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miércoles, 30 de abril de 2014

¿Cuándo bajarán los pobres o cuándo iremos por ellos?

Nelson Hamana 29 de abril de 2014
Médico

Es la pregunta diaria de quienes ya quieren quedarse en su casa viendo al gobierno caer a través de algún instrumento de las redes sociales porque sienten que sus marchas ya fueron suficientes y han sido poco eficientes porque no ven menguar la represión o la fuerza del poder.

Como pregunta es realmente ofensiva y desconsiderada, porque está exigiendo carne de cañón para que podamos regresar a la vida ciertamente irresponsable de la que hicimos gala por muchos años.

La repuesta a esta pregunta es simple, yo creo que nunca, porque para ellos la protesta se siente de otra manera. No es del estilo de los pobres hacer  marchas, pancartas o guarimbas.  No me atrevo a decir que el estilo es el del saqueo, porque nunca se investigó, o al menos no lo dijeron,  si el 23 de enero y el caracazo fueron acciones organizadas o espontáneas.

La pregunta correcta sería: ¿Cuándo vamos a subir nosotros?

No se trata de una solicitud filantrópica o generosa ni tampoco hablo en  lenguaje metafórico, porque es indispensable que cambiemos nuestro discernimiento acerca de la pobreza, se trata, cuando menos en América Latina, de una situación de opresión, de una situación de marginamiento social, de un escándalo en el seno de lo que Juan Pablo llamó el continente  de la esperanza.

No se trata de flojos y delincuentes, no se trata de la buhonería como vocación, no se trata de la mala mezcla de sangres innobles, se ha tratado de una diferencia de derechos y oportunidades, no en vano se dice que en nuestro continente latinoamericano, mantenemos el hiato más pronunciado entre las castas económicas, se trata de víctimas, y lo digo a riesgo de ser acusado por  facilitar el ingreso del socialismo marxista en el continente.

Soy testigo de las décadas del 60 y el 70, entonces y a pesar de que las escuelas de los pobres carecían de servicios sanitarios adecuados, de canchas deportivas, de espacios de convivencia y de que los maestros en las áreas de pobreza sufrían porque  eran más víctimas de un confinamiento que de una vocación, la instrucción fue una esperanza y un vehículo de  paz. A pesar de que las Universidades seguían elitistas, la ampliación del margen de opciones permitió que los pobres estudiaran para el futuro de sus hijos, que si llegarían a ser doctores,  y hasta los empresarios que venían de ser beneficiados por las concesiones de la dictadura sentían que sus empresas crecían en medio de la justicia social, íbamos progresando desde el feudalismo hacia un capitalismo.

Pero el camino comenzó a transitarse al revés, la sociedad pactada que nació bajo el llamado “espíritu del 23 de enero” se fue disolviendo en el acumulo de ventajas indebidas. El mal gobernar  fue más una consecuencia que una causa de la disolución social, hasta llegar a la reducción al absurdo en la que vivimos. El rencor y el odio como sistema político tuvo un terreno abonado, no fue difícil arrasar una democracia que toleraba diferencias, pero permitía injusticias. Murió por sus propias debilidades y no por la fuerza de quienes la destrozaron y ahora se reparten los despojos del país.

Los pobres sufren más que nosotros por las carencias, por las vidas a riesgo de cada día, pero en medio de la desgracia generan sus mecanismos de solidaridad, las colas son para ellos un instrumento de organización solidaria, aunque les cause molestias, son capaces de compartir los cupos, de avisar de las dotaciones, de ayudarse a sortear las restricciones y aunque resulten odiosas e instrumentadas, las estructuras vecinales son formas de organización social, ahora y en el pasado manipuladas, pero capaces de crecer y ser civilizadoras, aunque también hay entre ellas quienes comercian con la miseria.

Podemos hacernos solidarios, pero no solo  ellos con nosotros, sino en el sentido genuino de la solidaridad como un actuar bilateral. Hay que entender que el motor de los pobres no es el concepto de libertad o las oportunidades de futuro,  no la han sentido ni antes ni ahora, para ellos el progreso se centra en la satisfacción de la necesidad perentoria y por eso son tan susceptibles al populismo, ellos viven en la esperanza y nosotros en la desesperación.

Hay que saber y sentir que el profesional y el empresario deberían ser más capaces de sortear los riesgos y tenemos la obligación de ser creativos y sin embargo, son los pobres los que tienen ingenio para sobrevivir en medio de la adversidad. La economía informal es un derroche de emprendimiento, lamentablemente explotado por los que les entregan la pacotilla para su comercialización.

Los pobres si son capaces de ser solidarios, pero en los eventos de la vida cotidiana, cuando tenemos alguna necesidad importante, entonces son más generosos que nosotros, se despojan de lo que tienen para asistirnos, se quedan a nuestro lado, son capaces hasta de sobreabundar en ternura y preocupación y les basta tan solo con nuestra gratitud.

Ellos son más víctimas que nosotros de la delincuencia, de la violencia, de las drogas. Son ellos los que ven perderse a sus hijos en las cárceles, son ellos los que siempre ponen los muertos. Ellos luchan con sus sufrimientos, no con protestas y consignas. No les pidamos que sean además carne de cañón.

Tomado de: http://www.reportecatolicolaico.com/2014/04/%C2%BFcuando-bajaran-los-pobres-o-cuando-iremos-por-ellos/

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