Fernando Camino Peñalver 14 de mayo de 2018
@fernandocaminop
José
Ignacio Abreu e Lima fue un brasileño que participó activamente en la guerra de
independencia de nuestro país y de la Gran Colombia. Llegó a ser uno de los
generales de confianza de nuestro Libertador. Por esta razón el régimen bautizó
con su nombre un proyecto agrario socialista en el sur del estado Anzoátegui, destinado
principalmente a la producción del cultivo de la soya, a la construcción de la
infraestructura de almacenamiento y plantas para procesar productos y
subproductos de este rubro.
Este
año se cumple una década que fue firmado el convenio marco de Paraná entre el
régimen y el gobierno de Brasil, dentro de este acuerdo estaba el proyecto
Abreu e lima. La fuente de financiamiento fue el Fondo Chino Venezolano. La
responsabilidad de la ejecución del proyecto se la asignó al Inder instituto
adscrito al Ministerio de Agricultura y Tierras, pero este instituto
inexplicablemente firmó con Odebrecht un contrato de administración delegada
para la ejecución de la infraestructura.
Entre
febrero de 2009 y julio de 2011 se destinaron al proyecto 232 millones de dólares
del Fondo Chino. Este monto según el gobierno representaba un 33% de la
inversión estimada en 700 millones de dólares. Para el segundo semestre de 2013
el Banco de Venezuela había invertido en el cultivo de la soya 30 millones de
dólares.
En
2014 en el portal de Odebrecht se hacía una descripción del proyecto:
desarrollo de 35 mil hectáreas bajo riego, la construcción del complejo
agroindustrial para procesamiento de soya con una capacidad de 30 mil toneladas
por año y una planta de alimentos para animales con capacidad de 29 mil
toneladas anuales. Según Odebrecht el proyecto también contemplaba la vialidad,
electrificación y la infraestructura social proyectando para este fin la
construcción de 491 viviendas con su urbanismo.
En
este proyecto ya se han invertido más de 645 millones de dólares. Esta
inversión según expertos no está justificada físicamente, ya que la
construcción de las plantas procesadoras de materia prima no se han culminado
satisfactoriamente. En cuanto al desarrollo del cultivo, lo que se ha cosechado
son pérdidas millonarias debido a que la producción y la productividad fueron
muy deficientes. La infraestructura vial y de electrificación, apenas llego a
las zonas adyacentes a las plantas procesadoras inconclusas y las viviendas nunca
se construyeron.
El
estado actual del proyecto es de total abandono, la infraestructura inconclusa
ha sido saqueada, la maquinaria agrícola y los sistemas de riego desmantelados.
En cuanto a la producción agrícola nunca se logró sembrar y cosechar las 35 mil
hectáreas proyectadas. En 2012 se logró sembrar la mayor superficie desde que
se inició el proyecto, sin embargo no cubrió ni el cuarenta por ciento del área
proyectada, en los años siguientes la superficie de siembra fue disminuyendo
hasta llegar a su mínima cobertura en 2017. Los rendimientos por hectárea han
sido muy bajos en relación a la experiencia de la zona: 1.200 kilogramos por
hectárea. En la década de 1990 se lograron cosechar cerca de 120.000 hectáreas
con rendimientos de entre 2.500 y 3.000 kilogramos por hectárea.
La
experiencia negativa del fracaso de este proyecto, es una muestra de lo que ha
hecho este régimen con los recursos de nuestro país. Además de haber recibido
unos ingresos superiores a mil millones de millones de dólares, el gobierno se
endeudó con la banca china por un monto superior a cincuenta mil millones de
dólares. De esta deuda casi 700 millones de dólares fueron a parar a este
proyecto. Los recursos destinados allí fueron en gran proporción malversados,
ya que después de diez años de iniciada la inversión no se ha procesado ni un
kilo de soya y los productores que se “embarcaron” en la actividad agrícola
quedaron endeudados.
Conversando
con un productor de semilla quien me cuenta que fue contratado por la empresa
que gerenciaba el proyecto, para que les sembrara cincuenta hectáreas de
semilla certificada, que una vez entregada la semilla producida tuvo que
esperar un año para que le pagaran. “Casi me arruinan, nos dijo, tuve un año
con la soya al cuello huyendo de los cobradores” confiesa con el asombroso buen
humor con que narran su tragedia los orientales.
Lo que
ha podido ser un gran proyecto para empezar a cubrir nuestro enorme déficit de
oleaginosas de origen vegetal de más de un 95% por ciento anual, terminó en un
estruendoso fracaso. Pero cuando cambiemos este gobierno nefasto, podemos
recuperar el tiempo y el esfuerzo perdido. Las condiciones están dadas, solo
falta la voluntad de un nuevo gobierno que quiera desarrollar al país. Por eso
seguimos luchando. Lo lograremos.
Fernando
Camino
@fernandocaminop
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