Por Golcar, 30/04/2013
Si algún éxito se le puede atribuir al difunto Chávez en los 14 años de su autoritario régimen, fue el haber logrado, para el momento de su deceso, configurar un aparataje comunicacional eficiente y agigantado que logró llevar su mensaje “revolucionario” a los más apartados confines del mundo y al más recóndito rincón de la geografía venezolana.
Aquella “hegemonía comunicacional” de la que en varias oportunidades se les oyó hablar a los partidarios del régimen chavista, luego de 14 años en el poder, parece estar completamente desarrollada y establecida. Para alcanzarla, se valió de la creación de nuevos medios de comunicación como revistas, panfletos, emisoras de radio y televisión comunitarias, emisoras de radio y televisión regionales, millonarias campañas publicitarias y de propaganda, así como de cierres por vías “legales” de medios de comunicación que le resultaban incómodos a sus propósitos de llevar “Su Buena Nueva” a todos los lugares, con el menor ruido posible.
A esto hay que agregarle un gran lobby internacional de medios e intelectuales del planeta, unos pagados por el estado venezolano y otros atraídos por lo exótico que les resultan, a cierta intelectualidad de izquierda del mundo desarrollado europeo y estadounidense , todos los gobiernos que se erigen como anti imperialistas y contarios a todo lo que tenga la etiqueta de “gringo” o “pitiyanqui”, además de la creación de un canal internacional de televisión como Telesur al servicio absoluto de la “verdad” revolucionaria y la creación y aplicación de leyes de comunicación que estimularon la autocensura de los medios privados que tendían a ser opositores o medianamente imparciales, muchos de los cuales eliminaron de su parrilla de programación la mayoría de programas de opinión y de entrevistas, destinando sus programaciones a espacios de entretenimiento, concursos, bricolaje, cocina y telenovelas, o pura musiquita en las emisoras de radio.
Los pocos espacios de opinión que sobrevivieron se han visto obligados a ingeniárselas para cumplir con el reglamento de comunicación siempre ambiguo y discrecional, mediante el cual, con parámetros absolutamente subjetivos y sujetos a la arbitraria interpretación del ente regulador, el estado tiene la potestad de sancionar a periodistas y medios si considera que “incumplió” con la norma. De esta forma, el ejercicio de la comunicación en Venezuela en los últimos años, se ha desarrollado siempre bajo amenazas y tutelajes que han exacerbado la autocensura. Se comunica desde el miedo y de esto no se han salvado ni siquiera los programas de entretenimiento más banales. Todos pueden en cualquier momento pisar un callo que incomode al régimen y que haga que se “solicite” su suspensión y salida del aire bajo tácitas amenzas de acciones “legales” más fuertes.
Todo este panorama de hegemonía se ve coronado con las innumerable e interminables cadenas de medios de las cuales ha hecho uso y abuso el régimen amparándose en el derecho que la ley le otorga. Las cadenas de radio y televisión llegan hasta el más apartado rincón del país y son transmitidas en muchos casos a nivel internacional vía televisión por cable y por Telesur.
Mientras los medios de comunicación oficiales, esos que se supone son de todos los venezolanos, aunque han devenido en oficinas de prensa del gobierno y del partido PSUV, especialmente la televisión, tienen alcance realmente nacional; el único canal que permanece al aire con tendencia opositora es Globovisión, con señal abierta solo en el centro del país y solo vía cable en el interior, con lo cual su alcance es bastante limitado así como su audiencia.
Globovisión ha estado bajo amenaza desde hace muchos años. Han recibido sanciones y multas multimillonarias y siempre mantiene un “expediente abierto” dentro del régimen. La razón principal por la que el gobierno no se ha decidido a cerrarla por completo es porque le ha funcionado como “detergente” para lavar ante el mundo el carácter autoritario y dictatorial del gobierno. Efectivamente, quien vea por un rato un “Aló, ciudadano”, podría decir que Venezuela es el país con la mayor “libertad de expresión del mundo”, como le gusta decir a los oficialistas. No obstante, esa supuesta libertad, esté siempre vigilada y amenazada y, al hurgar un poco más la superficie, se constate que no hay tal libertad si los periodistas y presentadores trabajan con una espada de Damocles sobre sus cabezas, atentos no solo a lo que ellos dicen sino a lo que digan sus invitados y entrevistados pues las opiniones de estos también terminan siendo responsabilidad del periodista y del medio.
Por ejemplo, solo para ilustrar, si un periodista entrevista a alguien y a esa persona se le ocurre decir: “Anoche salí y me tomé unos vinos”, si es en vivo, el periodista debe saltar a decir que eso no se puede decir so pena de ser sancionado si no lo hace, y si es grabado, a la palabra “vino”, le montarán un pitico de censura, como sucede con una canción muy sonada en la radio a la que le ponen el pito censor sobre la palabra “cerveza”.
