Rafael Veloz García 30 de marzo de 2022
@Rafaelvelozg
“Nadie
puede beber agua de un espejismo”… Así lo dijo el legendario poeta chino Han
Shan, el llamado maestro del Monte Frío, aquel que se cansó de la ciudad y se
escondió en la montaña. La frase es una verdad absoluta, pero ante todo es la
raíz de profundas reflexiones. Meditar y deliberar son precisamente elementos
intrínsecos de la política, indispensables por lo tanto para los que como
nosotros hacemos ejercicio en ella, porque nos permiten estudiar y analizar las
situaciones antes de tomar decisiones, no sin antes establecer los factores a
favor y en contra en un asunto determinado.
Sirva todo lo anterior de preámbulo para abordar el tema de la actual realidad del país y para llevar a los venezolanos el mensaje de la importancia de ser reflexivos y analíticos en este momento frente a las circunstancias en que vivimos. Por lo tanto, se impone ponderar con sumo cuidado lo que percibimos, lo que vemos y escuchamos para ubicarnos luego en un grado de conformidad con nuestros sentidos que nos permitan hallar la verdad. En los últimos días hemos visto cómo se habla de una “falsa normalidad” en el país y de que la situación en Venezuela no se ha arreglado como nos quiere hacer ver el régimen. Aunque es cierto que nuestra nación salió de la hiperinflación, también lo es que sigue teniendo la inflación más alta del mundo, la cual cerró el 2021 con una acumulada anual de 686,4%.
Sin
entrar en factores financieros a profundidad, hay dos aspectos que sí debemos
tener presentes por su incidencia en lo económico. El primero es la
dolarización de facto que existe en Venezuela, porque fue impuesta por los
propios ciudadanos y el régimen se mantuvo en el juego por su conveniencia.
Esto último lo vemos con los bodegones, por ejemplo, cuyos propietarios en su
mayoría son los llamados boliburgueses. Esa dolarización no es absoluta, porque
la mayoría de los trabajadores, en especial los empleados públicos, pensionados
y jubilados del país, devengan sus salarios en los súper devaluados bolívares.
Y tampoco podemos pasar por alto que no todos tienen acceso a dólares, por lo
que aquellos en esta condición viven un calvario para poder obtenerlos.
El
segundo aspecto es que Maduro en fecha reciente elevó el salario mínimo a 130
bolívares mensuales (poco más de 28 dólares), pero en paralelo impone la
reforma de la Ley de Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF),
un tributo dirigido a los que denominan “contribuyentes especiales”, que son
los que operan con transacciones en divisas y criptomonedas sin tener
intermediación financiera.
Maduro
y sus funcionarios han señalado que este impuesto busca pechar “a los grandes
capitales”, pero es falso, porque cualquier empresa o comercio pequeño que
tenga un ingreso de 130 dólares anuales, que no es nada, tiene que tributar vía
IGTF. Y callan sobre la manera en que impactará ese impuesto en los bolsillos
de los venezolanos, que son los que compran a las empresas de los
contribuyentes especiales los productos, los cuales sufrirán un notable aumento
en sus precios muy pronto.
De
esta manera, con esta carga impositiva del IGTF, el pírrico aumento del salario
mínimo a US$29 mensual se evapora con rapidez, como veremos en muy poco tiempo
también. En este punto hay que tomar en cuenta que solo la canasta alimentaria
en febrero de 2022 alcanzó los 365 dólares, lo que quiere decir que el aumento
del salario mínimo apenas cubre el 8% del costo de la canasta alimentaria de
ese mes, de acuerdo al análisis del Observatorio Venezolano de Finanzas. Hay
que esperar las cifras de marzo y las sucesivas, que no deben ser nada
satisfactorias para los ciudadanos del país.
Calidad
de vida
La
razón de ser de los impuestos es para que los Estados o gobiernos puedan
invertir en gastos sociales que mejoren la calidad de vida de la gente. Son la
fuente de ingresos para la inversión en materia de infraestructura y en los
servicios públicos más básicos, entre otros aspectos. Pero eso no sucede en
Venezuela, donde incluso prácticamente se liquidó la descentralización para
golpear a las regiones con el único fin de favorecer a la cúpula del régimen y
sus colaboradores más inmediatos.
La
guerra e invasión de Rusia contra Ucrania afecta en materia económica
directamente al régimen de Maduro, cuya sostenibilidad ha estado supeditada a
los negocios con el dictador ruso, Vladimir Putin. Maduro incluso a comienzos
de este mes le pidió a la administración de Putin descongelar los fondos
producto del petróleo depositados en varios bancos rusos, pero en vista de las
sanciones aplicadas a Rusia por su aventura bélica, el asunto se le complica.
Por lo
tanto, en el aspecto político por su fallido modelo, en el cual los problemas
de los ciudadanos no importan, así como en el aspecto financiero por la
corrupción y el despilfarro, las perspectivas de que mejoren los ya ruinosos
servicios públicos de Venezuela son una utopía. Y mientras esto sea así, los
venezolanos no pueden tener la calidad de vida que por derecho constitucional
les corresponde.
En las
pasadas semanas nos tocó recorrer casi todo el país llevando el mensaje del
Movimiento Salvemos a Venezuela, en la construcción del tejido social y el músculo
político en unidad, para alcanzar los objetivos de lograr las elecciones
presidenciales y a la Asamblea Nacional que nos deben, lo antes posible. Esto
nos permitió conocer en su justa dimensión lo que viven los ciudadanos en el
interior del país, lo que podemos calificar como una auténtica tragedia.
Comunidades
enteras sin agua por meses y hasta años, sin energía eléctrica por más de 14
horas al día o con ausencia total de este servicio durante días. Sin gas
doméstico, poblaciones a oscuras por falta de alumbrado eléctrico en las
calles, falta de gasolina, problemas serios de recolección de basura, vialidad
en pésimo estado, falta de insumos médicos para la atención de los pacientes en
hospitales, que a su vez no cuentan con equipos de diagnóstico y tratamientos.
Igualmente, comercios y empresas cerradas, lo que se traduce en pérdida de
puestos de trabajos y pequeños productores agrícolas que pierden sus cosechas
por no tener cómo transportarlas a los centros urbanos para su venta. En
resumen, la gira nos hizo vivir el sufrimiento de la gente muy de cerca y es
algo doloroso. Y sobre eso debemos reflexionar todos los venezolanos, porque el
problema es nacional y es por falta de voluntad política. Urge el cambio, no
hay duda de eso.
Visto
de esta manera, nos preguntamos ¿cómo alguien puede atreverse a decir que la
situación ha mejorado en Venezuela? Es todo lo contrario, está cada día peor.
Vivimos
en realidad sin calidad de vida en medio de un espejismo.
Rafael
Veloz García
@Rafaelvelozg
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