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lunes, 28 de abril de 2014

LA SIEMBRA DEL PETROLEO



César Quintini Rosales 27 de abril de 2014

Sin duda que en Venezuela estamos viviendo una época de dificultades, a las que no estamos acostumbrados la mayoría de quienes ahora la habitamos.

Para la época del reventón del Barrosos #2, para venir de San Cristóbal a Caracas, entre el camino en mulas y el tren hasta Encontrados, se tomaban dos días, si se llegaba a tiempo para tomar el barco se requerían dos o tres días adicionales para entrar a Santa Bárbara y La Ceiba antes de llegar a Maracaibo.

Luego se tomaba un barco para ir a Curazao y luego de otro transbordo se viajaba hasta Puerto Cabello o La Guaira, recorriendo luego en ferrocarril los kilómetros que faltaran para llegar a Caracas.

Un peregrinaje similar debían realizar los habitantes de San Fernando de Apure: Río abajo hasta Ciudad Bolívar en una embarcación menor, donde eventualmente se tomaría otro barco hasta Puerto España y de allí un barco oceánico con escala en Carúpano antes de llegar a La Guaira.

Los habitantes de Los Andes y los llaneros en la época seca, tenían la opción de hacer una buena parte de su recorrido a lomo de mula o en caballo, antes de llegar hasta donde pudieran tomar un ferrocarril o montarse en los autobuses que comenzaban a recorrer las recién construidas carreteras del centro. Curiosamente quienes salían en tren de Barquisimeto, al llegar a Tucacas necesitaban embarcarse para luego tomar el tren en Puerto Cabello.

Los maracuchos que quisieran llegar por tierra a Los Andes o a Lara, luego de cruzar el lago, debían desplazarse por los mismos caminos que recorrió Ambrosio Alfinger.

Los bachilleres de entonces eran menos que los PhD´s que tenemos ahora y el analfabetismo superaba el 90% de la población.

La esperanza de vida no era muy alta y ya se era “adulto mayor” pasados los cuarenta. Todos quienes pasaran una noche sin mosquitero en pueblos y ciudades por debajo de la cota de 600 metros, tenían alto riesgo de que los zancudos lo infectaran de paludismo.

Ciertamente que tenemos un alto déficit de viviendas, pero la población con vivienda adecuada, es probablemente diez veces mayor que la que habitaba el país en los años veinte.

Es verdad hemos dejado deteriorar mucho de lo ya logrado y hemos permitido que la gente menos competente para garantizarnos una mejor calidad de vida, esté controlando nuestras vidas. Pero tenemos un país poblado con gente más sana, con una significativamente mayor esperanza de vida, con un nivel de educación mucho mayor que entonces y aunque probablemente el porcentaje de descarriados es mayor que entonces, tenemos el potencial de producir que debidamente orientado y conducido, pudiera generar más recursos que los que ahora extraemos  del subsuelo y pretendemos que nos alcancen para vivir y seguir avanzando.

César Quintini Rosales

Recibido por correo.

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