Por Ronald Balza Guanipa
El malestar que ha causado
el retraso en la actualización del cono en Venezuela se ha manifestado de
distintas maneras.
En nota de AP (marzo 2016)
se lee que el Banco de la República de Colombia declaró que, a propósito del
reciente billete de 100.000 pesos, “utiliza técnicas estadísticas para
determinar las denominaciones de billetes que requiere la economía, en función
del ingreso per cápita y el monto del salario mínimo. A medida que crecen estas
variables, aumenta el valor de las transacciones y el uso de los billetes de
mayor denominación”.
Una versión de la métrica-D,
utilizada en Colombia y otros países del mundo para definir sus conos
monetarios, propone una regla simple: emitir como billete de mayor denominación
uno que se aproxime a la sexta parte del ingreso mensual promedio del país. Por
las debilidades de la economía venezolana y la inexistencia de mejor
información, tomemos como referencia de ingreso el “salario mínimo integral”,
que el presidente incrementó el 1ro de mayo hasta Bs. 33.636 mensual. La
sexta parte de este número es 5.606, por cuanto ya el BCV debería estar
preparando la emisión del billete de Bs. 5.000.
Sin embargo, la emisión de
los billetes de Bs. 500 y Bs. 1.000 no pasa de ser un rumor. Según una nota de
Bloomberg (abril 2016), el BCV prefirió encargar cientos de miles de billetes
de Bs. 100 a De La Rue, Giesecke & Devrient y Oberthur Fiduciaire e
importarlos en “docenas de aviones 747”, a pesar de no poder pagarlos luego
puntualmente.
El malestar que ha causado
el retraso en la actualización del cono en Venezuela se ha manifestado de
distintas maneras. Mencionemos sólo dos. Primero: el fantasma del “corralito”,
que recorrió las redes sociales cuando los cajeros automáticos de los bancos
comenzaron a vaciarse de efectivo más rápido de lo que se les reponía. Entonces
se confundió un simple asunto de manejo de volúmenes de papel con los eventos
que acompañan severas crisis bancarias.
Segundo: los billetes de Bs.
100 comenzaron a tener su propio precio en la frontera, donde el carácter
ilegal de algunas transacciones hace preferible el uso de efectivo sobre el de
transferencias. En consecuencia, no tener acceso a billetes de la mayor
denominación se convirtió en un problema más para el resto de la población.
Permitir el deterioro del
cono es una queja adicional en contra del BCV. Ponerlo a circular hoy no sólo
implica reconocer montones de sus errores: también dejar de cometer otros.
Ahora bien, corresponde hacer varias advertencias. Emitir el billete de Bs.
5.000 hoy no empeorará (ni reducirá) la inflación, ni será la prueba que
faltaba para declarar la hiperinflación. Reducirá costos de importación y
transacción, que no son todos, pero no son despreciables ni justificables. Por
último, sin disciplina fiscal y un cambio en las relaciones público privadas,
esta será otra medida insuficiente a la vuelta de pocos meses.
04-05-16
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