Ismael Pérez Vigil 27 de noviembre de 2021
Nadie
puede estar sorprendido por los resultados del 21N; sucedió lo previsto y que
mucha gente anticipó, es decir: que habría una baja participación; que los
resultados favorecerían al gobierno; que la oposición mantendría, si acaso
numéricamente, las gobernaciones que había ganado en 2017, debido a la
dispersión del voto opositor, etc. El mapa del país obviamente se pintó de rojo
y las fallas en el proceso que se han venido señalando por años, se repitieron,
con la única diferencia −a nuestro favor− que ahora hay un testigo adicional,
la Unión Europea y para algo puede servir.
El régimen, desde que se dio cuenta −hace ya casi una década− que viene perdiendo el apoyo popular, está siendo exitoso en su estrategia de mantener el poder por la fuerza y ganar elecciones, ya no con los votos de sus seguidores, sino persiguiendo y dividiendo a la oposición y restándole valor y significación al voto, estimulando la abstención; y ha contado para eso con una buena cantidad de grupos y “personalidades” opositoras, algunos que solo quieren pescar en rio revuelto, sin hacer el trabajo político correspondiente.
A
pesar de algunos dirigentes políticos −cuyos videos circularon profusamente− y
sus asesores, yo me voy a dedicar, después de analizar los resultados del 21N y
algunas reacciones frente a estos resultados, a analizar los demonizados y
satanizados temas de la “dispersión del voto” y la “falta de participación”,
por decir más elegantemente que analizaré la abstención y la falta de unidad y
sus consecuencias para el futuro de la oposición democrática.
Por ;o
complejo del tema y porque no tiene sentido de oportunidad dividirlo en dos
partes, para facilitar su lectura lo he dividido en puntos que, teniendo un
mismo hilo conductor, pueden ser considerados independientemente.
1. Reacciones
a los resultados.
Lo más
sorprendente no es que el mapa del país se pintara de rojo, ni que resaltaran
una vez más las fallas en el proceso que se han venido señalando por años, ni
que se arremetiera contra los partidos de oposición por participar y por los
resultados; lo sorpresivo han sido algunas reacciones frente a esos resultados
de la jornada del 21N.
En
primer lugar, destaco extrañado la inusitada importancia que se le ha dado a un
proceso, local y regional, en el que no estaba en juego el poder del país y en
donde la oposición democrática venía de casi cinco años llamando a la
abstención. Significa que, digan lo que digan los más agoreros, un proceso
electoral es un acontecimiento político relevante y por eso vemos que hoy,
tirios y troyanos, los que llamábamos a votar —e insólitamente, los que no—
hablamos de un antes y después del 21N.
Otra
reacción insólita son los que quieren soportar su análisis del proceso inflando
cifras, dándole a algunas de ellas más importancia de la que tienen o haciendo
sumas disparatadas, sumando hoy lo que no sumaron ayer y que más bien restaron.
A esto me referiré más tarde, en profundidad.
Pero,
los más insólitos son los que quieren “ganar” con la abstención y lanzan cifras
de la misma, que van desde el 70 al 87%, sin ninguna base o dato que compruebe
su afirmación; y lo más curioso es que su base de cálculo es: adivinar lo que
no se vio; no vieron gente en las colas, no vieron gente en los centros, es
decir, lo que “vieron” es lo que no estaba allí: “vieron abstención”, “vieron
gente que no fue a votar”, vieron lo que no existe y su única base, “empírica”,
de confirmación ,es que desconocen o no creen en las cifras del CNE, “que todos
sabemos que miente”, dicen, pero sin aportar ninguna otra fuente de datos.
Otro
hecho significativo, que llama la atención, es el cambio en el sentido de la
“polarización” política. La política venezolana ya no solamente se divide en
chavistas y antichavistas, régimen autoritario o dictatorial y opositores a ese
régimen; sino que ahora se divide también entre opositores “negacionistas del
voto” y sus enconados enemigos, la “falsa oposición”. Y está soterrada −o
abierta− pelea es tanto más cruenta que la otra, pues todos sabemos que no hay
peor cuña que la del mismo palo. Pero dejemos hasta aquí esta larga introducción
y este tema, al que inevitablemente volveremos en alguna próxima ocasión.
2. Los
resultados y algunas cifras.
Aclaro
de una vez que las cifras que utilizaré son las del “diabólico” CNE, extraídas
por mí de su página Web, no porque no crea que no es “diabólico” o porque les
tenga mucha fe, sino porque no hay otras y los que las rechazan no han podido
mostrar ninguna otra fuente, confiable o no.
