Por Víctor Salmerón
2 de febrero, 2015
1. El Foro. Las
exposiciones de los cinco expertos convocados por la Universidad Católica
Andrés Bello para analizar la economía en el ciclo de foros Propuesta Venezuela
2015, describen a un país que parado al borde del precipicio podría reaccionar
como un personaje de dibujos animados: dar un paso al frente y caer al vacío.
Es
la economía del temor. Atrás han quedado los tiempos en que un río de
petrodólares solapaba la corrupción del control de cambio, la asfixia a la
producción con regulaciones de todo tipo, las pérdidas de las empresas
estatizadas, el colosal déficit en las cuentas públicas, el costo de los
subsidios indiscriminados y una moneda que favorecía las importaciones.
Ahora,
cuando el barril desciende de las alturas y no ofrece señales de un nuevo
despegue, Ángel Alayón, Asdrúbal Oliveros, Felipe Pérez, Orlando Ochoa y Víctor
Álvarez, detallan una coyuntura donde la opción es una transformación profunda
o una crisis que podría agravarse hasta límites que hoy son inimaginables.
2. Raíces. Para
precisar los problemas estructurales del modelo que se ha aplicado durante los
últimos quince años, Ángel Alayón recurre a los trabajos de János Kornai,
profesor de la Universidad de Harvard y uno de los académicos con mayor
conocimiento sobre el funcionamiento de las economías socialistas.
“Kornai
precisa tres características inherentes al socialismo que explican su mal
funcionamiento. La primera de ellas es el desplazamiento de la propiedad
privada por la propiedad estatal, algo que vemos claramente en casos como
Sidor, Lácteos Los Andes, Agroisleña y un cúmulo de pequeñas y medianas
empresas que hoy producen mucho menos desde que están en manos del Estado, hay
una gran cantidad de estas empresas que deben regresar al sector privado y debe
pensarse en negociar con sus antiguos dueños”, dice Ángel Alayón.
La
segunda característica es la restricción presupuestaria blanda, como el Estado
cubre las pérdidas las empresas públicas tienen pocos incentivos para reducir
costos y obtener rentabilidad. “Así como no tiene sentido el subsidio a la
gasolina no hay razones para que se continúen cubriendo las pérdidas de
empresas públicas quebradas”, agrega el profesor del IESA.
La
tercera característica es la planificación central, la creencia de que el
Estado puede ser más eficiente que el mercado para asignar los recursos. “Uno
de los problemas del control de cambio es que desde una oficina se pretende
saber cuánto debe importar cada sector, esto es imposible y el gran
inconveniente de la planificación centralizada es que si te equivocas falla
todo el sistema”, dice Ángel Alayón.
A
los problemas anteriores se añade una política económica que ha fracasado desde
hace más de cuatro mil años cuando por primera vez se intentó en la Grecia
antigua: el control de precios.
“Los
economistas se equivocan muchas veces, pero no cuando dicen que, cuando el
precio de un bien se fija por debajo del precio de equilibrio, hay mayor
demanda y menor oferta disponible, algo que se traduce en escasez. La escasez
normal es de 5% y desde 2004 no ha estado por debajo de 10% y la última cifra
oficial fue 30%”, dice Ángel Alayón.
“Esto
nos indica que el Gobierno está atrapado en la narrativa de la guerra
económica, desplaza la responsabilidad a unos enemigos que pueden existir o no
pero que son consecuencia de las políticas que aplica, el contrabando, el
acaparamiento son un negocio que surge por las regulaciones. El sector privado
responde a los incentivos y tenemos que cambiarlos”.
3. El desequilibrio. Las
estadísticas difundidas por el Banco Central de Venezuela registran que en los
tres primeros trimestres de 2014 la producción retrocedió de manera continua y
la economía descendió 3,9% al contrastar los primeros nueve meses del año con
el mismo lapso de 2013, con lo que técnicamente padece una recesión. Al mismo
tiempo, la inflación experimentó un salto en torno a 64% para todo el año, es
decir, la cuarta cifra más elevada desde 1950.
Orlando
Ochoa explica que el Gobierno “mantiene una política económica que privilegia a
los grupos captadores de rentas y tiene una ideología antimercado. Los
problemas actuales ya existían pero la caída de los precios del petróleo a
partir de noviembre de 2014 los profundiza”.
Asdrúbal
Oliveros, director de Ecoanalítica, precisa que si la cesta petrolera venezolana
se cotiza este año en un promedio de 45 dólares el barril el país obtendría
ingresos por el orden de 36 mil millones de dólares mientras que los gastos por
importaciones, pagos de deuda y servicios, entre otros, superarían esta cifra
en 47 mil millones de dólares.
“Puede
que a través del cobro de deudas de Petrocaribe como se hizo recientemente con
República Dominicana, emisión de bonos de Citgo, préstamos de China, logres
unos 20 mil millones de dólares, pero aún así habría un déficit de 27 mil millones
que aún no se sabe cómo se va a cubrir”, dice Asdrúbal Oliveros.
El
Gobierno mantiene un sistema cambiario donde asigna divisas al precio
artificialmente barato de 6,30 bolívares por dólar con lo que genera
corrupción, obtiene pocos bolívares para cubrir sus gastos y propicia una gran
demanda de billetes verdes. Al mismo tiempo, desde el último trimestre del año
pasado ha entregado muy pocos dólares al sector privado y la escasez tenderá a
agravarse, mientras que la falta de materias primas hará que la producción de
las empresas continúe en descenso.
