Antonio Sánchez García Domingo,
28 de abril de 2013
sanchez2000@cantv.net
Dios hizo lo suyo. Ahora nos toca a
nosotros hacer lo nuestro.
“It is the tale, told by an
idiot, signifying nothing” Macbeth
1.- Fue el lúcido y sagaz Fausto Masó
el primer analista político en descubrir y resaltar hace ya muchos años la
debilidad congénita de la oposición democrática: ser capaz de arrinconar al
régimen hasta tenerlo contra las cuerdas, sin saber rematar la faena. Momento
postrero en el cual el caudillo, campeón en convertir derrotas flagrantes en
clamorosas victorias, encontraba la salida de las cuerdas para recuperarse y
terminar victorioso en lances que ya todos le daban por perdidos.
Antes de proseguir anticipo mi
diagnóstico con una primera consideración: asimetría de la consciencia
histórica de los protagonistas. Incomprensión de las fuerzas democráticas
venezolanas acerca de la profunda gravedad y envergadura de la crisis – una
crisis existencial en que se juega el destino de la democracia misma – y
perfecta conciencia del caudillo y su régimen por su verdadero y único
objetivo: aniquilar a la democracia y entronizar un régimen totalitario castrocomunista.
Para lo cual han contado consciente o inconscientemente con un auxilio
extremadamente poderoso: las fuerzas de la izquierda venezolana, que se ha
negado sistemáticamente a comprender la naturaleza dictatorial y totalitaria
del proyecto castro chavista. ¡Si uno de sus líderes históricos abomina del
término Castro Comunismo, que considera mera patraña mantuana!
Agrego una segunda consideración: la
clave de esa estrategia de asalto totalitario en una sociedad carente de
fuerzas sociales verdadera y objetivamente revolucionarias, conscientes y
organizadas, tras un partido y una ideología marxista leninista, así como
favorecida por condiciones objetivas, ha sido una persona, un hombre, un
caudillo: Hugo Rafael Chávez Frías. No ha sido el sistema el que ha podido
salvarse del Knock Out: ha sido su líder y único sostén. Chávez, para usar
símiles, ha sido un Lenin sin bolcheviques ni proletariado. Un Stalin sin
Leningrado. Un Castro sin la Sierra Maestra. Por eso, Fidel Castro, que lo
sabía, pidió que lo protegieran, pues sin él desaparecía como por encanto la
sedicente revolución bolivariana.
Una tercera consideración: La muerte
de ese factor decisorio echa por los suelos un proyecto autocrático,
resquebraja al régimen en su base estructural y restablece las condiciones del
enfrentamiento en sus términos objetivos y reales: la democracia renovadora
contra la dictadura restauradora. Sin Chávez, el socialismo del siglo XXI sólo
puede sobrevivir mediante la entronización de una satrapía personal, cubano
castrista y militarista. Sin respaldo de masas. Cuyos restos se irán desgajando
de esa entelequia a una velocidad pasmosa. El 14 de abril apareció la punta del
iceberg. Pronto saldrá a flote el Iceberg entero.
Última consideración preliminar: en un
país democrático, como se ha comprobado de manera fehaciente y aplastante en
todas las mediciones cruciales, las fuerzas de la barbarie están en aplastante
minoría. En estado latente de volver a ser lo que realmente siempre fueron: un
5% histórico.
2.- A los efectos de ilustrar las
consideraciones anteriores y demostrar la persistencia de la crisis existencial
sobre la que actuamos, quisiera poner de relieve algunos momentos cruciales en
que esa grave crisis social, política y económica salió a flote y sólo el
avieso contubernio de las fuerzas armadas – corrompidas hasta el tuétano – con
el aparato de estado bajo control directo del caudillo y la pasividad de la
oposición democrática pudo resolverlos. Ellos son: a) la rebelión del 11 de
abril de 2002; b) el fraude continuado del Referéndum Revocatorio que va del 15
de agosto de 2003 al 15 de agosto de 2004 y que culmina con la brutal
falsificación de los resultados por el CNE controlado por Jorge Rodríguez bajo
anuencia de las Fuerzas Armadas, el Centro Carter, la OEA y la insólita
pasividad de las fuerzas opositoras; c) el desconocimiento por parte del
régimen del rechazo plebiscitario a su proyecto de modificación de la
Constitución el 2 de diciembre de 2007; d) la victoria derrota de las
elecciones parlamentarias de diciembre de 2010; y e) la burda falsificación de
los resultados de la elección presidencial de este 14 de abril de 2013,
aparentemente en veremos.
Remitámonos a los hechos. La crisis
del 11 de abril de 2002 hubiera debido resolverse con la salida del poder de
Hugo Chávez y su expulsión del país, el establecimiento de un breve gobierno de
transición con participación de todas las fuerzas vivas de la Nación y el
llamado a nuevas elecciones en condiciones absolutamente transparentes y
equitativas. La derrota de los factores constitucionalistas de las FAN, la
entrega del Poder a Fidel Castro y la hegemonía de las fuerzas castro
comunistas del chavismo, que el fracaso de esa salida democrática requirió e
hizo posible, determinó un hecho definitorio que ha marcado los 12 años
transcurridos desde entonces: la consolidación de una crisis excepcional nunca
resuelta y la naturaleza írrita, ilegítima y fraudulenta del caudillo y su
gobierno en todas sus fases.
