Por Javier Contreras, S.j., 01/12/2014
Hoy la Ciudad suena, con mayor intensidad, a demagogia, propaganda y
contradicción, notas de la partitura prepotente
que marca el ritmo de la planificación navideña de la Alcaldía del Municipio
Libertador, que como toda iniciativa de dicha dependencia encuentra resonancia
en el Gobierno nacional, quien se convierte en la fuente de recursos para
financiar sus ideas.
Alrededor de 14 millones de dólares se gastan en el festival Suena Caracas, actividad que se estará
realizando entre el 28 de noviembre y el 6 de diciembre. Artistas nacionales y
extranjeros de diversos géneros musicales se presentarán en los espacios
seleccionados para los conciertos, tanto en recintos cerrados como en lugares abiertos.
Junto a su talento, los invitados dejarán en Caracas las facturas por su
trabajo, los altos costos de transporte, alojamiento y seguridad.
En una coyuntura marcada por la escases en rubros de alimentación y
medicinas, con un sistema de control cambiario que se traduce en dificultades y
es foco de corrupción, con la incertidumbre respecto al impacto inflacionario
del año entrante, y la baja del precio del barril de petróleo en los mercados
internacionales, la iniciativa del Gobierno es regalarle a los caraqueños un festival del que los únicos
beneficiados reales son los que cobran por su participación. ¡Extraño obsequio!
Los organizadores del festival pretenden disfrazar el incomprensible
despilfarro con la máscara de la democratización
de la cultura (objetivo que no se cumple con conciertos gratis), se esfuerzan
por tornar en loable lo que debe ser abiertamente censurado. Quizá consideren
que el efecto adormecedor que puede llegar a tener la música resulte suficiente
para que las personas olviden, así sea por un breve lapso de tiempo, la
realidad que se impone con la dureza de las cifras y la desnudez de los hechos.
La sedación pasa rápidamente, tan rápido como el Gobierno dilapida millones de
dólares en estas reactualizaciones del conocido pan y circo.
Mientras el país requiere inversión y productividad, el Gobierno
responde con derroche y clientelismo; cuando el sujeto necesita fortalecerse,
la oferta del Gobierno es la cultura del
show. Una vez más somos invitados a dejarnos aturdir por el estruendo de la
propaganda, a vivir con resignación lo que pasa porque el Gobierno siempre
regalará algo… Aprovechando el ambiente musical de la actualidad, resulta
pertinente recordar el título de una canción del español Ismael Serrano, Si se callase el ruido.
Es buen momento para callar el ruido, el que produce el populismo, el
que proviene de la polarización, el que reproducimos para no pensar y el que puede llegar a borra nuestra propia voz. Que
Caracas y el país suenen a esfuerzo, a emprendimiento, a solidaridad y a
realidad, esa es la obra en la que el Gobierno debe tener el rol de director de
orquesta.
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