Stalin González noviembre 2014
Las ciudades siempre han sido escenario
de celebración de festivales culturales; estos, con el tiempo, han jugado un
papel importante en el desarrollo del turismo, así como también de una forma de
consumo cultural local.
Es innegable que estas propuestas,
presentes en muchos lugares del mundo, son dirigidas a dar respuesta a la
crisis urbana con su falta de espacios para satisfacer nuestras necesidades de
recreación, por lo que existe un gran consenso sobre la pertinencia de estas
iniciativas para el desarrollo de las ciudades, para la calidad de vida de sus
habitantes y para el atractivo de sus potenciales visitantes.
Sin embargo, la existencia de estos
festivales no basta por sí sola para cumplir tales objetivos. Para el
desarrollo cabal de una ciudad deben cumplirse al menos algunos elementos
básicos, como por ejemplo la seguridad ciudadana y la calidad de sus servicios
básicos.
Una ciudad con calles ahuecadas y basura
acumulada poco puede tener de desarrollo local. Una ciudad que figura entre las
más peligrosas del mundo poco puede garantizar a ciudadanos, visitantes e
incluso artistas. Si bien la recreación en espacios públicos favorece la
convivencia ciudadana, esta, sin políticas públicas que la enmarquen, pierde
eficacia.
Caracas y los caraqueños necesitan
espacios de recreación, no hay duda, pero necesita de forma fundamental y
urgente la mejora de sus condiciones de vida, y es allí a donde deben ir
dirigidos de momento los esfuerzos gubernamentales.
De momento tendremos un festival al que
acudirán caraqueños y visitantes, pero al salir de allí su seguridad no puede
ser garantizada; al llegar a sus casas seguirán sin agua y en sus calles
seguirá la basura. De momento sonará Caracas pero no sonará a ciudad.
Venezuela y Caracas están agotadas de
sonidos estruendosos y fugaces, exigimos voces constantes que nos cumplan con
la ciudad que queremos vivir. Necesitamos el sonido de la paz, el sonido de la
convivencia, el sonido de las cosas bien hechas. La prioridad gubernamental
debe estar en nuestra calidad de vida y no en nuestra diversión, un festival en
medio de la anarquía no reivindica nuestro derecho a la recreación, intenta
distraernos de nuestro derecho a exigir una mejor ciudad.
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