De todo este poder comunicacional se ha valido el régimen para esparcir por el mundo su “verdad”. Es este poderío el que ha logrado vender en el exterior la especie de “una revolución equitativa y justa”, con plenas libertades democráticas, exitosa e incluyente, mientras que en el plano interno ha sumido al país en la bancarrota, la escasez, la inseguridad, la división, el odio entre hermanos… El viejo truco de la mentira repetida mil veces y de, si piden ajo, les damos ajo hasta que lo repitan.
De esta estrategia viene la falsa creencia en el mundo y en gran parte de la población venezolana de que Chávez fue el que vio hacia los pobres, los tomó en cuenta por primera vez y los “empoderó” como les gusta decir. En realidad, el régimen no hizo más que continuar con las viejas políticas sociales de anteriores gobiernos democráticos. El vaso de leche escolar, los comedores escolares, los hogares de cuidado diario, las casitas de Inavi, el programa ACUDE de alfabetización, los programas de formación del INCE, las escuelas técnicas industriales… Por nombrar las primeras que me vienen a la mente, fueron el germen de las “Misiones”. Es poco lo realmente nuevo durante su gobierno, y no mucho más efectivo que sus originales.
Pero el aparataje comunicacional hizo que la gente olvidara lo que habían hecho otros gobiernos y de tanto repetirles que antes no tenían asistencia social, terminamos todos convencidos de que fue así y repitiendo el estribillo de que “con Chávez, por primera vez, se tomaban en cuenta los pobres”.
Lo único que tiene de cierta esa afirmación es que, por primera vez, un gobierno empezó a conectarse con el resentimiento de los pobres, empezó a utilizarlos de manera impúdica y descarada para sus fines absolutistas. Desde las altas esferas del gobierno se fueron a los barrios del país, especialmente en Caracas, con armas y un discurso de odio y división para conformar milicias y cuerpos para-policiales con los cuales enfrentar a la oposición cuando esta saliera a reclamar y protestar por sus derechos.
A fuerza de repetir en sus medios de comunicación que la escasez de alimentos, la inseguridad, la falta del servicio eléctrico, de agua, y de todos los servicios básicos son culpa de los burgueses y del imperio, el régimen logró imponer su verdad y sembrar su odio en aquellos que compraron su discurso. Muchos de esos son los que en la actualidad dicen: -No me importa que me maten, que me roben, que mis hijos no tengan leche, que no consiga medicinas, pero NO VOLVERÁN”.
La propaganda logró imponer ante el mundo el éxito de la “Misión Vivienda”. Entregan 200 casas y la propaganda la repiten incansablemente hasta que pareciera que son 2 millones de casas, aunque en la realidad, el déficit habitacional se ha incrementado cada año hasta niveles alarmantes. Esa capacidad propagandística es la que hace que un proyecto que en cualquier país civilizado del mundo sería considerado un oprobio como lo es La Torre de David en Caracas, donde una invasión terminó siendo un barrio vertical, controlado por “líderes” al mejor estilo de los “pranes” que gobiernan las cárceles, con armas, drogas y el abuso producto del hacinamiento, haya terminado siendo enviado a la Bienal de Venecia y premiado como ejemplo de “organización social”.
“Por primera vez al pobre lo toman en cuenta” y en realidad lo que han hecho es mudarle el rancho y el mal vivir. Muchas viviendas de las que han entregado están en pésimas condiciones, edificios de 12 pisos sin ascensor, escaleras sin acabar y sin barandas. Edificios mal construidos junto a urbanizaciones de clase media y entregados a “sus pobres” no con la finalidad de mejorarles su calidad de vida sino para utilizarlos como banda de choque contra esa clase media que no termina de arrodillarse ante el poder y la revolución. A muchos los sacaron del rancho en el cerro para llevarlos al rancho en la urbanización. Cambio de escenario sin que en realidad eso signifique un cambio ni en la calidad de vida del pobre ni es su capacidad para salir de la pobreza. Mientras tanto la lista de damnificados esperando solución a su problema de vivienda se mantiene por años.
Hablan de “seguridad alimentaria” y uno pasa frente a los supermercados y ve las colas de personas interminables para comprar 2 pollos, un kilo de azúcar y un kilo de harina. Pero, los seguidores del régimen que están en la cola, están convencidos que esa escasez es culpa de la “burguesía apátrida” y del “saboteo” con el que lo bombardean 20 veces al día en los medios oficiales. O, se dejan convencer, en otros casos, de que la escasez se debe a que como ahora los pobres tienen poder adquisitivo, se consume más y no alcanza la producción.