Por
supuesto no voy a marear a nadie con cifras −entre otras cosas porque no han
sido publicadas todas− pero es necesario citar algunas, para ejemplificar y
mostrar las cosas que llaman la atención. Las cifras que utilizo son las
publicadas en la página Web hasta el día miércoles 24/11, que no representan el
100%, que faltan algunas, como por ejemplo las de gobernadores del estado
Barinas, por lo que utilice para completar el total en ese estado, las cifras
de “voto lista” por Asamblea Legislativa, que estimo muy similares a las de
gobernadores.
Dicho
lo anterior, lo ocurrido no me parece un mal resultado para la oposición
democrática −y cuando hablo de oposición democrática me refiero a la
representada por la MUD, con la cual me identifico− pues conservó el mismo
número de gobernaciones; entre ellas se mantuvo Nueva Esparta y aunque se
perdió en Táchira y Mérida, recuperamos Zulia y se le quitó Cojedes al
chavismo; y de confirmarse las tendencias, se le arrebatará también Barinas.
Pero, tal cual ocurrió en 2017, cuando nos robaron el estado Bolívar, tal
parece que ese fue ahora el caso del estado Apure.
Además
de esos primeros datos generales, tampoco se pueden dejar de ver algunos signos
y hechos significativos; por ejemplo:
1)
¿Cómo ignorar que el chavismo sigue perdiendo apoyo popular, expresado también
en votos?; en esta jornada, lo significativo no es que perdiera más de un
millón de votos, con respecto a la elección de gobernadores de 2017, lo
significativo es que en 2017 esos votos representaban el 32% del padrón
electoral y en 2021 solo representan el 18,8%. Y con respecto a otras
elecciones recientes, también hay una caída en la votación, aunque algo más
leve, de 12 puntos con respecto a 2018 y 2 puntos con respecto a 2020, hace
menos de un año.
2)
¿Cómo negar que en algunos de sus estados emblemáticos al chavismo le fue muy
mal?; no solo perdió Zulia, Cojedes y Barinas −y Apure, aunque lo arrebaten−,
sino que ganó, pero por la división de la oposición o la ayuda de la presencia
de candidatos de la Alianza Democrática en Anzoátegui, Bolívar, Lara, Mérida,
Miranda y Táchira; y aunque ganó cómodo en el Distrito Capital, Carabobo y
Aragua, no logró arrastrar a su gente a votar, pues la abstención en esos
estados estuvo rondando el 72%, en promedio;
3) Y
aunque algunos se empeñen en desconocerlo, ¿Cómo negar que 59 es mayor —y en
este caso, mejor— que 27?; sin duda que es mejor que la oposición, representada
en la MUD, haya pasado de 27 alcaldías en 2017 a 59, en esta elección. (Lástima
que no recuperamos la del Municipio Sucre, de Miranda, con Andrés “Chola”
Schloeter, pero allí quedó “sembrado”).
Destaco
este último punto, de las alcaldías y concejos municipales, pues eso habla muy
bien de la vitalidad de algunos grupos ciudadanos y partidos en el interior del
país (Que no en Caracas, pues en los municipios de Caracas, incluido
Libertador, la abstención, como ya dije, paso del 72%; lo que pasa es que en
esos municipios al chavismo también le fue mal o peor).
Desde
luego, cabe la pregunta: ¿La oposición ganó alcaldías o el gobierno las
perdió?; pero no creo que sea tan importante la respuesta, pues como he
insistido en oportunidades anteriores, lo de las alcaldías y concejos
municipales es muy importante, no solo por lo dicho en el párrafo anterior,
sino también porque:
1) el
mapa de Venezuela se podría, ahora que está de moda hacerlo, pintar de otro
color si lo hacemos con el resultado de las alcaldías y concejos municipales,
2) los
alcaldes y los concejales son el funcionario electo más próximo al elector y a
su cotidianidad y problemas; y
3) las
alcaldías presupuestariamente son menos vulnerables que las gobernaciones: no
dependen del situado pues tienen ingresos propios por impuestos municipales,
que no pasan por la Unidad del Tesoro; son más difíciles de controlar por el
gobierno central; por eso el régimen a los alcaldes los acosa, los mete presos,
los obliga a exiliarse, los destituyen improbando sus memorias y cuentas; de
allí la importancia de disputar y ganar también los Concejos Municipales, que
además, con pocos votos se logra.
3. ¿Ganó
la Abstención?
