Por Vladimiro Mujica, 25/04/2013
A pesar de mi profundo desacuerdo con el
proyecto de poder chavista, he tratado de no ceder con facilidad a las
comparaciones con el nazismo y el fascismo porque pienso que al hacerlo se
banalizan episodios terribles de la historia humana cuyas consecuencias y
manifestaciones exceden, con mucho, lo que ha estado ocurriendo en Venezuela.
Comparar en el conjunto de sus actuaciones a Chávez o al ungido Maduro con
Hitler o Mussolini termina por ser una concesión a trivializar el debate en que
uno no debe incurrir para simplificarse la tarea de pensar.
Eso no quiere decir que la manifiesta
tendencia autoritaria del régimen venezolano, y un lenguaje y una práctica cada
vez más incendiarios y represivos, no estén terminando por abrir peligrosas
compuertas a través de las cuales se deslizan conductas cada vez más
destructivas e inaceptables. El lenguaje del odio que brota desde el poder está
contaminando cada vez más el frágil y volátil territorio político y social de
Venezuela. Los recientes y condenables episodios donde la conducta de los
órganos de represión llegó hasta la humillación de arrodillar a jóvenes
venezolanos y forzarlos a emitir exclamaciones en apoyo a Maduro deben
llamarnos a una honda reflexión. No es sólo la creciente frecuencia con que
abusos y atropellos de esta naturaleza están ocurriendo -en Barinas,
Barquisimeto, Valencia y otras ciudades fueron detenidos cerca de 300
manifestantes que exigían la auditoría de las elecciones al CNE- sino la
impunidad, cuando no el abierto aplauso de la alta dirigencia revolucionaria,
que acompaña a los mismos. A las detenciones y la represión en la calle se les
une la amenaza explícita a los funcionarios públicos en los ministerios y la
intervención de sus correos electrónicos, cuentas en las redes sociales y
teléfonos. El temor a perder el poder está generando conductas cada vez más
reñidas no solamente con cualquier residuo de moral revolucionaria, sino con el
respeto a derechos humanos elementales. El lenguaje de Maduro descalificando y
maldiciendo a la mitad del país que lo adversa, o la conducta de Cabello en la
AN, de asumirse como un capataz de hacienda que decide quién habla y quién
calla, no es solamente vergonzosa y obscena, sino que inspira y sirve de modelo
para el comportamiento de quienes tienen muchos menos recursos intelectuales
que sus jefes y que actúan como fuerza de choque brutalizada, bien desde
ciertos grupos dentro de la fuerza pública y los militares, o desde las
milicias populares y las bandas armadas de motorizados. La reciente declaración
de Izarra, en su cuenta twitter: “A nada le temen más estas hordas fascistas
dirigidas por #CaprilesFascista que a los motorizados del pueblo. Habrá que
organizar algo mañana”, es claramente indicativa del clima que se pretende
imponer al país.
La palabra hendíatris se refiere a una figura
retórica en la que se expresa un solo concepto a través de tres nombres
coordinados. Es así como la tríada Libertad, Igualdad y Fraternidad, que devino
un concepto compacto para referirse a los ideales de la revolución francesa,
fue reemplazada por Credere! Obbedire! Combattere!: ¡Creer! ¡Obedecer!
¡Combatir! por los fascistas italianos de Mussolini. No puedo resistir a la
tentación, plenamente justificada en los hechos, de pensar que el lema del
fracasado experimento totalitario italiano está siendo adoptado, me imagino que
de manera inconsciente, por algunos líderes del autoritarismo tropical. Al
imaginario ejército de devotos y adoctrinados chavistas, esos mismos que se
mudan en números crecientes hacia la alternativa democrática, se les exige una
conducta completamente irracional de fe, obediencia ciega y actitud combatiente
para defender los pretendidos logros de la revolución en contra de las
supuestas bandas apátridas y burguesas que representan nada menos y nada más
que a la otra mitad del país. Un reciente escrito de José Vicente Rangel en
Últimas Noticias, le hace a uno pensar que todavía quedan sectores en el
chavismo que entienden la suprema importancia de reorientar el conflicto
venezolano hacia un espacio de resolución política.
Este esfuerzo contrasta marcadamente con la
conducta de los sectores más agresivos de la oligarquía chavista que propician
el enfrentamiento fratricida como daño colateral aceptable para mantenerse a
todo evento en el poder. Al margen de lo que pueda revelar la auditoría del proceso
electoral, es una verdad expuesta ante los ojos del mundo, que si después de
usar todos los recursos del Estado, de intimidar, de cerrar consulados para que
la gente no pueda votar, de abusar a diestra y siniestra, Maduro obtiene una
victoria mancillada y vergonzosa de 1% de diferencia en el voto popular, la
revolución ha fracasado en su intento de captura de Venezuela. Eso no quiere
decir que no exista el espacio para la reconciliación, pero no será a través de
la humillación y la represión del adversario como llegaremos a eso. A quienes
en el chavismo todavía se sienten revolucionarios y gente de bien: Paren esta
locura antes de que sea demasiado tarde. Quién actúa como fascista y a quién se
pretende llamar fascista es una pregunta esencial para los venezolanos de hoy
que todos debemos respondernos.
Vladimiro Mujica es miembro de Compromiso Ciudadano
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