Este artículo publicado hace un par de días en Foreign Policy propone que no es de extrañar que las protestas que han ocurrido en Venezuela en los últimos dos meses provengan de la clase media: según los cálculos que se presentan, la estructura de la sociedad venezolana ha cambiado de forma drástica después de 2007 y ahora la clase media es mayoritaria. ¿Es esta una interpretación correcta?
En algo estoy de acuerdo con el planteamiento de Javier Corrales: las protestas se han desarrollado principalmente por parte de la clase media urbana, sobre lo que escribí apenas un día después de la marcha del 12 de febrero que concluyó con el terrible saldo de 3 personas asesinadas (aquí). Su artículo no solo responde a las múltiples interrogantes que han surgido luego de dos meses de crisis política en nuestro país, también se inscribe en el creciente interés por parte de académicos y organismos multilaterales sobre la creciente clase media de América Latina (más sobre este tema en este post).
¿Es la sociedad venezolana predominantemente de clase media? Como casi todo en esta vida, depende. Depende de la definición teórica de clase que utilicemos y también de nuestras estrategias de medición. Aun cuando el ingreso puede ser información insuficiente para medir de forma exhaustiva las diferencias socio-económicas, es el indicador más utilizado sobre todo en los estudios internacionales ya que permite utilizar un parámetro sencillo y comparable de las condiciones de vida en distintos países.
Javier Corrales parte de la metodología propuesta por el informe del Banco Mundial sobre la clase media en América Latina puesto que utiliza los umbrales de ingreso que allí se proponen (en dólares per cápita) para identificar hogares pobres o de clase media y luego compara estos valores con el ingreso promedio de cada decil de la población venezolana. Este procedimiento le permite construir una serie de las proporciones de población pobre y de clase media desde 1990 hasta 2012, pero esta estimación resulta imprecisa al no partir del cálculo del ingreso per cápita en cada hogar de la muestra: ¡todos los hogares del decil 1 no tienen un ingreso per cápita igual al promedio de ese decil! De hecho, si la distribución es normal, aproximadamente la mitad de los hogares de cada decil tiene un ingreso menor a ese promedio. Por eso el cálculo, aunque ilustrativo, es incorrecto y sobreestima la proporción de personas y hogares en ingresos medios y altos.
Para un artículo de próxima publicación en la Revista SIC, hice también una estimación de la clase media venezolana a partir del ingreso, pero utilizando el método propuesto en un estudio realizado por CEPAL. Esta propuesta cuenta con la ventaja de que se trabaja con las líneas de pobreza nacionales, lo cual para el caso venezolano es una enorme ventaja por la sobrevaluación y, más recientemente, la coexistencia de múltiples tasas de cambio oficiales que generan problemas para llevar los ingresos a dólares sin sobreestimar su poder de compra.
Trabajé con las bases de datos de la Encuesta de Hogares por Muestro de los años 2003, 2007 y 2011 y aquí les doy el tubazo de los resultados:
Ciertamente, la clase media ha aumentado, pero si dejamos fuera de este grupo aquellos hogares con un ingreso que está muy cerca de la línea de pobreza y, por tanto, son vulnerables de caer en esta condición ante cualquier contingencia, la clase media venezolana no es mayoritaria y agrupó en el mejor momento (2007), 22% de los hogares. La volatilidad de estas ganancias en los ingresos y su asociación con periodos de expansión del gasto público por incremento en los precios petroleros es patente, puesto que ya en 2011 (antes de la inflación de los años siguientes), crece la pobreza y disminuye la clase media.
Sobre si ha habido un cambio estructural de la sociedad venezolana que impedirá “volver a la sociedad previa a 2006”, creo que no. La razón es que los problemas en las redes de servicios públicos básicos que permiten el desarrollo de las capacidades de los ciudadanos (salud y educación, principalmente) siguen estando presentes y son pocas las ganancias que allí se han logrado. Tal como describí en un post anterior: la máquina de producción de desigualdad sigue funcionando.
A la crisis de los últimos treinta años en la educación y salud pública, ahora se suman: la precariedad laboral, desindustrialización masiva, alta inflación, escasez e inseguridad. Obviamente la clase media protesta, ella es quien más duramente sufre las consecuencias de un modelo económico que ha cerrado casi todas las posibilidades de desarrollo autónomo de la población venezolana.
Lissette González
http://conjeturasparallevar.blogspot.com
@LissetteCGA
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