Los
gastos del Gobierno superan en una magnitud de 20% del PIB al ingreso y para
cubrir la brecha el Banco Central imprime billetes sin respaldo. El resultado
es que más bolívares persiguen pocos bienes y los precios aumentan velozmente
como lo demuestra la aceleración de la inflación y la pérdida de capacidad de
compra del salario.
Felipe
Pérez, exministro de Planificación, advierte que el país tiene las
características típicas que conducen a la hiperinflación: “Déficit fiscal
endémico, monetización del déficit y disminución de la demanda de dinero, es
decir, la gente no quiere los billetes quiere bienes”.
Víctor
Álvarez, exministro de Industrias Básicas, explica que entre los desajustes que
muestran el impacto de subsidios que agravan los números rojos en las cuentas
públicas destaca el tema de la gasolina. Vender la gasolina a precios ínfimos
no beneficia a los pobres y al comparar con el costo que tiene el combustible
en otros países quienes tienen vehículo reciben un subsidio anual en torno a 12
mil millones de dólares.
4. ¿Qué hacer? Las
propuestas coinciden en que en lo inmediato es necesario eliminar el sistema
cambiario con tres mercados y avanzar hacia un solo tipo de cambio donde el
dólar se cotice al nivel de equilibrio que se estima en un rango entre 25 y 30
bolívares. Esto le daría al Gobierno más bolívares y por tanto se reduciría el
déficit fiscal, aparte de acabar con la corrupción que genera la búsqueda de
dólares artificialmente baratos.
Felipe
Pérez propone un sistema de bandas, donde el dólar fluctúe entre un piso y un
techo previamente establecido, mientras que Asdrúbal Oliveros considera que en
este momento podría colocarse un solo tipo de cambio oficial, eliminar las
subastas del Sicad y abrir un mercado paralelo legal, con lo que se trataría de
un sistema dual.
Una
opinión compartida es que sin disciplina fiscal ningún sistema cambiario
funcionará con éxito porque el Gobierno seguiría inyectando una gran cantidad
de bolívares que impulsarían la demanda de divisas y también es necesario
realizar ajustes en las tasas de interés.
La
lista de medidas también debería prohibir que el Banco Central continúe
financiando al Gobierno a través de la emisión de dinero sin respaldo, eliminar
los subsidios ineficientes y diseñar programas dirigidos a las familias
vulnerables, así como flexibilizar el control de precios.
Al
mismo tiempo adecuar convenios en los que Venezuela envía petróleo y lo cobra a
plazos como Petrocaribe. Víctor Álvarez propone que para aliviar el déficit de
divisas se reprogramen los pagos pendientes por obras de infraestructura con
países como Brasil e Irán, recomprar deuda para aprovechar la caída que ha
habido en la cotización de los bonos de la República y utilizar estos títulos
como forma de pago.
5. Más que economía. El consenso
es que si el Gobierno no toma las medidas adecuadas y opta por comprar algo de
tiempo vendiendo activos, recortando importaciones, posponiendo obras de
infraestructura o recortando acuerdos energéticos sin aplicar correcciones de
fondo el deterioro continuará y la escasez, la inflación y la recesión crearán
un escenario muy conflictivo.
Felipe
Pérez no duda en señalar que “no es si el Gobierno quiere o no quiere hacer las
reformas es que va a tener que hacerlo porque de lo contrario perderá el poder,
la conmoción social va a crecer”.
Agrega
que “es necesario un arreglo político que cambie las expectativas y rescate la
confianza, esto pasa entre otras cosas por revisar los poderes públicos”.
Ángel
Alayón comparte esta idea e indica que “se requiere un acuerdo político que
refunde las instituciones, las crisis económicas se transforman en crisis
políticas porque disminuye el dinero que tienen los gobernantes para mantener
las alianzas, el Gobierno tiene que dar el paso para un acuerdo. La alternativa
es la profundización de los males actuales, estamos muy lejos de lo mal que
podemos llegar a estar”.
Asdrúbal
Oliveros indica que “cuando observamos la caída en la capacidad de compra del
salario y las cifras de pobreza está claro que la conflictividad social va a
aumentar y el riesgo es que el Gobierno opte por mayor polarización, un
escenario de tierra arrasada. Cuando el objetivo es permanecer en el poder se
sobreponderan los costos políticos, el Presidente tiene problemas de liderazgo
y hay grupos captadores de renta que se oponen a las reformas”.
Agrega
que la oposición “juega un rol y allí también hay miopía y mitos. ¿Qué sentido
tiene oponerse a una medida lógica como el aumento de la gasolina? Los líderes
deben estar a la altura de las circunstancias, no se le ha explicado a la
población cuál es la alternativa al modelo que se cataloga de desastre”.
Víctor
Álvarez apunta que la oposición debe ayudar a que se tomen las medidas de
ajuste, destaca que cuando el año pasado tímidamente se asomó la posibilidad de
corregir desequilibrios con medidas lógicas como la unificación cambiaria,
desde las filas opositoras se acusó al Gobierno de que aplicaría “un
paquetazo”.
Orlando
Ochoa señala que el factor ideológico, la preparación y los grupos acaudalados
que giran en torno al poder hacen que sea imposible para el Gobierno “darse la
vuelta y aplicar las reformas, va a caer en la hiperinflación, pensar que
hombres como Nelson Merentes o Rodolfo Marco Torres van a manejar bien esta situación
es soñar”.
Concluye
en que es toda una paradoja que la salvación de este Gobierno, que apostaba a
la planificación central, dependa de reformas que hagan que funcione el
mercado.
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