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miércoles, 17 de abril de 2013

Venezuela después de la batalla


Susana Seleme Antelo 16 de abril de 2013

El socialismo del siglo XXI, empezó su declive ayer en la cuna de su creación –y por extensión declinará en América Latina-  tras la derrota de Nicolás Maduro.  Sin embargo, será el presidente heredero, pero no alcanzó la votación alcanzada por su mentor e ideólogo bolivariano, Hugo Chávez, en octubre de 2012, y más bien redujo la distancia de 10 % a 1.5% frente su adversario Henrique Capriles. ¿Empate técnico, trampa electrónica,  o victoria del opositor, luego de la sospechosa demora en dar los resultados?

Con el manejo absoluto de todos los poderes, que Maduro hubiera  ganado solo con esa diferencia mínima es una derrota política y un fracaso ideológico al que, tarde o temprano, se sumarán todos los proyectos políticos autoritarios, populistas, demagogos, electoreros del socialismo del siglo XXI. En el centro de ellos está la figura del autócrata que concentra todos lo poderes,  el caudillo de masas orador histriónico antiimperialista y anticapitalista a raja tabla,  pero que hace concesiones cuando se trata de negocios petroleros, como hizo el difunto Hugo Chávez, nada menos que con Estados Unidos de Norteamérica.

El paisaje después de la batalla eleccionaria del 14 de abril, deja a Venezuela dramáticamente divida política e ideológicamente, acosada por una economía tambaleante a pesar de su extraordinaria riqueza petrolera,  con índices de pobreza y violencia social graves, sin el factor de unidad que representaba el líder fallecido.

Es lo mejor que podía pasarles a Capriles y a la Mesa de Unidad, pues les hubiera sido imposible gobernar el país en esas condiciones y con un Congreso abrumadoramente oficialista. Sin embargo, los datos de la votación apuntan a un futuro deseado, que puede ser un futuro democrático posible e inclusivo para todos, si Capriles  y la Mesa de Unidad logran restañar  las heridas de un tejido social polarizado,  víctima de odios de ida y vuelta, de derecha y de izquierda  y una manipulación mediática grosera.

En realidad, Capriles ganó ayer, aunque no vaya a ser presidente. Y podrá ganar de aquí a dos años, cuando haya renovación congresal, mientras el carisma arrollador y temerario de Hugo Chávez descanse en paz, como corresponde. Nadie negará que él dio visibilidad social y política a millones de sus compatriotas, además de darles comida, casa, promesas y esperanzas no siempre cumplidas, pero no les dio trabajo productivo seguro y estable para ser más ciudadanos y menos súbditos del poder político absoluto.

Nada más oportuno que recordar que nadie llega al poder para quedarse, como le gusta decir al presidente Evo Morales, pues en democracia todos los políticos son inquilinos del gobierno. 

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