Por Simón García
Desde el gran imperio del
capital y la democracia, se pretende exterminar al régimen a golpe de asfixia
económica. La negociación les resulta inútil. Es hora de apretar con prohibiciones
económicas que afecten al gobierno y a funcionarios del régimen. Nadie
habla de cómo sancionar sin afectar a la población. Todos concuerdan que es
imposible quitarle oxígeno al régimen sin asfixiar a la gente.
Es evidente que las
calamidades sociales y el derrumbe de la vida de los venezolanos han descendido
a nivel de sobrevivencia. Su origen está en intentar imponer un sistema
económico improductivo y descargar contra la democracia las sanciones de un
ejercicio autoritario del poder. En la factura se detallan las numerosas
sanciones internas que nos arrojan al colapso.
La respuesta de Maduro es
defensiva. Siente el borde del abismo. Sus decisiones revelan debilidad.
Desempolva la figura del traidor a la patria y lanza ese estigma contra quienes
la defienden. Sabe que las sanciones no están en manos de la oposición, sino de
gobiernos democráticos que exigen la realización de elecciones libres. Pero su
blanco es debilitar a sus adversarios.
En la oposición aparecen
tres tipos de reacciones: extremista, radical y moderada. Todos quieren
proteger el interés de la población, pero cada uno calcula cómo sacar la mejor
tajada este round. No hay sentido ni necesidad de unidad.
Los extremistas, igual de la
oposición que del gobierno, rechazan cualquier negociación. En vez de dialogar,
exterminar al otro. Exigen aplicar el TIAR y deliran con una invasión de
ejércitos extranjeros que derrote militarmente a la FANB, cuyos integrantes son
centenares de miles de venezolanos que, puestos a escoger, lo harían mayoritariamente
por el cambio. Piden el encarcelamiento de Guaidó, aunque de ese modo el
conflicto de poder se resuelva a favor de Maduro. Pero lo que les importa es
echar a un lado a un competidor, aunque no sepan con qué van a competir.
Los radicales defienden las
sanciones porque consideran que el régimen no abandonará el poder ni aceptará
una negociación sin una amenaza bélica superior y sin que la comunidad
internacional los aísle diplomáticamente y les cierre el grifo del
financiamiento. Privilegian ese tablero.
Los moderados plantean
reducir las sanciones a las altas figuras oficialistas, a sus testaferros y
familiares que disfruten de riquezas robadas al país. Ninguna sanción debe
agravar las inhumanas condiciones de existencia que ya cobran vidas en la población
más vulnerable.
Todos proclaman que no se
puede resolver la crisis sin solucionar el conflicto político. Pero unos
sostienen que no importa que el país colapse si así implosiona al régimen y
otros, que piden desatar el conflicto social del político, proponen llegar a
acuerdos parciales conjuntos como resolver el problema de la electricidad. No
importa que aún no haya un cronograma electoral, lo que importa es que haya
electores.
El centro está en la mayoría
social. Dirigentes de distintos sectores deben tomar la palabra en apoyo a la
iniciativa de Noruega, presionar a un entendimiento y sacar del hoyo unas
elecciones libres. El centro no debe callar más
11-08-19
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