Henrique Capriles Radonski 27 de Abril, 2014
La verdad es como un salvavidas, por
más que intenten hundirlo, siempre consigue la forma de salir a flote. Y eso es
justamente lo que está ocurriendo hoy en nuestro país: están saliendo a flote
todos los errores, los desaciertos y todas las mentiras, que han deteriorado la
calidad de vida de nuestro pueblo, pese a la insistencia de algunos, de mostrar
los “éxitos” de un modelo económico que a todas luces fracasó desde el mismo
momento en que comenzaron a aplicarlo.
El socialismo del siglo XXI, como lo
bautizaron, ofreció grandes promesas. La instauración del paraíso en la tierra,
pero en la práctica ha sido y es un verdadero desastre. Un modelo en el que la
propiedad de los medios de producción está solo en manos del Estado, en el que
se expropian empresas, confiscan empleos y en el que se ve al esfuerzo privado
como un enemigo, no puede ser exitoso.
A esta realidad debemos sumarle la
enorme corrupción e incompetencia de quienes hoy están en el gobierno, que
quedan evidenciadas en las Memorias y Cuentas de algunas empresas estadales.
Quienes las dirigen no pudieron ocultar ni maquillar el fracaso al que fueron
condenadas, por la aplicación de las políticas de un modelo errado, que también
destruyó nuestro aparato productivo.
La crisis económica parece que llegó
para instalarse en nuestra Venezuela, sin que veamos intención del gobierno de
resolverla. Lejos de tomar las medidas para solventar la crisis, esta se enquista
con el correr del tiempo. Las devaluaciones de nuestro bolívar, los problemas
para obtener divisas, las trabas para importar, la escasez de materia prima y
las expropiaciones, nos han llevado a que nuestra Venezuela hoy tenga la
inflación más alta del mundo, al poco por no decir nulo crecimiento económico,
a pesar de tener las reservas de petróleo más grande del planeta.
En el mundo ya existían ejemplos de lo
que no se debe hacer en materia económica. El modelo de la Unión Soviética, de
los años 70, en la que factores similares a los de nuestro país, contribuyeron
a conformar una peculiar economía, caracterizada por la escasez, largas colas y
corrupción, que llegaba a niveles en los que un trabajador, escondía algún
producto de primera necesidad debajo del mostrador para dárselo a sus amigos,
familiares o para protagonizar algún soborno.
Algunos modelos, como el que hoy dicen
aplicar en nuestra Venezuela, no han podido resolver las dificultades de la
oferta de bienes ni de la creación del capital fijo, porque son modelos
profundamente centralizados, que anulan la iniciativa individual y la
motivación del pueblo a progresar. Estos modelos no han funcionado
adecuadamente en ninguna parte del mundo y su rotundo fracaso en la Unión
Soviética fue un claro indicio de su incapacidad para cumplir con sus promesas.
Después de 15 años que debieron haber
sido dorados, nuestra Venezuela es hoy más
pobre. Pero lo peor y más trágico es que quienes hoy sumergieron a
nuestro país en una de las crisis económicas más dramáticas de nuestra
historia, continúan mintiéndole a nuestro pueblo y creyéndose sus propias
mentiras e ideas desfasadas.
Los del gobierno se jactan de que la
pobreza y el desempleo disminuyeron en Venezuela. Que Venezuela es hoy una de
las economías más prósperas del mundo. Pero cuando uno ve las cifras y observa
cómo la inflación en los primeros tres meses de 2014 ya suma 10,1%; lo que
significa que la inflación acumulada de los últimos 12 meses es de 59,4% y el
precio del dólar en 2013 pasó de 4,30 a 6,30 bolívares, luego al Sicad y
después al Sicad II; cuando uno ve que el BCV no publica datos de escasez desde
enero de 2014, el cual fue de 28%, y lo normal para un país es de 5%; cuando
uno ve que la producción del petróleo ha disminuido y hasta tenemos que
importar gasolina; que las reservas internacionales siguen cayendo y han
desaparecido más de 5 mil empresas; que somos el segundo país en riesgo para
inversiones en América Latina y la empresas de Guayana están por el piso; yo me
pregunto, sobre qué realidad sostienen esas afirmaciones.
Durante esta semana han anunciado, con
bombos y platillos, una “ofensiva económica” con la que buscan “equilibrar” y
“corregir” el desbalance de un modelo que fracasó y que por consiguiente no da
para más. Somos los primeros interesados en apostar al éxito de esas medidas.
Pero el gobierno debe hablarle con la verdad a los venezolanos. Es hora de afrontar la dura realidad y asumir
responsabilidades, pero lo más importante es tiempo de rectificar.
Es necesario reactivar los parques
industriales, actualmente paralizados por la falta de materia prima, con la
finalidad de reducir las importaciones e impulsar un plan de infraestructura
nacional que estimule el empleo. Es preciso crear centros de producción según
las fortalezas de cada región, promoviendo las inversiones que mejor aprovechen
sus recursos. Es urgente revisar el estado de las tierras expropiadas y
reactivar el campo venezolano. Es clave apoyar a nuestros pequeños y medianos
emprendedores, sin importar cómo piensen, otorgando facilidades para aceder a
créditos productivos e incentivos fiscales para las nuevas inversiones. Es
ineludible el trabajo mancumunado entre el esfuerzo público y privado. Y no
podemos olvidarnos de promover la capacitación de la fuerza trabajadora. Hay
que invertir en la educación, solo con una educación de calidad se logran los
cambios que nuestro país necesita.
En definitiva, la crisis económica en
nuestro país se combate con mucha producción nacional. Nuestra Venezuela tiene
todos los recursos naturales y el mejor recurso humano para ser la nación más
productiva del mundo. Con una política económica, transparente, responsable y
sostenible, que estimule la inversión, eleve el poder adquisitvo y genere
empleos de calidad para todos por igual. Esa es la Venezuela de progreso que
todos queremos, con la que soñamos y por la que seguiremos luchando.
Todos los venezolanos tenemos el
derecho constitucional de protestar de manera pacífica y mientras exista este
caos y tantos problemas sin respuesta por parte del gobierno, nuesto pueblo
seguirá en las callles protestando, porque ninguna sentencia del TSJ puede
estar por encima de nuestra Constitución.
¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela!
Tomado de: http://blog.henriquecaprilesradonski.com/
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