Por Gioconda Cunto de San Blas
“El hambre es un señor gordo y malo que se mete en mi
panza y me pide comida.
Pero como yo no le doy porque no tengo, se va haciendo
más grande.
Tan grande que siento que la barriga me va a
estallar”.
El hambre, miseria en
el estado más puro, es uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis en la
tradición judeocristiana. A pesar de tantos avances, un sexto de la población
mundial sigue muriendo de hambre, literalmente. «El hambre es el primero de los
conocimientos», decía el poeta Miguel Hernández. Cuando venimos al mundo,
llorar para pedir comida es lo primero que aprendemos.
Hace unos años, la
ONG Acción
contra el Hambre llamó a un concurso
centroamericano de cuentos cortos para sensibilizar a la sociedad en torno a
ese acuciante asunto, usando como vehículo el medio más antiguo de trasmitir
cultura, valores, lenguaje: contar cuentos. Se recibieron más de 300 relatos,
de los que se escogieron 25, a los que se sumaron contribuciones de escritores
centroamericanos consumados, como Sergio Ramírez, Gioconda Belli y Claribel
Alegría. El resultado fue el libro «Cuentos del hambre» (Alfaguara, Guatemala,
2012), de donde he tomado el epígrafe y líneas del primer párrafo de mi nota de
hoy.
El tema viene a cuento
porque bajo la coordinación de la colega Marisol Tapia (UCV, Facultad de
Ciencias; Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales), el 4 de enero
pasado fue publicado un compendio de 11 artículos en la prestigiosa revista
digital Frontiers in Sustainable Food Systems (Fronteras en Sistemas
Alimentarios Sostenibles), dedicado a los desafíos venezolanos en seguridad
alimentaria. Una treintena de autores recogieron sus experiencias en diversos
aspectos del tema alimentario en Venezuela, desde políticas públicas y manejo
del agua en la producción agrícola hasta malnutrición y ética en el acceso a
los alimentos.
Los resultados
refuerzan lo ya manifestado por diversas organizaciones nacionales e
internacionales especialistas en estos temas, sobre la dolorosa situación de
inseguridad alimentaria que vive la mayoría de los venezolanos, en un
territorio que hasta fines del siglo pasado fue considerado uno de los más
prósperos y estables de la región.
En 1948, la Declaración
de los Derechos Humanos aprobada por la ONU reconoció el derecho a la
alimentación como un derecho humano básico, principio que fue acogido en la
actual Constitución de Venezuela (art. 305). Pero ya lo sabemos: del dicho al
hecho hay mucho trecho. Desde la entrada en vigencia de la Carta Magna en 1999,
es poco lo que se ha hecho. Por el contrario, desde la segunda década de este
siglo, ha habido un aumento dramático de empobrecimiento general de la
población que en lo relativo a alimentación ha desembocado en resultados
catastróficos, merecedores de la gravísima calificación de «Emergencia
Humanitaria Compleja».
Dado el severo cerco
del régimen al acceso de estadísticas, hay que recurrir a otras fuentes para
dimensionar el problema. Así las cosas, el Programa Mundial de Alimentación estimó
en 2019 que el 7,9% de la población (2,3 millones) sufría de inseguridad
alimentaria severa y que 24,4 % (7 millones), la sufría en forma moderada. Es
decir, 1 de cada 3 venezolanos requería asistencia por razones de insuficiente
alimentación y pobreza dietética.
Datos como estos son
corroborados en la encuesta ENCOVI
2020 de la Universidad Católica Andrés Bello y
ahora avalados por la FAO,
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en
un giro de tuerca a su complacencia previa, cuando felicitó al
gobierno de turno por presuntos logros en materia de alimentación, acción que
condujo a severos reclamos de especialistas en
el tema. El reciente informe
de la FAO, en cambio, revela que los países con
mayor prevalencia de subalimentación en América Latina son Haití (46,8 %),
Venezuela (27,4 %), Nicaragua (19,3 %), Guatemala (16,8 %) y Honduras (13,5 %).
¿Cómo salir del
atolladero? Amartya Sen, Premio Nobel en Economía 1998, tiene la firme
convicción de que ninguna hambruna ha tenido lugar en países donde funcione una
democracia, perfecta o no. Debe haber recordado las grandes hambrunas en la
China de Mao, la Cambodia de Pol Pot, o la Unión Soviética de Lenin, con sus
millones de muertos, para afirmar eso.
Si, de acuerdo con Sen,
la solución implica el retorno a la democracia, ya saben entonces nuestros
líderes el camino a seguir: unirse en la bandera de las reivindicaciones
sociales exigidas por un pueblo afligido, y olvidarse de apetencias personales
que tanto daño han hecho. El próximo 23 de enero, día de gran simbolismo para
los venezolanos, podría ser ese momento reflexivo que sume a la idea colegiada
de luchar por un mejor país para los habitantes de esta tierra devastada.
Gioconda Cunto de San Blas
es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y
Naturales. Investigadora Titular Emérita del IVIC.
20-01-22
https://talcualdigital.com/amor-con-hambre-no-dura-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
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