, ni con el final de la Guerra Fría, medio siglo después. La racionalidad
instrumental científico-técnica si se somete al poder y a la riqueza como
dioses, lleva a la destrucción de la humanidad. En el siglo XXI con más
capacidad de muerte. Ahí está la guerra de Ucrania y la amenaza asesina de las
armas nucleares, biológicas y químicas: la ciencia y tecnología al servicio de
la maldad humana y convertida en enemiga de la humanidad. Aun en el caso de que
no se empleen, su construcción y acumulación se hace a costa de muchos billones
de dólares despojando a la humanidad y a sus necesidades de salud, educación,
alimentación y fraternidad.
El
poder y los bienes materiales son necesarios para el bien común y para salir de
la miseria y de las carencias inhumanas. El problema surge cuando el corazón
humano cede a la tentación diabólica y convierte los medios en fines, en
dioses, ante cuyos altares es sacrificada la humanidad de los más débiles.
Jesús
al afirmar radicalmente y por encima de todo a la persona humana, desde los más
pobres, será siempre objeto de persecución de los dioses diabólicos que quieren
señorear este mundo desarrollando su fuerza de dominación y de destrucción.
Es el
espíritu humano el que ganado por el Dios-amor convierte el poder en
instrumento del bien común y de superación de la miseria de miles de millones.
Por eso la Cuaresma con Jesús tiene pleno sentido para la conversión del
espíritu humano que transforma a los lobos en hermanos y nos trae la alegría de
encontrar el sentido de nuestra vida como hijos de Dios, dándola para que todos
la tengan. Es lo que celebramos con la muerte y Resurrección de Jesús y su
fuerza transformadora del mundo para que todos tengan vida.
Luis
Ugalde S.J.
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