La
abstención promedio en procesos de elección de gobernadores, que son las cifras
que yo he analizado en varias ocasiones (la más reciente la pueden ver en https://bit.ly/2Z6hq6P), es del 46%; la de
este proceso fue el 58%, es decir, 12 puntos más alta. De manera que esta
abstención, aunque no ha sido la más alta de la historia, pues la de la
Asamblea Nacional del 2020 fue del 69,5%, sí ha sido la más alta para procesos
de elección de gobernadores y eso no se puede desconocer. Pero antes de
precipitarse a responder afirmativamente a la pregunta, hagamos una reflexión
un tanto más profunda, a partir de algunas cifras.
Si a
los emigrantes de la llamada “diáspora” (que son más del 17% del Registro
Electoral), les sumamos los “desplazados”, es decir, los que se mudaron o
movilizaron hacia Caracas o hacia grandes ciudades del país −que algunos dicen
que son más de millón y medio− abandonando su lugar de origen, en busca de
trabajo o calidad en servicios básicos, y que no hicieron cambio de domicilio
en el registro electoral y menos regresaron a votar, por problemas de
movilidad, gasolina, etc. y a esa cifra le agregamos el tema pandemia,
comunicaciones, etc., que desmotivó a muchos de ir a votar, nos vamos a
encontrar con que esos 12 puntos de incremento de la abstención se diluyen por
completo y regresamos a que el nivel real de abstención de este proceso se
asemeja más al “endémico” o “histórico” de procesos electorales en el país que
es del 36%, en promedio. Se entiende que para quienes apoyaron la opción de la
abstención sea muy importante demostrar su éxito, pero no luce que haya sido un
gran “triunfo”.
Pero,
eso no es lo más significativo de la “abstención”; la verdadera discusión, la
importante, es: ¿Quién va a “reclamar” ese triunfo?, ¿Los indiferentes que
nunca votan?; ¿Los llamados “radicales”, que no organizaron nada al respecto?;
¿Los decepcionados del “votar para qué, si eso está arreglado” ?; ¿Los
indignados de: “dictadura no sale con votos” ?; ¿Los decepcionados, viudas y
huérfanos del chavismo? Ese “triunfo”, verdaderamente pírrico, probablemente
tiene muchos padres, pero ninguno lo va a reclamar seriamente. Lo cual no le
resta impacto y gravedad, como veremos.
4. La
Unidad.
Entremos
en el espinoso tema. Pasando de la tentación de responsabilizar a la MUD por
todos los males del país −o de exculparla de todos− me parece importante
insistir en lo que todos sabemos: Sí, se ve muy mal la situación de la
oposición democrática y no dimos un buen espectáculo en materia de unidad, de
selección de candidatos, de tomar decisiones a tiempo, etc.
La
abstención fue alta para ambas partes, pero los abstencionistas del chavismo no
votan por la oposición, se abstienen; luego, fueron los abstencionistas de la
oposición los que dejaron de votar por ella y los números son claros. Aunque a
algunos no les guste hacer estas mezclas de división/abstención, en varios
casos fueron determinantes. Veamos algunos ejemplos:
1) En
el estado Táchira, Laidy Gómez perdió por menos de 4 mil votos y el hecho
objetivo es que la dispersión del voto opositor jugó un papel. Sin entrar en la
discusión de asignar culpas y responsabilidades en este caso, dado que Laidy
Gómez fue electa en 2017 con la tarjeta de la MUD, la considero opositora y
sumados sus votos con los del candidato de la MUD, esa cifra supera con creces
la del candidato oficialista, por más del 15%; y está el también hecho objetivo
que la abstención fue del 61%.
2)
Otro caso interesante es el del estado Bolívar; aunque la abstención allí
también jugó un papel, pues fue del 63%, lo cierto es que tuvimos además tres
candidatos que podemos considerar opositores: uno, el de la MUD, otro (De
Grazia) por varios partidos más y un tercero (Hernández) por otros partidos
considerados también opositores; con los votos de estos tres en un solo
candidato se hubiera ganado un estado emblemático, no solo por el oro, los
minerales, las derruidas empresas básicas; sino también porque −no lo
olvidemos− en 2017 allí se le robó el triunfo a Andrés Velásquez, quien −paradójicamente−
en esta ocasión, junto a su partido, la CausaR, llamó a la abstención.
3) En
donde la abstención bajó del 60% y se presentó un único candidato, sólido, sin
disputas internas significativas, como en Zulia, la oposición ganó; y el caso
más significativo fue Cojedes, con la abstención más baja del país, 46%, la
oposición ganó con una sólida diferencia de más del 10%, y con un candidato
“veterano”. Por cierto, tres de los candidatos ganadores −Galíndez, Rodríguez y
Rosales− son “veteranos”, ¿Tiene esto algún significado para los que denigran
de los líderes y de los partidos? Tema para reflexionar.
