Felipe Pacheco 01 de mayo de 2016
@FelipePachecoS
En los
constantes recorridos por los barrios de Caracas, previo a que el CNE diera las
planillas para activar el referéndum revocatorio, se vislumbraba un sentimiento
de angustia y desespero por parte del pueblo obrero.
Ser
parte de la clase obrera, de los proletarios venezolanos, en estos tiempos es
una acción titánica.
Cuando
el salario no alcanza para llevar a sus casas la comida del mes, producto de
una inflación galopante que no es atacada por los que hoy gobiernan.
Cuando
su calidad de vida se ve desmejorada por la carencia de los servicios básicos.
Cuando
la delincuencia los ataca frecuentemente y no encuentran respuesta en los
cuerpos de seguridad del estado.
Cuando
el solo pensar que puede pasar tiempo con sus familia lo visualiza en una cola.
Una de
las reivindicaciones laborales, para rescatar el sentir humano del trabajador,
fue la que a finales del siglo XIX, los trabajadores enarbolaron para luchar
por la reducción de la jornada laboral a ocho horas diarias.
Los
trabajadores exigían: "Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el
sueño y ocho horas para la casa". De lo contrario la esclavitud se hacía
presente. La situación en venezuela obliga a los trabajadores a pasar ocho o
más horas, adicionales en una cola para conseguir comida.
El
desgaste físico de la clase obrera es evidente, la ineficiencia del gobierno
para ofrecer calidad de vida a sus ciudadanos y en esta fecha memorable a los
trabajadores también lo es.
Por
eso no genera asombro ver a los trabajadores firmando masivamente para lograr
el revocatorio de un gobierno que le genera una vida hostil y carente de
oportunidades.
@FelipePachecoS
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