Luis Ochoa Terán 14 de abril de 2016
La
imputación de Cristina Kirchner por parte de la fiscalía de Argentina, es un
indicio de que soplan vientos de cambio no solo en Argentina sino también en
América Latina. Noticia como estas, le dan escalofrío no solo al Alto Mando
Militar venezolano sino al propio Maduro y su camarilla, indicándole que
tiempos similares pronto los arrullaran, no porque la oposición los va a
perseguir sino porque el daño que han causado a los distintos sectores de la
vida nacional que ha sido tal, que serán ellos mismos los que se encargarán de
exigir justicia y solicitar ser resarcido por los daños ocasionados. Sin embargo,
es la misma corrupción la que saldrá detrás de ellos a buscarlos y no habrá
quien lo pare, por ello se dice, que su supervivencia está íntimamente ligada a
su permanencia en el poder, aún, a costa de mayores sacrificios para el pueblo
y la propia Venezuela.
En
Argentina la justicia hace estragos en ese Kichnerismo prepotente que creía que
jamás dejarían el poder y que el gobierno pasaría de manos en mano a cada uno
de los miembros de su clan. El pueblo sabio argentino dio un vuelco político y
con ellos, al gobierno autocrático, abusivo y extorsionador que usaba todos los
resortes del poder para doblegar a sus adversarios políticos, poder absoluto
éste, que les permitía obstaculizar las labores de los otros poderes autónomos
del Estado, además, montada en la más obscena corrupción con la garantía de la
más absoluta impunidad. Lo más grave es que esta lucha moralizadora contra la
corrupción que se ha iniciado en el continente ha destapado un entramado
internacional en el que veremos repetirse nombres de políticos y de empresas
vinculadas a negociados en Argentina, Brasil, Venezuela y algunos otros países
bolivarianos que pronto aparecerán en escena.
En
Brasil, el populismo de Lula terminó dando al traste con el gobierno de Dilma
consciente ésta de la crisis económica en la que se insertaba progresivamente,
además, del necesario requerimiento de reformas económicas que permitieran
canalizar el desarrollo con bienestar social, el cual pasaba necesariamente por
corregir los errores populistas heredado de su padre político, que a su vez se
oponía a esas reformas porque se convertirían en un gran obstáculo para su
futura aspiración de regresar al Palacio de Planalto en 2018. El gran error de
Dilma Rousseff fue que en su campaña electoral, a pesar de estar consciente de la
desaceleración económica, negó la necesidad de dichas reformas que requería el
país que comenzaba a entrar en una vorágine recesión económica, para
posteriormente al triunfo de su reelección proponer la misma receta que en
campaña su contendor Aécio Néves planteaba, con lo cual, el pueblo brasileño se
sintió engañado y estafado. Para rematar este panorama político, económico y
social, se agravó con las investigaciones de la fiscalía sobre la red mafiosa
de la corrupción de Petrobras que terminó involucrando a gran parte del
espectro político, empresarial y gubernamental de Brasil, poniendo en Jaque
Mate a la Presidenta Rousseff y al propio gobierno. Sin lugar a dudas, el
decidido camino institucional del combate de la corrupción que ha emergido en
ese país, permitirá el renacimiento de un Brasil nuevo y fortalecido económico,
social y políticamente.
Lo que
resulta insólito para los venezolanos es que la crisis política y de corrupción
por la que atraviesan Argentina y Brasil, palidece frente frenta a la cual nos
ha conducido Chávez y Maduro. Las cifra de corrupción que escandalizan a Brasil
y Argentina solo equivalen casi a propinas, en comparación con la rapacidad y
el desfalco de los revolucionarios bolivarianos a la nación venezolana.
Los
2.000 millones de dólares de la corrupción de Petrobras que los izquierdistas
bolivariano brasileño democratizaron políticamente y que ha causado tan grave
crisis en ese país, que incluso le puede costar la presidencia a Dilma
Rousseff, representa en Venezuela un caso casi insignificante de un par de
personajillos sin relevancia política que aparecieron en un supuesto lavado de
dinero de PDVSA en Andorra. Según el Ministro de Planificación Económica de los
últimos diez años del gobierno de Chávez, Jorge Gordani, declaró que solo en la
institución cambiaria venezolana (CADIVI) los bolivarianos se habían robado más
de 25.000 millones de dólares con empresas fantasmas. El ex-ministro de
Educación, Héctor Navarro, hombre de confianza de Chávez, en días pasados
afirmó ante una Comisión de la Contraloría de la Asamblea Nacional que el
supuesto robo o corrupción de la unión cívica-militar bolivariana a la nación
en estos últimos 17 años ascendía a más de 300.000 millones de dólares, cifra
impensable e inimaginable para cualquier mortal de este planeta.
Lo
insólito de la gran lección moralizadora del Brasil es que el gobierno y la
Presidenta Rousseff se tambalea por un acto de corrupción (Red-Petrobras) que
solo representa el 0,66% de lo que la revolución bolivariana supuestamente ha
robado al pueblo y a la nación venezolana y en este país ni si quiera se ha
abierto una investigación, lo peor, no pasa nada. Esta realidad es la que
dificulta el cambio al que aspira y voto el pueblo venezolano. Sin embargo, muy
pronto en Venezuela, al igual que el resto de América Latina, estará sacudida
por esos mismos vientos de cambio y moralización que recorren el Continente, a
pesar de los pesares y de la expresión del Presidente de la Asamblea Nacional,
Henry Ramos Allup, “Maduro esta sostenido, por el Alto Mando Militar y el
Tribunal Supremo de Justicia”.
Luis
Ochoa Terán
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