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domingo, 21 de abril de 2013

Fascismo rojo


Alejandro Armengol 18 de abril de 2013

El poschavismo degenera con rapidez y violencia hacia un fascismo rojo. Los que en este momento mandan en Venezuela han decidido acompañar a la estampita, la imagen del fallecido gobernante y esa invocación constante, entre plañidera y soberbia, con la fuerza del matón.

Acallar mediante el atropello. Amenazar con encerrar a los que expresan pacíficamente su desacuerdo con un “heredero” que ha llegado despojándose de cualquier disfraz democrático y con la intención de implantar una dictadura total en el menor tiempo posible.

El gobierno de Nicolás Maduro no se inicia donde lo dejó Chávez, sino donde lo comenzó Fidel Castro en Cuba: con la amenaza de meter en la cárcel a quien se le opusiera —que la cumplió de inmediato— y una campaña de desinformación destinada a desprestigiar a todo aquel que consideraba un enemigo.

Maduro y Diosdado Cabello no han perdido un minuto en dejar en claro que con ellos no hay diálogo y negociación posible: acatar o sufrir las consecuencias. Por supuesto que han recurrido a ese viejo expediente de hablar del peligro de golpe e Estado, incitación al caos y los desórdenes por parte del bando contrario, así como tampoco se han demorado un segundo en lanzar acusaciones de que han sido los opositores pacíficos los responsables de las muertes ocurridas.

¿Cuántas veces ocurrieron “sabotajes” en momentos muy precisos en Cuba, la quema de un círculo infantil durante los días del éxodo del Mariel, varias bombas que dieron pie a decretos gubernamentales o a la creación de los órganos de vigilancia en cada cuadra, sin que nunca se supiera quién en realidad había estado tras esas acciones?

En ese libreto, que en la actualidad es dictado por La Habana —incluso con más fuerza que durante la época de Chávez— no es de extrañar que ocurran situaciones que de inmediato se utilicen para justificar la represión.

En todo ello, no hay originalidad. No lo inventaron los Castro. Existe desde mucho antes, pero nunca se aplicó con tanta eficiencia como durante el fascismo, el gobierno nazi y el comunismo.

La acusación por parte de los herederos del régimen de Caracas —próximo a inaugurar oficialmente un nuevo período, pero que ya ha mostrado su cara en la calle— de que son fascistas quienes se limitan a pedir un recuento de la votación, es falsa y torpe.

Precisamente lo que está ocurriendo en toda Venezuela es que el régimen —que se continúa y al mismo tiempo se inicia— ya ha dejado bien en claro su disposición de despojarse con rapidez de los aspectos populistas necesarios para ganar en las urnas, y concentrarse en crear e imponer una maquinaria represiva que consolide y perpetúe su presencia.

Para Maduro, no habrán elecciones en el futuro, apenas farsas electorales similares a las que por décadas se han celebrado en Cuba.

El desastre político que vive Venezuela es un retroceso histórico y social. Si Henrique Capriles prometía dar un paso más allá —y que el superar la etapa neoliberal no fuera una vuelta reaccionaria a la izquierda radical, sino el establecimiento de un gobierno progresista que  uniera la justicia social a un clima de inversiones y desarrollo—, Maduro ha comenzado a retrotraer al país a algo nunca vivido en Venezuela: una dictadura como la cubana.

No lo está haciendo ni siquiera guiado por un objetivo ideológico malsano, sino por ambición personal. Pero los fines personales no alteran para nada lo peligrosa que se está tornando la situación en Venezuela.

Bastan algunas referencias a lo que significó Mussolini  para Italia y para el mundo, y mencionar como luego el régimen de La Habana ha repetido estas mismas características, para  comprobar la forma en que estas ahora comienzan a perfilarse en Venezuela.

Fascismo y Ur-Fascismo

El Partido Fascista de Mussolini nació bajo la bandera de que era la fuerza destinada a establecer un nuevo orden social, pero fue financiado por los terratenientes y las capas más conservadoras de la sociedad italiana. En su comienzo, el fascismo fue un movimiento urbano de tendencia republicana, que contaba con un amplio apoyo entre la clase media y que se extendió a las áreas campesinas. El primer gobierno de Mussolini incluyó tanto a ministros liberales como populistas, hasta tener la fuerza suficiente para establecer un régimen totalitario, que subsistió durante 20 años proclamando su lealtad al rey Víctor Manuel III y a la familia real. Sin embargo, cuando el Rey destituyó y encerró a Mussolini, éste reapareció con el apoyo nazi proclamando una nueva república.

Mussolini fue en un comienzo un militante ateo que incluso retó a Dios a que lo destruyera como prueba de su existencia, pero no sólo pactó con la Iglesia Católica y reconoció la soberanía del estado vaticano, sino que gobernó con el beneplácito del papa Pío XI, los obispos y la curia romana. A diferencia del nazismo y el comunismo soviético, que no permitieron la menor muestra de disidencia en los terrenos del arte y la cultura, bajo el fascismo italiano fueron toleradas manifestaciones artísticas y literarias que se apartaban del oficial estilo grandilocuente. ¿Quiere esto decir que existió en Italia una mayor tolerancia que en Rusia o en Alemania? Nada de eso, el líder comunista Antonio Gramsci murió en la cárcel, el diputado opositor Giacomo Matteotti fue asesinado por una grupo de rufianes fascistas y el propio Mussolini se responsabilizó del hecho. A su regreso, durante el gobierno establecido en Saló bajo el respaldo alemán, el Duce prometió fusilar a los miembros del Gran Consejo que habían votado en su contra, entre ellos su yerno, el conde Galeazzo Ciano, al que ejecutó por la espalda. Cuando algo realmente amenazaba su poder, el dictador italiano sabía que la mejor manera de resolverlo era por la vía rápida: eliminando al contrario.

Desde hace años los cubanos saben cuantas similitudes existen entre el fascismo y el régimen de La Habana. No son simples coincidencias. El gobierno de Fidel Castro siempre ha sido profundamente fascista, sólo que llegó al poder con atraso, en un momento en que tal denominación ya estaba cubierta de ignominia. Umberto Eco enuncia 14 características típicas de la ideología fascista en su artículo Ur-Fascismo . El régimen cubano las cumple a plenitud. Eco dice que es suficiente que una de ellas esté presente para permitir que el fascismo se aglutine a su alrededor. Según el ensayista y novelista italiano, en un sistema fascista no hay lucha por la vida, sino que la vida se vive para la lucha. En tal perspectiva, todo el mundo es educado para convertirse en un héroe. En toda mitología, un héroe es un ser excepcional, pero bajo la ideología del fascismo total, el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo está directamente vinculado al culto de la muerte.

Decirle fascistas a los opositores pacíficos venezolanos es un insulto soez. Señalar las similitudes entre el fascismo, el castrismo y ese poschavismo donde la fanfarria, el sainete y el velorio ceden cada vez más el lugar a la fuerza bruta es únicamente advertir de un peligro.

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