VenEconomía
17 de julio de 2014
El sector bancario ha sido uno de los
pocos sectores que, hasta la fecha, han pasado invictos la barahúnda del
Socialismo del Siglo XXI, registrando expansión y las mejores ganancias de su
historia.
Tal parece que, por ahora, los vientos
siguen favoreciendo a este sector. Por lo menos eso es lo que indica un
análisis preliminar de los estados financieros al 30 de junio publicada en la
prensa esta semana. A primera vista se nota que los bancos han tenido
importantes ganancias.
Pero, como siempre pasa en estos
tiempos de involución, las cosas no son tan color de rosa como aparentan a
primera vista y ahora se empiezan a ver indicios que sugieren que se está
debilitando el sistema.
Lo primero que cabe mencionar es que
los precedentes indican que cuando el crecimiento del sector bancario es tan
vigoroso y rápido, casi siempre termina en una crisis. Sin embargo, no son solo
los antecedentes lo que hace que suenen las alarmas, sino otros aspectos más
complicados.
Uno de ellos es que los bancos que
reportan mayor crecimiento son los del Estado, que alimenta el gobierno con
dinero inorgánico que imprime el hoy muy flexible Banco Central. Ese
crecimiento fácil no es sostenible en el tiempo pues no se sustenta en dinero
productivo y verdadero y puede ser el preludio de un necesario y difícil
ajuste.
Otro es que la banca privada registre
un retorno sobre su capital que es menor que la inflación, lo que es lo mismo
que decir que los bancos se están descapitalizando. En gran medida esto se debe
a que el gobierno obliga a los bancos a cumplir con cuotas mínimas de préstamo
(las “gavetas”) y a intereses por debajo de lo que serían intereses de mercado.
Estas cuotas representan casi el 60% del total de lo prestado.
Así mismo, una buena parte de los
recursos de los bancos está “congelada” por cuanto a estos se les ha obligado a
llenarse de bonos públicos de bajo interés – que no se pueden vender por las
pérdidas que eso implique.
Finalmente, como lo ha demostrado la
experiencia mundial, una expansión excesivamente rápida de la banca siempre
termina en una crisis. Si no, pregúntale a la FED norteamericana acerca de lo
que pasó en 2008, o los funcionarios venezolanos de los años 90 acerca de lo
que pasó a raíz del colapso del Banco Latino en 1994.
Dicho de otra manera, con la altísima
liquidez actual es difícil ver cuáles son los préstamos que serían de alto
riesgo y susceptibles de caer en morosidad ante cualquier evento imprevisto.
Pero de que los hay, los hay.
Las alertas están sonando. Uno de los
primeros en tocar el gong es el banquero Oscar García Mendoza, quien en junio
en su columna de El Universal, rememoró su experiencia en la crisis del sistema
bancario que reventó el viernes 18 de febrero 1983 (aquel ingrato Viernes
Negro). Una época en la que el alertó sobre las señales preocupantes (reservas
internacionales bajas, caída de la producción petrolera y reducción de la
liquidez del gasto público). Los hechos le dieron la razón a García Mendoza
entonces.
Ahora, García Mendoza vuelve a ver señales
preocupantes en la banca y, peor aun, indica que “la situación del 83 era
inmensamente menos mala que la que enfrenta el sistema financiero bajo la
dictadura castrochavista”.
Indica que “es difícil imaginar porqué
no han nacionalizado la banca, pero la han ido llevando a un camino que tiene
una muy difícil vuelta atrás”.
Y afirma García Mendoza que “si se
adoptase una medida de restricción de la liquidez, o se dolarizase la economía”
(ambas medidas especialmente correctas) “el sistema financiero no tendría
salida”.
García Mendoza acierta cuanto sostiene
que “la situación no es bancaria. Es política”. Y también al opinar que “solo
un cambio de régimen podría proteger la propiedad privada de los depositantes y
de los bancos”.
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