Por Ybéyise Pacheco
Maduro jamás pensará o
actuará como un demócrata porque no lo es. Anunciar interés por las
negociaciones es sólo una manera de matizar su imagen autoritaria
La clave está en
comprender que Nicolás Maduro además
de dictador es un malandro, que la cabra siempre va pa´l monte, que su zona de
confort está en el uso de la fuerza porque sabe que nunca ha gozado del apoyo
popular.
Maduro jamás pensará o
actuará como un demócrata porque no lo es. Anunciar interés por las
negociaciones es sólo una manera de matizar su imagen autoritaria, asegurar a
la comunidad internacional que va a mejorar las condiciones electorales es un
modo de ganar tiempo y prometer a los venezolanos que se medirá alguna vez es
una burla descarada a la que además saca provecho para utilizarla en dividir a
la oposición.
Así que cuando Jorge
Rodríguez anunció el martes pasado que no habrá negociación, solo ratificó la
posición del régimen desde que Maduro alcanzó el poder. No le importa que el
Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell vuelva a recibir un
portazo en su nariz -ya el 6D había sido humillado- o que el presidente Andrés
Manuel López Obrador se quede en México con los pasapalos fríos ordenados para
la primera semana de agosto, o que los noruegos se regresen lamentando un nuevo
fracaso. “¿Qué me van a hacer? ¿Qué más me van a hacer? Total, aquí sigo”,
podemos suponer que se repite frente al espejo Nicolás.
La pregunta reiterada
no es ante la sorpresa de que el régimen haya de nuevo pateado la mesa de
negociación. No. La interrogante se centra en el momento en que lo hace y el
marco que adorna la decisión. ¿Por qué Maduro ordenó detener al diputado Freddy
Guevara? ¿Y por qué hace la maroma de tratar de
involucrarlo a él y a la dirigencia de Voluntad Popular con las bandas de la
Cota 905? La acusación es tan difícil de creer que no han logrado convencer ni
siquiera a los suyos a pesar de la aceitada maquinaria comunicacional y la
implacable censura. Eso tampoco les importa.
Las apariciones de los
hermanos Rodríguez han dado claras señales de que el objetivo es aniquilar a
Voluntad Popular, la organización partidista con más inhabilitados, perseguidos
y apresados. Según fuentes políticas, a Maduro le vienen preocupando las
convocatorias de calle encabezadas por Juan Guaidó que, aunque
considerablemente mermadas en cuanto a participación, siguen siendo una
posibilidad de agitación para una sociedad plagada y harta de problemas, por lo
tanto, con inagotables razones para protestar. En esas condiciones, cualquier
fósforo puede prender la pradera.
Y entonces
explotó Cuba. Maduro
y sus asesores cubanos, no lo dudaron. La decisión fue apretar sin concesiones.
Cerrar filas junto a sus compañeros Miguel Díaz Canel y Daniel Ortega. Huir
hacia delante sin mirar a los lados con la certeza de que si se pierde Cuba se
pierde todo.
Los hechos asustaron a
Maduro, ni qué decirlo, en especial porque ninguno los vio venir, es decir, la
inteligencia cubana, fue sorprendida. Por supuesto, la paranoia se activó. A
final de cuentas se trata de la misma gente que ha penetrado nuestros sistemas
de seguridad y dirige los hilos del control social en Venezuela.
¿Y si las protestas se extienden? La imagen no es descabellada, por el contrario, es factible. Ocurre en Cuba, una isla desconectada, con una sociedad doblegada cuyas nuevas generaciones
parecían sobrevivir
bajo los efectos del lavado de cerebro del comunismo… y allí están, luchando.
Entonces en Venezuela ¿por qué no? Ya ha sucedido antes.
Maduro tembló a pesar
de encontrarse bastante cómodo en su escenario político. Ha aprendido que no
debe dejar cabos sueltos y aun cuando el plan de fracturar a la oposición le ha
venido funcionando por diferentes vías, se preocupó. Asumió que no debía
confiarse en la comunicación directa que ha logrado con Henrique Capriles, ni
en los debates que enfrentan a la oposición ante la opción de participar o no
en las regionales. Así que Maduro optó por tratar de aniquilar a la
organización que más le molesta: Voluntad Popular.
Esta opción tiene sus
riesgos porque es poco creíble y hasta descabellado pretender relacionar a
Freddy Guevara con los delincuentes de la Cota 905 públicamente protegidos por
Delcy Rodríguez y otras cabezas de la dictadura. Para buena parte del país,
esas bandas, al igual que los colectivos, o las guerrillas, son aliados
naturales de Maduro. Pero nada detuvo al régimen y la aprehensión de Freddy
Guevara se ejecutó. Desde ese momento la razia contra el partido que lidera
Leopoldo López y del que surgió Juan Guaidó, ha ido aportando evidencia para el
expediente que acumula violaciones a los derechos humanos.
El panorama se va
aclarando en la medida que los perseguidos son los dirigentes populares, los
coordinadores del partido en los barrios, y si no los encuentran, pues a lo
suyo, a maltratar a sus padres, que, si son mayores y pobres, mejor.
Miserables.
14-07-21
https://www.diariolasamericas.com/opinion/y-al-ver-cuba-maduro-se-asusto-n4227245
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