Por Econ. Jesús Alexis González, 26/04/2013
Reflexión inicial: Asumimos que el debate
relativo al “modelo rentista petrolero”, a la necesidad de “sembrar el
petróleo”, a los problemas vinculados a la diversificación productiva, a la
generación de divisas y al financiamiento externo, entre otros, está
suficientemente agotado en su diagnóstico
e igualmente ausente de un cuerpo
teórico en el campo de la “socioeconomía”
de donde emanen recomendaciones de políticas y propuestas de acción con su
correspondiente cronograma para su ejecución.
Tal reflexión nos permite destacar la necesidad de procurar un diálogo nacional en aras de canalizar
una concertación estratégica que culmine en una política de crecimiento económico con equidad social abstraída de
cualquier sesgo ideológico que apunte hacia un Estado regulador de la sociedad (capitalismo de Estado) negador a
ultranza del mercado (en lugar de su automatismo) y del sector privado,
perfilando un totalitarismo
impregnado de regulaciones, de populismo caritativo (“mano extendida”) y
altamente ineficiente. Se hace obligante la instrumentación de un modelo de desarrollo que
reestructurando el papel del sector público, armonice en interacción con el
sector privado, un aumento persistente de la oferta de bienes y servicios
apoyándose en el dinamismo del capital humano observado como la elevación de
las capacidades del ciudadano (mejoramiento de su condición de vida y
productividad); todo ello en el marco de un Estado institucional y democrático
que con responsabilidad y visión de trascendencia asuma la validez de la
expresión: “no existe mejor política social
que una buena política económica”.
La vulnerabilidad macroeconómica
hace referencia a la capacidad que tiene un país (a corto y mediano plazo) para
hacer frente a hechos económicos inesperados (básicamente externos), que pueden
afectar el desempeño del crecimiento y potencial desarrollo económico y
consecuencialmente el bienestar de la población. Es de esperar que esa visión
de país ha de estar estructuralmente vinculada a la coherencia de un modelo determinado donde se privilegie la
seguridad (personal y jurídica) como elemento vital para estimular
reinversiones y nuevas inversiones de origen privado (nacional y extranjero),
que dadas las expectativas favorables hagan viable la conformación de variadas
actividades productivas; teniendo plena conciencia que en la Venezuela actual no estamos preparados para protegernos de
los efectos externos, ante la ausencia de políticas públicas relacionadas
con nuestra “socioeconomía”.
Es de resaltar, en sintonía con la Comisión Económica Para América
Latina (CEPAL), que los más relevantes
aspectos de vulnerabilidad macroeconómica se vinculan con la influencia de
las reservas monetarias, en el total de producción y su diversificación, en la
deuda interna y externa, en el saldo de la cuenta corriente de la balanza de
pagos, entre otros; escenario que holísticamente repercute muy especialmente en
el comportamiento inflacionario
habida cuenta de la ejecución de políticas expansivas de la masa monetaria y
del aumento en aquellas importaciones (“economía de puertos”) con marcado
efecto multiplicador en los circuitos internos de la economía; con el
consecuente impacto sobre la generación de desequilibrios en la renta
disponible (elevación del índice de
precios) , en los niveles de empleo y pobreza del país.
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