Por Olga Ramos,
21/04/2013
En estos días, vivimos un pico en
la tensión política del país muy pocas veces, o nunca, experimentado. Esa
tensión, como es obvio y normal que suceda, nos está forzando a poner el foco
de nuestra atención en la polarización y el conflicto, haciendo que se desvíe
de aspectos que son fundamentales para salir de esta crisis y para comprender
la naturaleza de lo que nos está sucediendo.
Infografía publicado en el Diario El Universal, pulsando el enlace puede visitarla |
Esto es obvio, porque el candidato del oficialismo, juramentado como
presidente de forma apresurada en estos días, ha asumido la misma estrategia
que utilizaba con mucha frecuencia Chavez, apelar a la “paz” insultando y
amenazando, colocando en “el otro bando” y señalando de “traición y
conspiración” a todo el que piense diferente. Y como en algunas de las más
tristes épocas de nuestra historia contemporánea, el discurso es
aderezado con una “cacería de brujas” que busca identificar y excluir a aquellos
que han pasado agachados en su expresión política pública, pero que han
manifestado su desacuerdo político mediante el voto. Pésima estrategia en un
país cada vez más claramente fracturado en dos mitades prácticamente iguales y
peor aún siendo la estrategia de quién debería encabezar, urgentemente, un gran
esfuerzo de reconciliación y reconstrucción de espacios de convivencia entre
los venezolanos.
Hay muchas cosas que explican esa conducta. Pero de ellas, quiero
llamar la atención sobre una en particular.
El pluralismo político que forma parte de nuestra tradición
republicana y que es una de las características reconocidas de nuestra
república en la Constitución aprobada en 1999, en este momento, no es más que
una cualidad emergente del sistema. Es decir, tal como se entendería en el
pensamiento complejo o en la teoría de la complejidad, se trata de una cualidad
que no se aprecia en las partes que constituyen al sistema, pero que emerge,
como cualidad del mismo, cuando se le trata como un todo. Si lo vemos con ojos
republicanos, el sistema no reconoce, en la práctica, la existencia del
pluralismo político como una expresión natural de los ciudadanos, organizados y
no organizados, y de su pensamiento político, a la vez que las instituciones
del sistema expresan polarización a ultranza adoptando una de las variantes de
la misma; pero el espíritu ciudadano está impregnado de pluralismo a tal punto,
que cada vez es mucho más una cualidad que se aprecia en diversos elementos del
comportamiento del sistema.
El opacamiento del pluralismo como cualidad del sistema, sucedió a
pesar de nuestra idiosincrasia y tradición porque, por una parte, los
oficialistas nunca entendieron que la preferencia electoral por un candidato,
incluso el apoyo reiterado y el reconocimiento de un liderazgo, no es nunca
igual a la construcción de una alternativa única ni en términos de preferencia
electoral, ni en términos de organización política y mucho menos en términos de
pensamiento político. Muchos esfuerzos han realizado para aglutinar a su gente
y para hacerlo de forma organizada desde el nacimiento del MBR, su paso por el
MVR y la constitución de los círculos bolivarianos, hasta la actual selección
del PSUV como opción electoral del oficialismo y la pretensión de utilizar a
las milicias, las comunas y otras figuras de organización de base, como
expresión organizada de la población a favor del movimiento oficialista.
Por su parte, el aglutinamiento de los “anti” forjó diversos
esfuerzos de unidad que se iniciaron con la Coordinadora Democrática y que hoy
se expresan en la MUD. En ese ámbito fueron muchos los que tampoco entendieron
la naturaleza del pluralismo a la primera y hay aún muchos que aún no la
comprenden, a pesar de que fue justamente ese espíritu es el que orientó la
conformación de sus estructuras. En el movimiento opositor, esa falta de
comprensión se ha expresado y aún se expresa en algunos casos, en dos tipos de
conductas, aquellas de los que pretenden capitalizar los esfuerzos de la unidad
a favor de una organización específica y aquellas de los que quieren la
anulación de todos, en discurso y propuesta, en favor de un discurso específico
y único, que casualmente es el suyo.
En ambos casos, la visión que
impera en ellos, oficialistas y opositores, es la que ve a la sociedad expresada
como la lucha de un pensamiento-cultura-poder hegemónico versus uno
contrahegemónico, una visión anacrónica que nos acompaña hasta nuestros días.
La buena noticia en este caso, es
que a pesar de que quiénes están en el liderazgo del oficialismo mantienen esta
visión anacrónica, no es el caso de lo que se fragua en la alternativa
democrática. Lo vemos en la conducta de quienes encabezan la vocería de la MUD
y de muchas de sus organizaciones y en el discurso y conducta de quién asumió
su liderazgo como candidato. Pero también se expresa en la conducta de la
ciudadanía como electorado que claramente ha ido evolucionando en la expresión
de sus preferencias, tal como se aprecia en esta infografía.
Todavía, sin completar la auditoría
solicitada, podemos ratificar que el pluralismo político definitivamente se
está convirtiendo en una cualidad emergente del sistema, así lo expresan, entre
muchas otras cosas, el voto de cientos de miles de ciudadanos que en 2012
dieron apoyaban al oficialismo y que el 14 de abril cambiaron su preferencia,
porque el nuevo candidato ya no los convencía o sencillamente porque quería
darle la oportunidad a una alternativa en el poder, dado lo malo que ha sido el
actual oficialismo en el gobierno. Una alternativa justamente caracterizada por
la diversidad, por ser una alianza entre diversos y diferentes.
Creo que una de las cosas en las
que debemos poner nuestro foco de atención es en que, a pesar de todos los
esfuerzos sostenidos fieramente y con abuso de recursos durante estos 14 años,
los venezolanos somos diversos por naturaleza; nuestras organizaciones
políticas están constituidas por gente que coincide en algunas cosas y diverge
en muchas otras.
Dada esa naturaleza, nuestro punto, nuestro reto, en primer lugar es
la reconciliación y el reencuentro y, en segundo lugar, es cómo hacer para
construir, más allá del discurso y de estas primeras prácticas, una alternativa
política viable, una opción real de poder que se fragüe en torno a las
coincidencias y que sea capaz de incorporar las diferencias y propiciar dicho
reencuentro; como lograr que ese espíritu, que es el que orientó la
conformación de la MUD y se expresa claramente en el discurso de los máximos
exponentes del liderazgo de la alternativa democrática, permee para que su
expresión llegue realmente hasta las bases y pueda estructurarse en reglas de
convivencia claras que nos permitan impulsar el reencuentro y la reconstrucción
del país desde ya y también, para que se constituya en cimientos, a la hora de
ejercer el poder y ser gobierno.
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