3.- A un año de la debacle del 11A y
cuando se planteara la realización del Referéndum Revocatorio, que de cumplirse
siguiendo de manera irrestricta las pautas constitucionales debió ocurrir en
Septiembre/Octubre del 2003, sin otro requisito que la presentación de las
firmas requeridas y sin otro objetivo electoral que superar con un solo voto
los obtenidos por Chávez en las elecciones de diciembre de 1998, hubiera
implicado una aplastante derrota de Chávez y su inmediata salida del gobierno.
Tiene lugar entonces el fraude más descomunal cometido en la historia de Venezuela,
que consistió: 1) en postergar la realización del Referéndum por un año
completo; 2) en desvirtuar su naturaleza revocatoria y transformarlo en un acto
plebiscitario; 3) permitir que la ingeniería castrista se ocupara de montar las
llamadas misiones, corrompiendo hasta la médula la disposición político
electoral de los sectores marginalizados de la población; 4) corromper y
manipular el REP, inscribiendo en el mismo a extranjeros por centenas de miles
y dotando de multicédulas a los activistas del régimen; 5) montar el sistema
automatizado con maquinitas capta huellas para dominar electrónica y
fraudulentamente el proceso durante todas sus etapas; 6) exclusión de
observadores de la oposición democrática del sistema y proceso de totalización;
7) desconocimiento de la auditoria necesaria para dar por buenos unos
resultados que, a todos luces, torcieron la voluntad popular por márgenes más
que considerables.
4.- Todo lo anterior no hubiera sido
posible sin la tácita o explícita convalidación de las fuerzas partidistas que
hacían vida en la Coordinadora Democrática, que aceptaron desde la ominosa
triquiñuela de las firmas planas hasta la desnaturalización del Referéndum y la
sistemática postergación de su realización, ya convertido en Plebiscito. Ni sin
la legitimación post festum del fraude por factores decisorios de la llamada
oposición democrática. Aún así, la oposición obtuvo un margen infinitamente
mayor de votos que el necesario para revocar a Hugo Chávez, pero al convertir
un referéndum en un plebiscito permitió el fraude de la otra fuerza filtrada
mañosamente en la contienda.
Tampoco hubiera sido posible si la
comunidad internacional, y en especial la descarada injerencia del gobierno de
Lula da Silva a través de su embajador en la OEA y su asesor in partibus Marco
Aurelio García, hubiera mantenido un mínimo respeto a la voluntad del pueblo
venezolano. Pero quizás el factor definitorio del fracaso radicó en la
inexistencia de un liderazgo opositor que hubiera comprendido la naturaleza
tiránica que albergaban los propósitos del régimen, hubiera aceptado la
caracterización que hiciéramos del mismo – una autocracia populista con
tendencias dictatorial totalitarias – y se hubiera puesto al frente de la
indignación que bullía en el seno de las fuerzas democráticas, capaces bajo las
peores condiciones de protagonizar gigantescas movilizaciones populares.
Todos los procesos electorales
subsecuentes estuvieron manchados por la mácula del fraude, la perversión de
sus resultados y la desnaturalización de sus objetivos. Desde las
presidenciales del 2006 a las recientemente celebradas este 14 de abril. En
diciembre de 2007 el pueblo rechazó el intento del régimen por modificar
algunos artículos de la Constitución y, sobre todo, la pretensión
reeleccionaria del caudillo. Quien lo desconoció de manera flagrante imponiendo
otro plebiscito sobre causa ya juzgada – otra flagrante violación a la
Constitución – para imponer su dictado. Le permitió presentarse a las
presidenciales de 2012.
Las parlamentarias de 2010 llevaron el
fraude que pervierte el frágil entramado democrático que solapa la voluntad
totalitaria del chavismo e impide la auténtica expresión de la voluntad popular
al clímax del absurdo: un 52% de los sufragios eligió sólo un 36% de los
representantes. Experto en el arte del birlibirloque, el demiurgo convirtió la
mayoría en minoría y la minoría en mayoría. Siempre hizo como en la ranchera:
Jalisco nunca pierde.
No le sirvió su maña en la más crucial
y definitoria de sus partidas políticas, donde no caben los fraudes: la lucha
por la vida. Abusó del juego, apostó al perdedor, se arrimó a la peor sombra y
se burló del gran jugador del Universo: perdió nada más y nada menos que su
vida. ¿Entenderán las fuerzas opositoras que llegamos al final del juego, que
no va más y que con la muerte del Gran Gatsby se acabó la partida de las
triquiñuelas?
Dios hizo lo suyo. Ahora nos toca a
nosotros hacer lo nuestro.
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