¿La Arepa Vacía?
E l tema central de este
número es la identidad del venezolano, eso que los expertos llaman la
venezolanidad. Lo cual nos conduce inexorablemente a revisar cuáles son esos
elementos que definen nuestra cultura, nuestra idea de pertenencia, lo que
somos como nación y como nacionales de la misma. Para algunos, la respuesta es
casi inmediata y simple: seguimos siendo los mismos venezolanos de siempre,
ciertamente con algunas naturales adaptaciones, pero en esencia igual. Sin
embargo, para otros más acuciosos, más observadores, en estas últimas décadas
han ocurrido cambios que podrían representar o traer consigo importantes
efectos en la concepción del venezolano: cambios en los símbolos patrios,
cambios normativos y preceptivos, cambios poblacionales etnográficos y
migratorios e incluso cambios territoriales. Es también cierto que hemos estado
expuestos, por más de veinte años, a la influencia de un discurso político
disruptivo que ha pretendido de manera ex profeso ofrecer una visión distinta
–acaso imprecisa– de la historia, del sistema, de la democracia misma. Hemos
vivido situaciones sociales, políticas y económicas extremas muy severas y
profundamente serias que si bien no son exclusividad de los venezolanos y
muchos países las han atravesado, sin duda alguna dejan huella en la gente, en
sus concepciones, en sus convicciones, en sus decisiones, en su vida. Pero la
identidad, no es solo lo que se es hoy, no es la foto de un momento. La
identidad se conforma (¡y vaya que así es!) del pasado, de lo que fuimos, de
dónde venimos, del legado de nuestros ancestros. Por más abatidos que estemos
hoy, por más desgastados que nos sintamos hoy, traemos en nuestro haber un
pasado destacado y memorable. Descendemos de hombres y mujeres que hicieron
realidad el sueño republicano de un continente en el siglo xix. Provenimos de
generaciones de venezolanos que levantaron un país rural, atrasado y en
dictadura y lo convirtieron en una democracia sólida y de progreso en el siglo
xx. Identidad también es futuro, es proyecto, es aspiración de lo que queremos
ser, de lo que queremos lograr, es sueño, es meta, es horizonte compartido, es
objetivo. Y esa identidad que es tanto pasado, como presente, como futuro, se
convierte verdaderamente en venezolanidad solo cuando es compartida y asumida
por todos. Es decir, la venezolanidad es el sentimiento que nos hace sabernos y
sentirnos a todos como venezolanos, y requiere la preexistencia de un elemento
fundamental e imprescindible: el amor por Venezuela. Ese sentimiento de
afectividad que nos lleva a valorar lo que fuimos, a comprender y asumir lo que
somos y a apostar por lo que queremos ser. Desde SIC queremos promover esta
reflexión sobre Venezuela, entendida como un proyecto común y compartido.
Hagamos un ejercicio, pensemos en una arepa, ese pan de maíz que caracteriza
nuestra mesa, ese alimento tan nuestro que nos define. Ahora pensemos en el
relleno de esa arepa. Allí está el desafío de nuestra venezolanidad, entender
qué nos gusta, qué necesitamos, hacer que todos participemos y obtengamos un
relleno que esté bien hecho, y sobre todo que alcance para todos. He aquí la
intención de este número: no dejar vacía nuestra arepa.
MARZO-ABRIL 2023 / SIC 844
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