Pero
también hay que decir que, como contrapartida a eso, no cualquier análisis es
aceptable. Por ejemplo, por allí andan rodando cifras y mapas pintarrajeados de
diversos colores, con base en la suma −un tanto disparatada, en mi criterio− de
algunas cifras, en donde se agrupan como si fueran lo mismo, todos los votos
que no obtuvo el chavismo.
Creo
que esos cálculos no son acertados y, además, es válido lo que algunos
critican, de haberse realizado con posterioridad al proceso, ¿Por qué no los
hicieron antes?, se preguntan. Pero, además, no es realista plantearse esa
“unidad”. No dudo de la buena intención de muchos al hacerlo, pero hay otros
casos en los que se nota una agenda política −todos la tenemos− por detrás de
esa aritmética y más bien creo que, en el fondo, para muchos, es una nueva
forma −y ni tan nueva− de atacar a la MUD, FAVL, Plataforma Unitaria o como se
quiera llamar. Me explico.
¿Alguien
puede creer que era realista plantearse, por ejemplo, en Anzoátegui, un
candidato único opositor con la denominada Alianza Democrática, cuyo candidato
era José Brito, olvidando todo lo que éste dijo y se dijo de él, tras su
expulsión de Primero Justicia?
Sí,
probablemente es válido, como ejercicio, sumar, por un lado, todos los votos
del Gran Polo Patriótico y por el otro, todos los votos de la MUD con todos los
demás, pero solo para ver el tamaño potencial del electorado a unificar y
conquistar. Como ejercicio, está bien y como excusa para criticar a la
dirigencia opositora de la MUD, también; pero, no es realista rasgarse las
vestiduras con un “qué hubiera pasado si…” como algunos pretenden.
5. La MUD
y el 21N.
Ciertamente
los resultados del 21N reflejan una situación crítica, muy grave, e
inocultable, de la dirigencia política opositora y los partidos que forman la
MUD, el FAVL y la Plataforma Unitaria, sin excepción, que ameritarían un
“relevo” de la dirigencia política en estas organizaciones y en el país.
Se
habla de nuevas fuerzas políticas que habrían surgido de este proceso, con base
en las cuales se podría dar este “relevo” y comparan los datos de este proceso
entre la MUD y, por ejemplo, la llamada “Alianza Democrática” (Alianza, en
adelante), conformada por los partidos que fueron confiscados por el régimen a
la oposición y entregados por el TSJ a algunos disidentes y expulsados de esos
partidos.
Me
temo que estamos subestimando a la MUD o sobre estimando a la Alianza y otros
grupos, como por ejemplo Fuerza Vecinal (FV), el partido que apoyó a David
Uzcategui en Miranda, que hoy es partido nacional. Veamos estos datos:
La
Alianza en efecto superó a la MUD en nueve estados: Anzoátegui, Aragua, Delta
Amacuro, Guárico, Lara, Mérida, Miranda, Nueva Esparta y Táchira; pero, quizás
deberíamos excluir a Miranda, por las razones conocidas de la renuncia de
Carlos Ocariz y su no sustitución por David Uzcategui en la tarjeta de la MUD,
porque si tomamos los votos para Asamblea Legislativa en Miranda, que nos permiten
analizar la fuerza específica de cada organización política, la MUD supera a la
Alianza, pero es superada por Fuerza Vecinal (Uzcategui); a mí eso me hace
sospechar que los “votantes MUD”, votaron entubados por Uzcategui en Miranda,
tras el retiro de Carlos Ocariz como candidato de la MUD y la fuerte campaña de
FV por “entubar” el voto en ese estado; pero esto es solo una especulación, no
tengo manera de probarlo.
Por
otra parte, la supuesta fortaleza de FV en Miranda queda algo en entredicho con
la altísima abstención en los municipios caraqueños, 72% en promedio; de manera
que Uzcategui con FV −y a pesar de los evidentes y cuantiosos recursos
invertidos en la campaña− no logró arrastrar muchos votos en lo que se supone
era su bastión principal. Y a nivel nacional el grupo de Uzcategui obtuvo 386
mil votos, por casi 2 millones de la MUD.
Otro
ejemplo; en Nueva Esparta, el mayor contingente de votos a Morel Rodríguez, el
gobernador electo, lo aportaron las tarjetas de FV y la de AD (Bernabé); entre
ambos partidos, repartidos a partes casi iguales, está el 63% de los votos de
Rodríguez. Por otro lado, la tarjeta de la MUD le aportó a Alfredo Díaz, una
cantidad superior de votos que los aportados, por separado, por FV y AD
(Bernabé) a Morel Rodríguez. De manera que, también en Nueva Esparta, a pesar
del triunfo de Morel Rodríguez en una tarjeta diferente, el balance como fuerza
partidista principal se inclina también hacia la MUD.
