Editorial de El Pais.com, 01/12/2014
El precio del petróleo ha irrumpido con una violencia inusitada en el
complejo entramado económico internacional y en las tensas líneas
geoestratégicas de Oriente Próximo y Ucrania. El barril de Brent se ha
desplomado casi un 30% desde junio debido al efecto combinado de una caída de
la demanda en los países industrializados (clima benigno, estancamiento
económico, freno en el crecimiento de China) y un exceso de oferta, propiciado
por la escalada de la producción en Estados Unidos gracias al fracking u otras
extracciones en aguas profundas. Pero el movimiento que ha sacudido a los
mercados es la decisión de la OPEP, impulsada por Arabia Saudí y Kuwait, de
aceptar una táctica de petróleo barato manteniendo la producción.
La explicación es política. Si el barril se mantiene
por debajo de los 80 dólares, la inversión en fracking y otras producciones
competidoras del petróleo convencional es menos rentable. Se produciría a medio
plazo un reajuste del mercado por la vía de corregir el exceso de oferta. Por
otra parte, es probable que saudíes y kuwaitíes calculen que la demanda se
recuperará en 2015 y no tenga sentido cortar la producción. El caso es que esta
decisión estratégica debe manejarse con mucho tacto y en periodos estrictamente
controlados. En primer lugar, porque una expectativa de exceso de oferta induce
a ventas precipitadas de petróleo y se inicia una espiral de depresión que
puede ser difícil de corregir en un entorno de exceso potencial de producción.
Pero, además, el petróleo barato inflige una herida profunda en las
rentas petroleras de países como Irán, Venezuela o Rusia, complicándoles su
sostenibilidad financiera. Arabia Saudí y Kuwait pueden asfixiar a los
productores no amigos, pero también existe un riesgo de que se fracture el cartel
debido a estas tensiones.
Los efectos sobre la economía global son complejos y no pueden ser
despachados solo con parabienes porque baje el precio de las gasolinas y haya
una transferencia de rentas de los países productores a los consumidores.
Porque, además de que los precios de los carburantes no siempre caen a la misma
velocidad que el crudo, un abaratamiento persistente de las gasolinas y otros
combustibles intensifica el riesgo de deflación: para la zona euro, esa amenaza
es más grave que las ventajas que se puedan obtener de un crudo barato. El cartel
(Arabia Saudí y Kuwait) debe modular con precisión hasta dónde está dispuesto a
mantener una estrategia de precios bajos.
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