Por René Núñez, 11/04/2016
El régimen instaurado en 1999 por voluntad de los grupos mayoritarios
del país, se encuentra en este momento bloqueado en su propia red de
contradicciones, desencuentros y abusos. Los intereses encontrados dentro del
gobierno y los de sus propios partidos aliados, no permiten el orden ni la
gobernabilidad nacional; en perjuicio de una toma de decisiones acertadas y
correctas requeridas para solucionar la grave crisis que atravesamos a todo
nivel.
El gobierno chavista madurista ya no cuenta con el apoyo del pueblo. La
calle ya no le pertenece ni la pueden controlar cómo antes. El proletariado se
cansó de esperar que le hicieran realidad el “futuro edén” prometido que nunca
llegó. Han reconocido la desmejora de sus condiciones y calidad de vida. Por
ello, el 6D se les volteó y votaron a favor de una mayoría absoluta opositora
en la Asamblea Nacional (AN).
Llegó abril y el gobierno sigue sin cambiar su actitud y conducta obcecada,
aferrada al poder a costa de lo que sea cómo si le perteneciera, por legado, de
por vida. Insiste irse por el atajo de la conflictividad de poderes, utilizando
las salas: electoral y constitucional del TSJ para deslegitimar todas las leyes
enviadas por el parlamento para el respectivo “ejecútese”. Muchas de esas leyes
aprobadas benefician al ciudadano común; otras pretenden rescatar la
gobernabilidad y restablecer la normalidad constitucional en algunas materias.
Entretanto, propicia la reflexión autocrítica para los ciudadanos,
independientemente de su estatus social. Estamos obligados a revisarnos todos y
cambiar con premura. Se impone un cambio cultural profundo pero de avance y
transformación. Sin dilación, hemos de iniciar e intensificar una cruzada en
defensa de la educación y la ética como un compromiso colectivo de vida
societaria digna. Vayámonos preparando para no aceptar reediciones de
malas y perversas praxis en el futuro. Hemos de comprometernos para el poder
con los mejores y decentes. No más equivocaciones y desaciertos.
No se puede seguir estimulando ni encubriendo una cultura política de
adulancia, de prebendas, de facilismo, de dependencia, de solidaridad
incondicional, de caudillo o figura mesiánica. Dejemos de agradecer a
dirigentes y gobiernos de lo que hacen desde su mandato o poder como si el
partido o el Estado fuera una hacienda de su propiedad. Ellos son nuestros
representantes. Su trabajo público es remunerado como cualquier otro, por el
cual se debe rendir cuentas, cumplir con los compromisos presupuestarios
aprobados con eficiencia y transparencia. Ya basta la confusión de los
intereses públicos con los privados. Denunciémoslo.
¿Cuándo vamos a darnos cuenta como ciudadanos de nuestra omisión,
ignorancia y negligencia en el cumplimiento de nuestras responsabilidades? ¿Por
qué no terminamos de entender que el gobierno nacional, regional o municipal están
allí por nosotros por un período determinado con un objetivo muy claro:
garantizar servicios públicos suficientes en oportunidad, calidad y a
satisfacción ciudadana? El bien común.
La inteligencia requerida de ellos es que permita a todos los ciudadanos
a conocer los fines de la vida social, desearlos y aceptarlos. La de lograr la
armonización de los más variados y distintos intereses de los grupos sociales
que integra una sociedad; poniéndolos de acuerdo con el plan de desarrollo
humano en procura de prosperidad, seguridad y bienestar social, para todos.
No para perpetuarse al poder cómo pareciera insinuar con sus arengas y
discursos diarios en cadena quien está al frente de la jefatura del estado. No
señores, aquí el único que goza del derecho de la perpetuidad social es la
sociedad venezolana, y esa sociedad somos todos.
Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
Los domingos, 8 a 9 am, en Onda Global por Onda 97.3 FM, Guayana
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