Esas personas que creen y quieren creer la verdad oficial, en muchos casos, no tienen acceso a la información que la contrasta. Para ellos la verdad oficial es “la verdad”, pues no tienen señal de “Globovisión” en sus casas para que, al menos, les siembren la duda. A ellos les llega la versión del CDI quemado pero no la réplica de las personas que investigan el hecho. Como sucedió con Provea. A ellos no parecen llegarles las informaciones que dan cuenta de la caída en la producción en todos los rubros, de los cierres de empresas, de la huida de la inversión a países como Colombia y Panamá porque el capital escapa de países donde se siente inseguro. Quienes consumen la verdad oficial no tienen posibilidad de pasear por países como Uruguay o Colombia y contrastar su realidad con la que vive la gente en esos países. Ellos creen lo que dicen sus medios de que la crisis es mundial y se imaginan que los supermercados y servicios públicos en otros países están en el mismo deplorable estado que el nuestro, o peor, porque son países más pobres.
Todo este panorama convirtió al régimen venezolano en un fascismo de librito, terminó cumpliendo con la mayoría de las características que identifican a ese tipo de regímenes o, en su ampliación, a gobiernos autocráticos, totalitarios y dictatoriales. Cito algunas de esas características:
- Buscó legitimarse a través de la movilización popular, invocando ser los auténticos representantes de los intereses del pueblo.
- El dominio de su prédica ante las masas llevaba a la construcción de una falsa realidad a través del dominio de los medios de comunicación y de un aparato propagandístico que martillaba una sola “verdad”. Como afirmara el ministro de Propaganda Nacionalsocialista, Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Para ello procuraron re-escribir la historia para hacerla coincidir con sus designios de poder. (Aquí le agrego que basta decir que hasta una nueva imagen de Simón Bolívar llegaron a producir).
- Las pretensiones de este liderazgo por amasar cada vez más poder demandaba señalar la existencia amenazante de un “enemigo”, tanto externo como interno, que ponía en peligro los avances de la revolución fascista. Ello “justificaba” la eliminación de toda traba a la concentración de poder y exigía lealtad absoluta a sus seguidores, pues se trataba de librar una batalla victoriosa contra ese “enemigo”.
- El nazi-fascismo se propuso la destrucción del Estado de Derecho “burgués” argumentando que su “blandenguería liberal” obstaculizaba la conquista de los fines trascendentales reservados al pueblo. Al “enemigo” no se le podían reconocer los mismos derechos que el “ciudadano de bien” y se le discriminaba política, social y jurídicamente. El régimen Nacionalsocialista buscó acabar con la institucionalidad existente mientras edificaba una institucionalidad paralela, dependiente del partido.
- Lo anterior implicaba la politización de la justicia, siempre en nombre de la “voluntad del pueblo”, y la “judicialización” –penalización- de toda acción política opositora.
- Esta especie de “revolución permanente” se basaba en la polarización maniquea de la lucha política –los buenos, patriotas, “nosotros”, contra los malos, vendepatrias, “ellos”- y buscaba galvanizar a las masas para cerrar filas detrás del líder.
- Consustancial a lo anterior era el ejercicio extendido de la violencia callejera por parte de organizaciones partidistas uniformadas de naturaleza para-militar.
No obstante, todo el poderío y hegemonía comunicacional y el inmenso aparato de propaganda que quedó completamente establecido dentro y fuera de las fronteras de Venezuela para el momento del deceso de Chávez, bastaron los pocos meses de la enfermedad del líder y los siguientes meses a su muerte para que Nicolás Maduro se terminara llevando por los cachos el trabajo de 14 años del líder del “proceso socialista” venezolano.
A pesar de la limitada, semi-amordazada y el corto alcance de la señal de Globovisión y de lo poco extendido que está el uso de las redes sociales en el país, el manejo de las (des) informaciones de los partes médicos sobre el estado de salud del mandatario, el hermetismo y la falta de rigurosidad y seriedad al momento de comunicar, empezaron a medrar el poder del inmenso aparataje comunicacional y de propaganda del régimen.
Los seguidores del chavismo podrán ser humildes y en muchos casos de escasa formación académica, pero no son tontos ni faltos de inteligencia y sentido común y, a pesar del fanatismo y amor profesado al líder, en el fondo no los engañaron por completo y la duda acerca de la veracidad de las informaciones que les ofrecían empezó a sembrarse en sus cabezas. Confirmadas cuando, luego de haberlos mantenido por meses con la expectativa de que su querido líder regresaría fortalecido y robustecido y de “partes médicos” que daban cuenta de largas horas de trabajo en su lecho de convaleciente, el 5 de marzo le informaron que había muerto. La duda sobre la sinceridad de los herederos quedó subyacente bajo el duelo y el dolor de la noticia del fallecimiento.
