César Quintini Rosales 27 de abril de 2014
Sin duda que en Venezuela estamos
viviendo una época de dificultades, a las que no estamos acostumbrados la
mayoría de quienes ahora la habitamos.
Para la época del reventón del
Barrosos #2, para venir de San Cristóbal a Caracas, entre el camino en mulas y
el tren hasta Encontrados, se tomaban dos días, si se llegaba a tiempo para
tomar el barco se requerían dos o tres días adicionales para entrar a Santa
Bárbara y La Ceiba antes de llegar a Maracaibo.
Luego se tomaba un barco para ir a
Curazao y luego de otro transbordo se viajaba hasta Puerto Cabello o La Guaira,
recorriendo luego en ferrocarril los kilómetros que faltaran para llegar a
Caracas.
Un peregrinaje similar debían realizar
los habitantes de San Fernando de Apure: Río abajo hasta Ciudad Bolívar en una
embarcación menor, donde eventualmente se tomaría otro barco hasta Puerto
España y de allí un barco oceánico con escala en Carúpano antes de llegar a La
Guaira.
Los habitantes de Los Andes y los
llaneros en la época seca, tenían la opción de hacer una buena parte de su
recorrido a lomo de mula o en caballo, antes de llegar hasta donde pudieran
tomar un ferrocarril o montarse en los autobuses que comenzaban a recorrer las
recién construidas carreteras del centro. Curiosamente quienes salían en tren
de Barquisimeto, al llegar a Tucacas necesitaban embarcarse para luego tomar el
tren en Puerto Cabello.
Los maracuchos que quisieran llegar
por tierra a Los Andes o a Lara, luego de cruzar el lago, debían desplazarse
por los mismos caminos que recorrió Ambrosio Alfinger.
Los bachilleres de entonces eran menos
que los PhD´s que tenemos ahora y el analfabetismo superaba el 90% de la
población.
La esperanza de vida no era muy alta y
ya se era “adulto mayor” pasados los cuarenta. Todos quienes pasaran una noche
sin mosquitero en pueblos y ciudades por debajo de la cota de 600 metros,
tenían alto riesgo de que los zancudos lo infectaran de paludismo.
Ciertamente que tenemos un alto
déficit de viviendas, pero la población con vivienda adecuada, es probablemente
diez veces mayor que la que habitaba el país en los años veinte.
Es verdad hemos dejado deteriorar
mucho de lo ya logrado y hemos permitido que la gente menos competente para
garantizarnos una mejor calidad de vida, esté controlando nuestras vidas. Pero
tenemos un país poblado con gente más sana, con una significativamente mayor
esperanza de vida, con un nivel de educación mucho mayor que entonces y aunque
probablemente el porcentaje de descarriados es mayor que entonces, tenemos el
potencial de producir que debidamente orientado y conducido, pudiera generar
más recursos que los que ahora extraemos
del subsuelo y pretendemos que nos alcancen para vivir y seguir
avanzando.
César Quintini Rosales
Recibido por correo.
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