Miguel
Méndez Rodulfo Caracas 19 de abril de 2013
Para
el régimen, acostumbrado a hacer lo que le da la gana, las cosas en el país han
cambiado sustancialmente en tan corto espacio que no les ha dado tiempo de
realizar una lectura adecuada de los últimos acontecimientos. Las elecciones
del 14 de abril marcaron un hito histórico; en esa fecha Capriles ofició de
sepulturero del mito del Presidente difunto, leyenda efímera que murió casi al
nacer. Del 5 de marzo al 14 de abril mediaron 40 días, lapso en que
ilusoriamente los herederos del caudillo pensaron que con unas excesivamente
prolongadas, teatrales, plañideras y pomposas honras fúnebres, cimentarían las
bases de una leyenda santificada que les permitiría redituar beneficios
políticos para los próximos 20 años. Se equivocaron. Razón tenía el amigo con
el que compartía una reunión el día del fallecimiento, cuando me dijo: “Créelo,
se acabó una era”. Así fue, el mito no trascendió. No era transferible el
carisma, ni la manipulación a voluntad de las masas.
Pero
también se acabó el mito de la invencibilidad del poder del Estado actuando
groseramente en beneficio de un candidato. Evidentemente le dio ventajas a
Nicolás, pero no fue determinante como ocurrió el 7 de octubre. De esto doy fe
personalmente ya que el domingo pasado me dediqué a contactar a varias amigas y
amigos en diferentes partes del país, para monitorear la efectividad de la
operación remolque que el gobierno, prevalido del uso abusivo de todos los
bienes, funcionarios y dinero público, pone en funcionamiento para llevar a
votar a los rezagados. Pues bien, mis amigos que estaban en centros electorales
en La Guaira, Guarenas, Puerto La Cruz, Barquisimeto, Maturín, Cumaná, Puerto
Ordaz, etc., uno a uno me confirmaban que no hubo tal movilización entre el
horario de las 3 y las 6 pm.
El
régimen al cual siempre le había importado un bledo nuestras solicitudes, que
se burlaba socarronamente de nuestros recursos ante las instancias de decisión
y de nuestras peticiones políticas, que hacía caso omiso de ellas y que
continuaba en su inquebrantable ruta de consolidación de su modelo socialista,
ahora tuvo que rectificar. Este guion se siguió al calco cuando se apresuró la
proclamación de Nicolás y oímos a
Tibisay negar la posibilidad del reconteo de los votos. Se reforzó a
continuación con la declaración extemporánea e inconveniente de la presidente
del TSJ y se intentaba desechar con las actitudes facistoides de Diosdado. Pues
bien, todos estos intentos resultaron infructuosos y la connotada arrogancia
del gobierno tuvo que morder el polvo: en Venezuela habrá auditoría de los
votos, porque lo pide la mitad del país que reclama firmemente sus derechos y
que está dispuesta a hacerse respetar, como en efecto lo hizo.
Haberle
arrancado al gobierno más de 800.000 votos que consideraban incondicionales de
ellos, en los comicios del 14 de abril, es de por sí una victoria trascendental
e histórica, porque marca claramente el principio del fin de este régimen
ominoso para Venezuela; pero haber conseguido que se realice la auditoría del
46% de las urnas restantes es también un triunfo extraordinario. De manera que
para los venezolanos que adversamos políticamente a quienes hoy pretenden
gobernarnos, es motivo de un inmenso placer estas conquistas, por lo que
debemos celebrar con alborozo los tiempos que hoy vivimos. Mucho esperamos por
estos momentos.
Hoy
el futuro es promisor para nuestros hijos. Con toda seguridad ganaremos las
venideras elecciones de alcaldes y de legisladores. De la auditoría, no es
descartable que Capriles descuente esa pequeña ventaja y la realidad cambie
diametralmente para bien de Venezuela. Eso lo saben en el alto gobierno, por
eso la ceremonia de hoy tuvo un sabor amargo para ellos.
Caracas
19 de abril de 2013
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