Las mentiras evidenciadas en todos los voceros del oficialismo hicieron que la duda cobrara cuerpo en sus seguidores y, esa duda, aparte de la falta de liderazgo de Nicolás Maduro, hizo que la cantidad de votos para su candidatura menguara por miles a diario, hasta llegar al desastroso resultado para el oficialismo de las elecciones del 14A.
Pero, el desespero por la aplastante derrota hizo que los voceros oficiales siguieran cometiendo errores. A los abusos y trampas que se vivieron durante el proceso electoral que dejaban en el ambiente un sospechoso tufillo a fraude, se le sumó la desorientada política comunicacional del régimen que empezó a dar palos de ciegos en su afán por montar una matriz de opinión de un supuesto golpe de estado fraguado desde la oposición y de supuestos hechos de violencia orquestados desde las filas del candidato opositor quien, desde la misma noche cuando se dieron los resultados salió a exigir un reconteo y auditoría de los votos.
La realidad empezó a imponerse por encima del aparato de propaganda y a atornillar la sospecha y la duda en ambos bandos del electorado.
Los acompañantes internacionales vieron las irregularidades que se cometieron en los centros de votación, como las vieron los votantes de ambos candidatos. La sensación de trampa, existente en los venezolanos desde hace varios procesos electorales, se fue materializando y el hecho de que el oficialismo empezara a circular falsas informaciónes, medias verdades y mentiras completas, fácilmente descubribles al asomarse a la realidad como las de los ataques a centros de salud y a instalaciones partidistas corrieron como agua desbordada por las redes sociales y en el boca a boca.
La realidad no podía ser ocultada con cadenas de medios ni con declaraciones de quienes cada vez que hablan terminan más desacreditados ante la sociedad. Ni siquiera manipulaciones como la información transmitida por Telesur cuando daba cuenta de los fuegos artificiales en la toma de posesión de Maduro quitando el audio ambiente para eliminar el ruido de las estruendosas cacerolas que se imponía a las detonaciones, como protesta por la apresurada juramentación, pudo calmar la duda de la gente.
La verdad oficial parece tener simientes de barro y la lluvia desaforada de mentiras, amenazas y transmisiones de imágenes espectaculares como las logradas durante el acto de juramentación logran evitar que en la opinión nacional e internacional quede la sensación de que “se robaron las elecciones”, como lo dijo Capriles. Las apresuradas declaraciones de representantes del resto de los poderes que siempre han estado en contubernio con el ejecutivo, generaban más suspicacias que certezas.
La persecución de los empleados públicos que votaron por la oposición para despedirlos de sus trabajos ayuda a confirmar la duda de si esos resultados dados son realmente los que son y hace que al final de esta jornada, cerca del 80 por ciento de la población esté de acuerdo con que se haga una auditoría seria y completa que despeje las dudas de los votantes de ambos lados. La negativa del ente comicial, bajo leguleyas objeciones, no hace más que acrecentar la sospecha y lo que empezó siendo un tufillo a fraude ha devenido en un penetrante hedor a trampa.
Al final, los intelectuales y políticos serios tanto dentro como fuera del país, que en diarios y foros de internet alguna vez apoyaron con sus opiniones al régimen chavista, parecen hacerse a un lado ante las flagrantes evidencias de trampa y la apabullante duda y las constantes sospechas que dejan la elección. Muchos piden explicaciones de la derrota y están de acuerdo con que se produzca una profunda auditoría. La defensa de la verdad oficial del régimen ha quedado en gente de muy dudosa reputación y credibilidad, las voces serias del mundo, aunque no terminen de pronunciarse directamente con respecto al tema, con su silencio parecen convalidar la tesis de que se hace necesaria la auditoría de las elecciones, satisfaciendo las demandas hechas por la oposición que, a fin de cuentas, tiene todo el derecho de dudar y de que se le despejen sus dudas de manera contundente.
El hecho de que tanto Nicolás Maduro como Jorge Rodríguez y el mismo CNE se desdijeran sobre su posición respecto a la auditoría luego de que había aceptado la solicitud, no ayuda a aclarar las sospechas. Todo apunta a que fue una burda estrategia para tener un país relativamente en calma para el show de la juramentación al que asistirían algunos presidentes y representantes de países extranjeros, quienes fueron, aparentemente, engañados en su “buena fe”.
Falta por saber si la perdida de eficiencia del aparataje comunicacional y de propaganda enfrentada a la realidad que parece golpear con mano de acero al régimen, acabarán siendo el germen que termine por derrumbar esta farsa que se ha llamado “socialismo del Siglo XXI”, que no ha sido más que la imposición en Venezuela de un sistema autocrático, totalitario, dictatorial que, como dije anteriormente, terminó convertido en una régimen fascista de librito.
http://golcarr.wordpress.com/2013/04/30/la-verdad-oficial-vs-la-contundente-realidad/
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