José Domingo Blanco 13 de octubre de 2018
@mingo_1
Venezuela
se tiñe de colores lúgubres. Viste de luto. Uno, que pareciera eterno e
imposible de arrancar de nuestras vidas, de nuestra cotidianidad. Un luto,
dueño de nuestras horas; esas que, algún día, pasarán a ser historia. Una
historia contada en primera persona por quienes, en estos tiempos, la
padecieron en carne propia. Testimonios de dolientes y sobrevivientes de esta
tierra que pierde su gracia y se vuelve una tumba.
El
lunes, otro nombre engrosó la lista de los horrores que este régimen
dictatorial escribe con exceso de sadismo y cinismo. Como con quien cree que el
tiempo y el poder estarán por siempre de su lado. No conocí a Fernando Albán.
No seguí su trayectoria política. Nunca lo entrevisté. Pero, era un venezolano.
Uno que muere en extrañas circunstancias y muchas contradicciones. Un
venezolano más que no le duele a este régimen; porque esta dictadura está ocupada
en aclarar su muerte, sólo para aparentar, mientras se burla una vez más de
todos nosotros, que hace justicia y expía sus culpas.
¿Suicidio?
¿Homicidio? No lo sabremos. La única certeza que tenemos hasta el momento es
que, cualquier explicación que ofrezca la dictadura sobre la muerte del
concejal Albán, no va a ser aceptada por la sociedad opositora. Simplemente,
porque los voceros de este régimen no tienen moral ni credibilidad. Están
desenmascarados desde hace mucho tiempo. Han demostrado en demasiadas
oportunidades el irrespeto que sienten por los venezolanos que aún no han
logrado adoctrinar. La vida de quienes no comulgan con el régimen es desechable
como un trasto sin alma, sin nombre, sin dolientes. Así lo dejan saber cada vez
que apelan a sus prácticas enfermizas, típicas de quienes padecen delirio de
grandeza y miedo: mucho miedo, a ser derrocados.
Pero,
tampoco es verdad decir que la muerte del concejal unirá a la oposición
venezolana. No es tiempo para hacer de su muerte, una bandera política que
sirva para capitalizar la rabia y el dolor de quienes hoy lloran a Albán, que
no son pocos. Mucho menos pretender convertirlo en mártir, con oscuros fines
electoreros. Se equivocan quienes, desde ya, quieren hacer de él su bandera.
Una víctima de este régimen, cuyo trágico final, los ayudará a captar votos. No
ocurrió con Oscar Pérez y sus compañeros de lucha masacrados en El Junquito.
Sugerir esa tesis en la opinión pública y usar la muerte de Albán con tal fin
es simplemente aberrante.
Somos
de los que siempre apostamos por la vida; pese a los largos sufrimientos que
pueda depararnos. Los hechos sórdidos que rodean la muerte del concejal Albán,
desafían sombríos pronósticos, historias de callados corajes. Sospechas con
obstáculos de la vida en dictadura…especulaciones que se convertirán en
realidad. La verdad de este régimen dictatorial nunca será la nuestra. Es
imposible compartir certezas bañadas de sangre y odio. No podemos
acostumbrarnos a la muerte como la propaganda que promueve el temor, la sumisión
y la obediencia. El régimen justifica sus exterminios como el único mecanismo
que le garantiza su continuidad y permanencia.
Pero,
aun cuando estemos caminando por el valle de las sombras, recordemos que
Venezuela es indestructible y todavía nos queda mucho trayecto que recorrer. El
desánimo y la tristeza, no siempre tienen la batalla ganada. Pero, estamos
conscientes de que en nuestro país no podrá haber paz, mucho menos consenso,
mientras en el diccionario de Maduro y su sangrienta dictadura, la palabra paz
se defina como sumisión, subordinación, sometimiento, acatamiento, entrega y
muerte.
Está
demostrado que, a quienes hoy nos malgobiernan, no les conviene tener
ciudadanos libres y pensantes. El hambre y la pobreza que ellos propician -y
por supuesto controlan a su antojo- ha sido parte de la clave de su éxito. A
este desgobierno no le interesa promover una sociedad de hombres y mujeres con
deseos de superación. No, no es ese el dogma de este régimen. No es el dogma de
esta sangrienta dictadura. La prolongación de este sistema de gobierno, de esta
dictadura, depende del individuo entrenado -a fuerza de hambre y dádivas- para
odiar, obedecer y matar: ¡rodilla en tierra y mano estirada esperando el diezmo
de su opresor!
Apostando
a nuestra memoria corta, o la rapidez con la que una nueva tragedia aparece
para sepultar la anterior, no nos extrañe que, dentro de unos días, como quien
da por olvidado el asunto de Albán, Nicolás y su dictadura volverán con sus
llamados a la paz para abonar el terreno electoral. Y recrudecerá la represión
contra quienes hoy todavía protestan. Y volveremos a ser los apátridas y los
fascistas. De nuevo seremos los responsables de la escasez y la violencia.
La
dictadura de Maduro teje, con destreza extraordinaria, una cadena de errores,
que logra disfrazar todavía con petrodólares, narcotráfico y dádivas. Y si
bien, su fórmula de éxito supera la etapa experimental y amenaza con
extenderse, nos queda la esperanza de que, la acumulación de esos errores, más
temprano que tarde, hará explosión; porque, nuestro rumbo es incierto, así como
las crisis económica y moral del país, que están hundiéndonos a todos…incluso a
ellos.
José
Domingo Blanco
@mingo_1
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico