Edgar Rivero
febrero de 2015
Llegó
la hora de revitalizar el concepto de la unidad, esa unidad que debe ir más
allá de lo básico, es decir, congregar una serie de factores políticos y al
mismo tiempo irradiar una sensación de integración. Es crucial transcender, ir
por la solución del problema, conectarse con las necesidades sentidas, con las
principales penurias del país, en pocas palabras, poder cristalizar lo que
reflejan las encuestas de forma negativa en contra del régimen de turno, lograr
de una vez por todas la madurez necesaria que haga de los venezolanos hombres y
mujeres exigentes de gestiones públicas eficientes, donde los gobernantes no
sean más que empleados públicos sin ínfulas de grandeza ni episodios sostenidos
de vanagloria
La
crisis económica agudiza cada día más, su mejor carta de presentación la escasez
y la falta de medidas económicas por parte del gobierno de turno que permitan a
un mediano plazo recuperar el aparato productivo del país. Sin dudas un
panorama político complejo, complicado, mejor dicho revuelto que imposibilita
predecir que es lo que puede ocurrir para lograr un solución real y concreta
para todos. De allí, la necesidad de revitalizar el concepto de la unidad.
Es
clave reflexionar, para poder conectarnos con la realidad y poder capitalizar
el descontento existente ¿A dónde nos ha llevado idolatrar a nuestros
gobernantes? Hasta hacer colas para comprar productos básicos ¿De qué nos ha
servido? Solo nos ha sido útil para justificar borreguísticamente sus excusas
de costosos fracasos que nos están imponiendo un estilo de vivir indigno, como
el de un país pobre, sin recursos de ninguna naturaleza, cuando muy al
contrario Venezuela es seguramente el país con mayor riqueza en todo el
planeta.
Por
consiguiente, la unidad como concepto debe invocar a todos sus actores a pensar
en grande, no en chiquito. Ver el escenario político nuestro con prospectiva y
cargado de acciones diferentes vinculadas al bienestar común, no con una visión
corta e inmediata traducida a un proceso electoral determinado llámese como se
llame. Es vital, apelar a otra forma de pensar y actuar, erradicar esa
tendencia irracional de ver más defectos en los demás que en nosotros mismos, y
en particular de exigir correctivos a otros mientras los propios escasean.
En
efecto, debemos predicar con el ejemplo, en esa misma medida tendremos un
avance eficiente y significativo en el quehacer político. La Venezuela de hoy
clama por nuestro concurso, es importante demostrar con hechos tangibles que la
política en Venezuela no se ha convertido únicamente en un entretenimiento útil
para mantener ocupada la atención de las personas acompañada de ningún efecto
proactivo.
Finalmente;
la revitalización del concepto de la unidad democrática, debe comenzar por
modificar nuestra mentalidad en este complejo oficio, es decir, ser menos viserales,
más racionales, comprender que los tiempos han cambiado y debemos ir por el
encuentro de la gente indistintamente las diferencias y las circunstancias.
Igualmente tener muy presente que a parte del trabajo en conjunto lo más
relevante es tener claro que lo que esta en juego es el destino del país. Viva
la Democracia! Viva Venezuela..!
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