Por
otra parte, a nivel nacional, si evaluamos la distribución partidista del total
de los votos por gobernadores, notaremos que la inmensa mayoría votó en la
tarjeta de la MUD, incluso en el Zulia; allí de los 593 mil votos de Rosales,
511 mil estaban en la tarjeta de la MUD, 28 mil en la tarjeta de El Lapiz y 24
mil en la de Un Nuevo Tiempo, el partido de Rosales; por lo tanto, creo que
podemos tomar como votos MUD el 85-90% de los votos depositados por los
gobernadores.
A
nivel global, la MUD supera en más de 500 mil votos a la Alianza y en más de
1.5 millones de votos a cualquier otro grupo, que para el nivel de
participación en este proceso son muchos votos. De manera que, aunque hay un
manifiesto interés político de algunos grupos o personas por subestimar o
desacreditar a la MUD −al G4, al Frente Amplio, a la Plataforma Unitaria,
incluso al gobierno interino−, de acuerdo con los electores que concurrieron al
proceso el 21N, creo que la MUD sigue siendo la primera fuerza política de la
oposición. Claro, nos podemos dar topetazos con las cifras, pero están allí.
6. Cierre
y Conclusiones.
Es
cierto que en buena medida el régimen tiene una alta responsabilidad en los
resultados de este proceso, por su campaña constante, durante varios años, por
descalificar el voto y por dividir a la oposición. Pero la dirigencia opositora
tiene también su responsabilidad por sus decisiones tardías y errores y sobre
todo, por no haber tenido la capacidad de movilizar masivamente al país para
que apoyara el proceso electoral, sus candidatos y propuestas.
No se
trata de responsabilizar o exculpar a la MUD por lo ocurrido y mucho menos de
culpar al pueblo por su falta de participación o por dispersar el voto. Pero
tampoco podemos recurrir al sentimental y demagógico argumento que “al pueblo,
pobrecito, lo tratan de culpar por lo ocurrido”. El pueblo sí se equivoca, y
mucho. El pueblo latinoamericano tiene muchos años apoyando al populismo que lo
ha arruinado y específicamente, el pueblo venezolano tiene 22 años equivocándose
al apoyar a este régimen de oprobio que ha destruido al país. De lo que se
trata, sin culpar o excusar, es de encontrar una ruta y una propuesta que
movilice al pueblo para corregir ese error.
De
todas maneras, es innegable que hay un cuestionamiento a la dirigencia política
−al cual me sumo− que no puede ser ignorado y algunos asoman, no solo un
declive, sino la necesidad de una renovación total de esa dirigencia y la forma
de tomar las decisiones, incluso la manera de organizarse y de participar en los
procesos electorales o de diálogo.
Además
de que se cosecha lo que se siembra, los errores se pagan; y un error muy
importante es haber tomado muy tarde −a regañadientes algunos y abiertamente
negados otros− la decisión de participar en este proceso electoral. Y ni hablar
los que cometieron el error de no retirarse a tiempo y dejar para última hora
las decisiones, como fue el bochornoso caso del estado Miranda, el cual solo
menciono y no voy a entrar a analizar.
Hay
muchas cosas que están quedando fuera y habrá que irlas abordando poco a poco,
pero voy concluyendo este análisis. Desde luego también algunos seguirán
diciendo que la oposición solo obtuvo “lo que el gobierno le dejó” y que “no
vale la pena perder tiempo participando en procesos electorales amañados”; con
los que dicen esto, ni siquiera vale la pena discutir, no hay nada que hacer;
pero, ya sabemos que nadie va a venir de afuera a liberarnos, a sacarnos las
patas del barro, o hacemos nosotros lo que podamos por quebrar este régimen y
hacer que los que lo apoyan, dejen de apoyarlo, o el último en salir que apague
la luz.
Mientras,
el deslinde tiene que seguirse profundizando. Siendo sinceros, veo pocas
posibilidades de acuerdo entre los “negacionistas del voto” y los que defienden
la vía electoral; o entre quienes solo plantean una salida de fuerza, interna o
internacional, y los que creen en la vía institucional, mientras los primeros,
sigan considerando a los segundos como traidores, vendidos, tarifados o
cohabitantes con el régimen. Hay mensajes que inevitablemente dividen.
Ismael
Pérez Vigil
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