Por Gregorio Salazar
En el amplio aparataje
mediático del cual dispone la «revolución» ha construido una realidad a
su medida. Un paisaje asaz placentero, hecho para el deleite y la felicidad
suprema, grato a la vista y el oído de los mandamases, donde no existen calamidades
que atender ni gente que se queje o reclame soluciones a sus muchas carencias y
donde nadie ponga en duda las épicas victorias que cotidianamente se proclaman
a voz en cuello.
En ese mundo mágico
todo es posible: es un marco ilusorio que recuerda el antiguo dicho popular
sobre el papel: «aguanta todo». Se vale todo.
Un ministro puede decir
que en 100 días acabará con la crisis de la energía eléctrica y otro que las
colas por la gasolina llegarán hasta este 30 de junio. Y después del
estrepitoso fracaso, vaticinable a los ojos de todos por lo obvio, seguirá tan
campante.
En un día cualquiera,
dentro de esa burbuja fantasiosa, el ministro de la Defensa puede afirmar, con
el rostro tallado en madera de guayacán, que «las FANB brillan por los cuatro
costados», cuando todavía no se han podido recuperar de la enorme humillación
que le infligieron guerrilleros colombianos en la frontera en combates que
dejaron más de una docena de muertos, heridos y personal secuestrado.
Lo hace, por cierto, en
un acto donde fueron ascendidos nada menos que 15 mil oficiales de las Fuerzas
Armadas (¿méritos o dádivas a granel?) y donde se anuncia que en el desfile de
este 5 de julio participarán 15 mil efectivos. Qué casualidad.
Cuando aparece el
bocazas Nicolás, de quien los cubanos no pierden la esperanza de hacerlo el
primer caudillo madurado con carburo, anuncia con fanfarria, bombos y platillos
la aprobación por ley nada menos que del «pasaje estudiantil». No importa que
no haya gasolina ni diésel y que sean muy escasos los buses y busetas que
arrastren sus desvencijadas armazones por las calles. Y que los planteles a
todos los niveles se hayan vaciado de estudiantes. Igual, él lo aprueba en
plena campaña electoral interna del PSUV. Nadie le va a preguntar por qué viene
con eso después de 22 años de ejercicio omnímodo de su bando en el poder.
A media mañana, quien
ejerce en la elecciones internas del PSUV el papel que tuvo la inefable Lucena
en el CNE, al responder las preguntas que le hace quien lo saluda con un
«buenos días, vicepresidente del partido», se explayará en todos los
intríngulis de ese proceso, dictará pautas, amenazas y procedimientos y hará
proselitismo sin límites de tiempo ni de barreras legales, por más que el
vicepresidente del CNE señale esa práctica como delictual.
Es «el camino
comunicacional profundo» del que habló Maduro en la reciente entrega de los
«premios» de periodismo, campo en el que se anuncia otra «revolución
comunicacional», esta vez en el campo de las redes, «un ejemplo que va a
conmover al mundo, ya lo verán».
Mucho dudamos que un planeta que se estremece al ver una diáspora de seis millones de venezolanos, la mayor de la historia en el hemisferio occidental, pueda conmoverse con el onanismo digital de Nicolás Maduro.
Como guinda de la
torta, la cabeza de un régimen que tiene como base del control social un
avasallante dominio hegemónico que no acepta un registro de la realidad
distinto al suyo, «destacó la importancia de la comunicación de la verdad, en
forma honesta y transparente». La pantalla aguanta cualquier horror.
Cuando se revisa el
listado de los galardonados no aparecerá un solo nombre ni un solo medio que no
pertenezca a la parafernalia comunicacional del «proceso». Así es desde hace
muchos años. De acuerdo con eso, nadie más ejerce el periodismo en Venezuela,
nadie más trabaja en busca de la verdad, nadie aporta al debate público ni es
capaz de ejercer un periodismo con independencia, exactitud y precisión y en
función del interés público, del interés del simple ciudadano.
Pero claro que se hace
a pesar del cerco ilegal, económico e informativo, la represión, las amenazas y
las intimidaciones.
De medios y periodistas
algo cualitativamente muy importante queda en Venezuela y su trabajo, por sí
mismo, constituye un contrapeso a la enorme farsa, el vulgar reino de la
mentira al que quieren confinar a todo un pueblo.
En un año electoral
ningún esfuerzo que se haga por romper la ventajista burbuja comunicacional del
régimen, la hegemonía que busca el poder a perpetuidad, será pequeño ni
prescindible. No lo perdamos de vista.
Gregorio Salazar es
periodista. Exsecretario general del SNTP.
04-07-21
https://talcualdigital.com/la-burbuja-comunicacional-por-gregorio-salazar/
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